Domingo 24 de noviembre de 2024

Francisco: La causa profunda de nuestros problemas es "la falta de amor"

  • 20 de octubre, 2020
  • Ciudad del Vaticano (AICA)
El Santo Padre participó hoy del encuentro ecuménico de oración por la Paz que tuvo lugar en la Basílica de Santa María en Aracoeli de Roma.
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“Dios no viene tanto a liberarnos de los problemas, que siempre vuelven a presentarse, sino para salvarnos del verdadero problema, que es la falta de amor. Esta es la causa profunda de nuestros males personales, sociales, internacionales, ambientales. Pensar sólo en sí mismo es el padre de todos los males”, dijo este martes 20 de octubre el Santo Padre Francisco durante su homilía en la 34ª edición del encuentro interreligioso de oración por la paz, que tuvo lugar esta tarde en la Basílica de Santa María en Aracoeli en Roma.

El encuentro, promovido por la Comunidad de San Egidio, desde el encuentro de Asís en 1986, tiene como tema este año "Nadie se salva solo - paz y fraternidad". 

En su homilía pronunciada ante diferentes representantes de confesiones cristianas, entre ellos, el Patriarca Ecuménico de Constantinopla, Bartolomé I; el Santo Padre rezó “la gracia de estar más unidos, de ser más fraternos”, y advirtió el peligro de la crítica y de la falta de amor, “causa profunda de nuestros males personales, sociales, internacionales, ambientales”.

“Es un don rezar juntos”, dijo el pontífice al inició de sus palabras y agradeció a “Su Santidad el Patriarca Ecuménico, mi hermano Bartolomé y al querido Obispo Heinrich, presidente del Consejo de la Iglesia Evangélica en Alemania” por acompañarlo en este momento de oración.

Francisco reflexiona sobre el pasaje de la Pasión del Señor que se leyó con anterioridad y explicó que Jesús “exhausto en la cruz. Mientras vive el momento del dolor y del amor más extremo, muchos, sin piedad, lanzan unas palabras contra Él: «Sálvate a ti mismo». Es una tentación crucial, que nos amenaza a todos, también a nosotros, cristianos. Es la tentación de pensar sólo en protegerse a sí mismo o al propio grupo, de tener en mente solamente los propios problemas e intereses, mientras todo lo demás no importa. Es un instinto muy humano, pero malo, y es la última provocación al Dios crucificado”, señaló el Papa.

“Sálvate a ti mismo. -continúo Francisco- Lo dicen primero «los que pasaban». Era gente común, que había escuchado hablar a Jesús y lo habían visto hacer prodigios. Ahora le dicen: «Sálvate a ti mismo bajando de la cruz». No tenían compasión, sino ganas de milagros, de verlo bajar de la cruz. Quizás también nosotros preferiríamos a veces un dios espectacular más que compasivo, un dios potente a los ojos del mundo, que se impone con la fuerza y desbarata a quien nos odia. Pero esto no es de Dios, es nuestro yo”.

“Cuántas veces queremos un dios a nuestra medida, más que llegar nosotros a la medida de Dios; un dios como nosotros, más que llegar a ser nosotros como Él. Pero así, en vez de la adoración a Dios preferimos el culto al yo. Es un culto que crece y se alimenta con la indiferencia hacia el otro. A los que pasaban, de hecho, Jesús les interesaba sólo para satisfacer sus antojos. Pero, reducido a un despojo en la cruz, ya no les interesaba más. Estaba delante de sus ojos, pero lejos de su corazón. La indiferencia los mantenía distantes del verdadero rostro de Dios”.

El pontífice destacó después que, en un segundo momento, “dan un paso al frente los jefes de los sacerdotes y los escribas. Eran los que habían condenado a Jesús porque representaba un peligro. Pero todos somos especialistas en colgar en la cruz a los demás con tal de salvarnos a nosotros mismos. Jesús, en cambio, se deja clavar para enseñarnos a no descargar el mal sobre los demás”.

“Pero el “evangelio” del sálvate a ti mismo no es el Evangelio de la salvación. Es el evangelio apócrifo más falso, que carga las cruces sobre los demás. El Evangelio verdadero, en cambio, carga con las cruces de los otros”, dijo el Papa.

“Al final, incluso los crucificados que estaban junto a Jesús se unen al clima de hostilidad contra Él. ¡Qué fácil es criticar, hablar en contra, ver el mal en los demás y no en uno mismo, hasta llegar a descargar las culpas sobre los más débiles y marginados! Pero, ¿por qué los crucificados se ensañan con Jesús? Porque no los quita de la cruz. Le dicen: «Sálvate a ti mismo y a nosotros». Sólo buscan a Jesús para resolver sus problemas. Pero Dios no viene tanto a liberarnos de los problemas, que siempre vuelven a presentarse, sino para salvarnos del verdadero problema, que es la falta de amor. Esta es la causa profunda de nuestros males personales, sociales, internacionales, ambientales. Pensar sólo en sí mismo es el padre de todos los males. Pero uno de los ladrones observa a Jesús y ve en Él el amor humilde. Y obtiene el cielo haciendo una sola cosa: cambiando la atención de sí mismo a Jesús, de sí mismo a quien estaba a su lado”, explicó Francisco.

 (cf. v. 42).

El Papa destaca a los presentes que “en el Calvario tuvo lugar el gran duelo entre Dios que vino a salvarnos y el hombre que quiere salvarse a sí mismo; entre la fe en Dios y el culto al yo; entre el hombre que culpa y Dios que perdona. Y llegó la victoria de Dios, su misericordia descendió en el mundo. De la cruz brota el perdón, renace la fraternidad”.

“Los brazos de Jesús, abiertos en la cruz, marcan un punto de inflexión, porque Dios no señala con el dedo a nadie, sino que abraza a todos. Porque sólo el amor apaga el odio, sólo el amor vence a la injusticia. Sólo el amor deja lugar al otro. Sólo el amor es el camino para la plena comunión entre nosotros”.

“Pidamos a Dios crucificado la gracia de estar más unidos, de ser más fraternos -concluyó Francisco-. Y cuando estemos tentados de seguir la lógica del mundo, recordemos las palabras de Jesús: «Quien quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará»”.

“Cuanto más unidos estemos al Señor Jesús, seremos más abiertos y “universales”, porque nos sentiremos responsables de los demás. Y el otro será el camino para salvarse a sí mismo: cada semejante, cada ser humano, cualquiera sea su historia o su religión. Comenzando por los pobres, los más parecidos a Jesús”

“Que el Señor nos ayude a transitar juntos el camino de la fraternidad, para ser testimonios creíbles del Dios verdadero”, concluyó Francisco.+