Sábado 10 de mayo de 2025

León XIV reveló la inspiración de su nombre: un Papa social para una nueva era

  • 10 de mayo, 2025
  • Ciudad del Vaticano (AICA)
En su primer discurso ante el Colegio Cardenalicio, el Papa invocó el legado tanto del papa Francisco como del papa León XIII.
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En su primer discurso formal ante el Colegio Cardenalicio tras su elección, el papa León XIV reveló este sábado la inspiración detrás del nombre que eligió, un nombre que, en sus propias palabras, "no solo arraigado en la tradición, sino que mira con firmeza hacia los desafíos de un mundo en rápida evolución y el llamado perenne a proteger a los más vulnerables".

El encuentro con los cardenales tuvo lugar en el Aula Nueva del Sínodo y se extendió unas dos horas, a quienes dirigió un discurso, seguido de un coloquio libre entre los cardenales, que retomó algunos temas y propuestas surgidas en las intervenciones de las congregaciones generales, según informó el portavoz vaticano Matteo Bruni

Tras una breve intervención del cardenal Giovanni Battista Re, decano del Colegio Cardenalicio, tuvo lugar el discurso del Papa, al que siguió "un coloquio libre entre los cardenales, durante el cual cada uno habló como quiso, basándose en lo sucedido en las congregaciones generales que precedieron al cónclave", informó Bruni. 


"En la primera parte de este encuentro hay un breve discurso con reflexiones que quisiera compartir con ustedes", comenzó León XVI: "Pero luego habrá una segunda parte, un poco como la experiencia que muchos de ustedes han pedido, una especie de intercambio con el Colegio Cardenalicio para poder escuchar consejos, sugerencias, propuestas, cosas muy concretas, que ya se discutieron un poco en los días previos al cónclave".

Colaboradores cercanos
Dirigiéndose el sábado a los cardenales, a quienes llamó los "colaboradores más cercanos del Papa", León XIV pronunció su primer discurso oficial como sucesor de Pedro, expresando su sincera gratitud y siendo consciente de la inmensa responsabilidad que ahora le ha sido confiada. "Este yugo", dijo, "es evidentemente mucho mayor que mis fuerzas, como lo sería para cualquiera". 

El Papa León XIII señaló que los días previos a su elección estuvieron marcados por el duelo, ya que la Iglesia despidió al Papa Francisco. Reconociendo la carga emocional de esa despedida, el Papa describió la muerte del amado Francisco y el cónclave posterior como "un acontecimiento pascual", envuelto en la luz de la Resurrección.

El nuevo Obispo de Roma rindió homenaje a su predecesor, recordando la sencillez del Papa Francisco, su radical dedicación al servicio y su tranquilo regreso a la Casa del Padre. "Atesoremos este precioso legado y reanudemos nuestro camino", dijo, "animados por la misma esperanza que nace de la fe".


El Santo Padre recordó a los reunidos la presencia silenciosa pero poderosa de Cristo Resucitado, "no en el rugido del trueno ni en el terremoto", sino en "el susurro de una suave brisa". Es en esta quietud, dijo, donde encontramos a Dios más íntimamente, y es este encuentro el que debe guiar a la Iglesia en su misión hoy.

El Papa León continuó hablando de la Iglesia como "seno" y "rebaño", como "campo" y "templo", y elogió la unidad mostrada por los fieles en los días de luto, describiéndola como la "revelación de la verdadera grandeza de la Iglesia".

Primacía de Cristo, sinodalidad y 'sensus fidei'
Mirando hacia el futuro, el papa León XIV reiteró el camino iniciado por el Concilio Vaticano II, un camino renovado y reinterpretado bajo el Papa Francisco. Destacó temas clave de la exhortación apostólica Evangelii gaudium del Papa Francisco : la primacía de Cristo, la sinodalidad, el sensus fidei (el sentido sobrenatural de los fieles), la piedad popular, el cuidado de los pobres y un compromiso valiente con el mundo.

"Éstos son los principios evangélicos a través de los cuales se ha revelado y sigue revelándose el rostro misericordioso del Padre en el Hijo hecho hombre", afirmó el Papa.

Para concluir su discurso, León XIV llamó a sus hermanos cardenales y a la Iglesia en general a continuar este camino con "oración y compromiso". 

Finalmente, citó a san Pablo VI, en los albores de su pontificado, orando para que "una gran llama de fe y amor" se extendiera de nuevo por el mundo, iluminando el camino para todas las personas de buena voluntad.

Texto de las palabras de León XIV a los cardenales
Hermanos cardenales:

Los saludo y les agradezco a todos por este encuentro y por los días que lo han precedido, dolorosos por la pérdida del Santo Padre Francisco, arduos por las responsabilidades afrontadas juntos y, al mismo tiempo, según la promesa que Jesús mismo nos ha hecho, ricos de gracia y de consolación en el Espíritu (cf. Jn 14,25-27).

Ustedes, queridos cardenales, son los más estrechos colaboradores del Papa, y esto me sirve de consuelo al aceptar un yugo que claramente supera no sólo mis fuerzas, sino a las de cualquier otro. Su presencia me recuerda que el Señor, que me ha confiado esta misión, no me deja solo con la carga de esta responsabilidad. Ante todo, sé que cuento siempre, siempre, con su auxilio, el auxilio del Señor, y, por su Gracia y Providencia, con la cercanía de ustedes y de tantos hermanos y hermanas que en el mundo entero creen en Dios, aman a la Iglesia y sostienen con la oración y las buenas obras al Vicario de Cristo.

Mi agradecimiento al Decano del Colegio Cardenalicio, el cardenal Giovanni Battista Re -merece un aplauso, al menos uno, si no más- que, con su sabiduría, fruto de una larga vida y de muchos años de fiel servicio a la Sede Apostólica, nos ha ayudado mucho en este tiempo. También agradezco al Camarlengo de la santa Iglesia romana, el cardenal Kevin Joseph Farrell -creo que está aquí presente-, por el valioso y difícil papel que ha desempeñado durante el tiempo de la Sede Vacante y la convocación del cónclave. Dirijo también mi pensamiento a los hermanos cardenales que, por razones de salud, no han podido estar presentes y, junto con ustedes, me uno a ellos en comunión de afecto y oración.

En este momento, a la vez triste y alegre, envuelto providencialmente en la luz de la Pascua, quisiera que contempláramos juntos el tránsito del recordado Santo Padre Francisco y el cónclave como un acontecimiento pascual, una etapa del largo éxodo a través del cual el Señor sigue guiándonos hacia la plenitud de la vida. En esta perspectiva, confiamos al "Padre de las misericordias y Dios de todo consuelo" (2 Co 1,3) el alma del Pontífice difunto y también el futuro de la Iglesia.

El Papa, desde san Pedro hasta mí, su indigno sucesor, es un humilde siervo de Dios y de los hermanos, y nada más que esto. Lo han demostrado bien los ejemplos de muchos de mis predecesores, como el del Papa Francisco mismo, con su estilo de total dedicación al servicio y de sobria esencialidad de vida, de abandono en Dios durante el tiempo de la misión y de serena confianza en el momento del retorno a la Casa del Padre. Recojamos esta valiosa herencia y retomemos el camino, animados por la misma esperanza que nos viene de la fe.

Es el Resucitado, presente en medio de nosotros, quien protege y guía a la Iglesia, y continúa a reavivarla en la esperanza, a través del amor que "ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que nos ha sido dado" (Rm 5,5). A nosotros nos toca ser dóciles oyentes de su voz y ministros fieles de sus designios de salvación, recordando que Dios ama comunicarse, más que en el fragor del trueno o del terremoto, en "el rumor de una brisa suave" (1 R 19,12) o, como lo traducen algunos, en una "sutil voz de silencio". Este es el encuentro importante, que no hay que perder, y hacia el cual hay que educar y acompañar a todo el santo Pueblo de Dios que nos ha sido confiado.

En los días pasados hemos podido ver la belleza y sentir la fuerza de esta inmensa comunidad que, con tanto afecto y devoción, ha despedido y llorado a su Pastor, acompañándolo con la fe y la oración hasta su encuentro definitivo con el Señor. Hemos visto cuál es la verdadera grandeza de la Iglesia, que vive en la variedad de sus miembros, unidos a su única Cabeza, Cristo "Pastor y Guardián" (1 P 2,25) de nuestras almas. Ella es el vientre en el que también nosotros fuimos generados y, al mismo tiempo, la grey (cf. Jn 21,15-17), el campo (cf. Mc 4, 1-20) que se nos ha entregado para que lo cuidemos y lo cultivemos, lo alimentemos con los Sacramentos de salvación y lo fecundemos con la semilla de la Palabra, de manera que, sólido en la concordia y entusiasta en la misión, camine, como una vez los israelitas en el desierto, a la sombra de la nube y a la luz del fuego de Dios (cf. Ex 13,21).

Y a este propósito, quisiera que renováramos juntos, hoy, nuestra plena adhesión a ese camino, a la vía que desde hace ya decenios la Iglesia universal está recorriendo tras las huellas del Concilio Vaticano II. El Papa Francisco ha recordado y actualizado magistralmente su contenido en la Exhortación apostólica Evangelii gaudium, de la que me gustaría destacar algunas notas fundamentales: el regreso al primado de Cristo en el anuncio (cf. n. 11); la conversión misionera de toda la comunidad cristiana (cf. n. 9); el crecimiento en la colegialidad y en sinodalidad (cf. n. 33); la atención al sensus fidei (cf. nn. 119-120), especialmente en sus formas más propias e inclusivas, como la piedad popular (cf. 123); el cuidado amoroso de los débiles y descartados (cf.n. 53); el diálogo valiente y confiado con el mundo contemporáneo en sus diferentes componentes y realidades (cf. n. 84, Concilio Vaticano II, Const. past. Gaudium et spes, 1-2).

Se trata de los principios del Evangelio que animan e inspiran, desde siempre, la vida y la obra de la Familia de Dios; de los valores a través de los cuales el rostro misericordioso del Padre se ha revelado y continúa a revelarse en el Hijo hecho hombre, esperanza última de todos los que busquen con ánimo sincero la verdad, la justicia, la paz y la fraternidad (cf. Benedicto XVI, Carta enc. Spe salvi, 2; Francisco, Bulla Spes non confundit, 3).

Precisamente, al sentirme llamado a proseguir este camino, pensé tomar el nombre de León XIV. Hay varias razones, pero la principal es porque el Papa León XIII, con la histórica Encíclica Rerum novarum, afrontó la cuestión social en el contexto de la primera gran revolución industrial y hoy la Iglesia ofrece a todos, su patrimonio de doctrina social para responder a otra revolución industrial y a los desarrollos de la inteligencia artificial, que comportan nuevos desafíos en la defensa de la dignidad humana, de la justicia y el trabajo.

Queridos hermanos, quisiera terminar esta primera parte de nuestro encuentro haciendo mío -y proponiéndoselo también a ustedes- el deseo que san Pablo VI, en 1963, expresó en el inicio de su ministerio petrino: "Que sobre el mundo entero pase una gran llama de fe y de amor que ilumine a todos los hombres de buena voluntad, allanando los caminos de la colaboración recíproca y que atraiga sobre la humanidad, la abundancia de la benevolencia divina, la fuerza misma de Dios, sin cuya ayuda nada vale ni nada es santo" (Primer Mensaje al mundo entero Qui fausto die, 22 junio 1963).

Que sean también estos nuestros sentimientos y, con la ayuda del Señor, los traduzcamos en oración y compromiso. Gracias.+