'La sala de las lágrimas', la habitación que acogerá al nuevo Papa
- 8 de mayo, 2025
- Ciudad del Vaticano (AICA)
En esta habitación, el nuevo sucesor de Pedro se despoja del color rojo cardenalicio para ponerse las vestiduras papales blancas.

En la pared del Juicio Final de la Capilla Sixtina, a los lados del altar, hay dos puertas cerradas de pequeño tamaño. La de la izquierda conduce a la llamada "sala del llanto". Justo después de la elección, el Papa recién elegido entra en este lugar para cambiarse de ropa y recogerse en oración durante algunos minutos.
Monseñor Marco Agostini, ceremoniero pontificio, explicó a Vatican News: "Allí, el Papa toma conciencia de lo que ha llegado a ser, de lo que es a partir de ese momento".
"Se trata de un pequeño espacio con bóveda y lunetos -detalló el ceremoniero- donde se conservan algunos fragmentos de frescos. Dos tramos de escaleras a un lado y, en la pared de enfrente, una ventana oculta tras una cortina. Una mesa y dos sillas de madera oscura, un pequeño sofá rojo y un perchero. El mobiliario es esencial".
"El asombro ante la belleza absoluta da paso a un sentimiento íntimo que se expande en el alma, a la percepción del paso de los siglos, del devenir del tiempo: parece como si pudiéramos ver a los pontífices eligiendo una de las tres sotanas blancas puestas a su disposición, cada una de diferente talla, y poniéndose la que será la vestidura y el color que los distinguirá para siempre. Es una verdadera investidura, algo más antiguo y profundo que un simple cambio de ropa. Tradición y rito que adquieren un significado poderoso, no solo formal, sino sobre todo espiritual", reflexionó Agostini.
Lugar de toma de conciencia
"Parece como si también los viéramos recogidos -añadió- en el silencio de este lugar poco iluminado, mientras rezan y, a veces, como indica el nombre de la sala, lloran, sobrecogidos por la emoción. Tras los días agitados del cónclave, se encuentran por primera vez a solas consigo mismos. Solos, pero cara a cara con Dios. La conciencia los atraviesa como un relámpago: desde ese día serán Papas, asumirán el mandato petrino".
Contra la pared de este espacio de servicio se impone la grandeza dramática de los frescos de Miguel Ángel, pero oculto aún se conserva lo que originalmente debía completar el complejo aparato iconográfico de toda la Capilla. Se trata del fresco de Perugino, protegido por una cámara detrás del Juicio Final, pero conocido gracias a un dibujo de los primeros años del siglo XVI, conservado en el Museo Albertina de Viena.
A los pies de la Asunta, entre coros de ángeles y santos, aparece -como único ser viviente- el papa Sixto IV della Rovere arrodillado. Con las manos juntas en oración, el rostro vuelto hacia la figura de la Virgen; la tiara en el suelo y la cabeza descubierta como signo de humildad y respeto; la llave petrina apoyada sobre su hombro derecho, símbolo de la misión, pero también del peso -casi una cruz- que debe llevar el Pontífice.
En una de sus paredes, empotrada, hay una lápida con fecha del 31 de mayo de 2013 que dice: "En esta sala, denominada 'del llanto' desde Gregorio XIV, quien aquí, el 5 de diciembre de 1590, recién elegido Papa, derramó lágrimas de emoción, el nuevo pontífice, después de aceptar la elección, se viste con los atuendos propios".
Monseñor Marco Agostini, ceremoniero pontificio, reflexiona sobre uno de los momentos más delicados del cónclave y su significado espiritual: "Lo que ocurre allí es importante desde el punto de vista simbólico. En ese momento, el Papa toma conciencia de lo que ha llegado a ser, de lo que es a partir de ese instante".
"El cambio de vestidura expresa el profundo cambio en su existencia. En ese lugar, comprende que el oficio es más grande que la persona. Tal vez de ahí provenga el nombre de 'sala de las lágrimas': porque en el momento en que el nuevo pontífice toma conciencia de que la figura del Papa es mucho más grande que quien la encarna, entiende también que, bajo ese papel, deberá morir cada día, para que no sobresalga su persona, sino el oficio; para que emerja el Vicario de Cristo, el sucesor de Pedro, hoy, tras más de doscientos Papas".
"Contemplar la sala de las lágrimas y la figura del Papa de esta manera -al hombre, al cardenal que se convierte en Papa, que deja los hábitos cardenalicios y asume los pontificios- es exigente. Se necesita una visión sobrenatural, que nos lleve a ver no solo nosotros que imaginamos la escena, sino también el propio Papa, quien debe aprender a leerse a sí mismo con los ojos de la gracia, con los ojos de la fe, con una mirada sobrenatural", concluyó el ceremoniero pontificio.+