Sábado 20 de abril de 2024

Jesús: sé nuestro guía y limpiá nuestra mirada, pidió Mons. Buenanueva

  • 3 de marzo, 2022
  • San Francisco (Córdoba) (AICA)
El obispo de San Francisco, monseñor Sergio Osvaldo Buenanueva, reflexionó sobre el Evangelio del domingo en su columna del periódico "La Voz de San Justo".
Doná a AICA.org

“Les hizo también esta comparación: «¿Puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en un pozo?» […]”. Con esta cita evangélica, el obispo de San Francisco, monseñor Sergio Osvaldo Buenanueva, comenzó su columna dominical en la que reflexionó bajo el título "Ciegos".

"Un discípulo puede enceguecerse a sí mismo cuando se olvida de que es precisamente eso: un discípulo, alguien en situación de aprender, de abrirse a la luz del Evangelio. De esa ceguera tenemos que precavernos", advirtió el prelado. "Jesús mismo, que es Maestro, vive en esa actitud: busca cada día el rostro de su Padre. Ese es el oxígeno de su vida. Ese es el secreto de su oración. Y de esa rica experiencia saca las tres parábolas que siguen a su pregunta retórica".

"Antes de juzgar severamente a los demás (ver la 'paja en el ojo ajeno'), el discípulo se ha de mirar a sí mismo. Estar atentos a los frutos concretos que damos en la vida, porque 'no hay árbol bueno que dé frutos malos, ni árbol malo que dé frutos buenos […]'. Pero, sobre todo, edificar la propia vida sobre roca firme, la que se encuentra en la escucha y asimilación cotidiana de su Palabra", sintetizó el prelado.

"Hay demasiada ceguera en el mundo, en las comunidades cristianas, en muchos de nosotros, como para que no atendamos a la enseñanza de Jesús. La Cuaresma que comienza este miércoles se nos ofrece como un camino de iluminación para revisarnos y crecer", alentó.

"Aquí me detengo, y dejo abierto el espacio interior del corazón a la plegaria: 'Señor Jesús: sé nuestro guía y maestro. Limpiá también nuestros ojos y nuestra mirada, para que no nos enceguezca el error, ni nos engañe el mal con apariencia de bien.  No te cansés de hablarnos, una y otra vez, al corazón, de empaparlo de la gracia purificadora de tu Espíritu. Amén'".+