Martes 23 de abril de 2024

Último Ángelus de Benedicto XVI: Dios me llama a "subir al monte" pero no abandono a la Iglesia

  • 24 de febrero, 2013
  • Ciudad del Vaticano
En la mañana de hoy, en la Plaza de San Pedro, el Santo Padre rezó el Ángelus junto a miles de files que se congregaron para orar por última vez con el papa Benedicto XVI, escuchar su reflexión y manifestarle su cariño y agradecimiento. "El Señor me llama a "subir al monte", a dedicarme aún más a la oración y a la meditación. Pero esto no significa abandonar a la Iglesia, al contrario, si Dios me pide esto es justamente para que yo pueda seguir sirviéndola con la misma dedicación y el mismo amor con el que lo he hecho hasta ahora, pero en un modo más adecuado a mi edad y mis fuerzas", expresó el Pontífice en su reflexión.
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En la mañana de hoy, en la Plaza de San Pedro, el Santo Padre rezó el Ángelus junto a miles de files que se congregaron para orar por última vez con el papa Benedicto XVI, escuchar su reflexión y manifestarle su cariño y agradecimiento.

Este es el último Ángelus del Papa, antes de la audiencia general en esta misma plaza con la que se despedirá de los fieles de la Iglesia católica antes de su retiro a Castelgandolfo y luego al monasterio Mater Ecclesiae en el Vaticano.

Los fieles interrumpieron en dos ocasiones con sus aplausos al Papa durante el Ángelus, cosa bastante rara, pero dadas las circunstancias muy significativa del aprecio por el Papa teólogo que dejará el Pontificado el próximo 28 de febrero.

Al concluir, el Papa también agradeció por el sol que salió en Roma, pues hasta hace algunas horas el clima era incierto. En gran parte de la península se abate la nieve y el frío. "Gracias, agradezcamos al Señor por este sol que nos reagla".

Al finalizar el Ángelus, la cuenta de Twitter de @Pontifex publicó el siguiente mensaje de despedida de Benedicto XVI: "En este momento particular, os ruego que recéis por mí y por la Iglesia, confiando como siempre en la Providencia de Dios".


Texto completo del último Ángelus del papa Benedicto XVI
¡Queridos hermanos y hermanas!

En el segundo domingo de Cuaresma la Liturgia nos presenta siempre el Evangelio de la Transfiguración del Señor. El evangelista Lucas destaca de modo especial el hecho de que Jesús se transfigurara mientras oraba: la suya es una experiencia profunda de relación con el Padre durante una especie de retiro espiritual que Jesús vive sobre un alto monte en compañía de Pedro, Santiago y Juan, los tres discípulos siempre presentes en los momentos de la manifestación divina del Maestro.

El Señor, que poco antes había preanunciado su muerte y resurrección, ofrece a los discípulos un anticipo de su gloria. Y también en la Transfiguración, como en el bautismo, resuena la voz del Padre celeste: "Este es mi hijo, el predilecto, ¡Escúchenlo!".

La presencia luego de Moisés y de Elías, que representan la Ley y los Profetas de la antigua Alianza, es muy significativa: toda la historia de la Alianza está orientada a Él, el Cristo, que realiza un nuevo "éxodo", no hacia la tierra prometida, como en el tiempo de Moisés, sino hacia el Cielo.

La intervención de Pedro: "Maestro, qué bien estamos aquí" representa el intento imposible de detener tal experiencia mística. Comenta san Agustín: "[Pedro]... sobre el monte... tenía a Cristo como alimento del alma. ¿Para qué descender para volver a las fatigas y a los dolores, mientras allí arriba estaba lleno de sentimientos de santo amor hacia Dios y que le inspiraban por ello una santa conducta?" (Discurso 78,3).

Meditando este pasaje del Evangelio, podemos extraer una enseñanza muy importante. Sobre todo, el primado de la oración, sin la cual todo el empeño del apostolado y de la caridad se reduce a activismo. En la Cuaresma, aprendemos a dar el justo tiempo a la oración, personal y comunitaria, que da aliento a nuestra vida espiritual. Además, la oración no es un aislarse del mundo y de sus contradicciones, como hubiera querido hacer Pedro sobre el Tabor, sino que la oración reconduce al camino, a la acción.

"La existencia cristiana "escribí en el Mensaje para esta Cuaresma" consiste en un continuo subir al monte del encuentro con Dios, para luego volver a bajar llevando el amor y la fuerza que de ello derivan, para servir a nuestros hermanos y hermanas con el mismo amor de Dios".

Queridos hermanos y hermanas, esta Palabra de Dios la siento de modo especial dirigida a mí, en este momento de mi vida. El Señor me llama a "subir al monte", a dedicarme aún más a la oración y a la meditación. Pero esto no significa abandonar a la Iglesia, al contrario, si Dios me pide esto es justamente para que yo pueda seguir sirviéndola con la misma dedicación y el mismo amor con el que lo he hecho hasta ahora, pero en un modo más adecuado a mi edad y mis fuerzas.

Invoquemos la intercesión de la Virgen María: Ella nos ayude a todos a seguir siempre al Señor Jesús, en la oración y en la caridad activa.+