Jueves 21 de noviembre de 2024

"Escuchemos el grito de los pobres en los barrios populares"

  • 23 de junio, 2020
  • Buenos Aires (AICA)
El Departamento de Laicos (Deplai) de la Conferencia Episcopal Argentina, compartió los testimonios de dos de sus miembros, Horacio y Natalia, dirigentes laicos de la pastoral de barrios y villas. 
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A cinco años de la publicación de la encíclica Laudato si’, desde el Deplai recuerdan que “un verdadero planteo ecológico se convierte siempre en un planteo social, que debe integrar la justicia en las discusiones sobre el ambiente, para escuchar tanto el clamor de la tierra como el clamor de los pobres”.

“Desde el inicio de la pandemia, entre nosotros los argentinos, este ‘grito de los pobres’ se ha expresado con especial claridad y urgencia en la tan dura y difícil realidad de nuestros barrios populares y villas de emergencia. Son 4.416 según el Registro Nacional de Barrios Populares y se encuentran a lo largo y a lo ancho del país, en todas las provincias y con carencias estructurales que en la mayoría de los casos vienen desde hace muchos años”, detallaron.

“Como Departamento de Laicos de la Conferencia Episcopal Argentina queremos estar cercanos y caminar juntos, como Pueblo de Dios, con tantos laicos, religiosos y sacerdotes que allí trabajan comunitariamente por la paz y la justicia en las condiciones más adversas”, aseguraron.

“Nosotros, en el Deplai, tenemos la gracia de compartir el camino con Natalia Quintana y Horacio Yñiguez, matrimonio que forma parte de la comunidad de la parroquia Virgen de los Milagros de Caacupé, en el barrio 21-24 de Barracas, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Su testimonio se encarna en un lugar concreto, aquel donde viven pero nadie puede decir que el problema le resulta ajeno. Más allá de jurisdicciones y banderías políticas es un grito que interpela a todos los argentinos”, sostuvieron, al compartir el testimonio.

Carta de Natalia y Horacio, dirigentes laicos del barrio 21-24 y miembros del Deplai
En este contexto de pandemia que estamos viviendo, donde la solidaridad está llamada a hacerse carne en todos y en cada uno de los que conformamos esta sociedad. Donde hoy más que nunca en la historia de la humanidad toma fuerza y relevancia el llamado del papa Francisco a cuidar el uno del otro, y que la política y la economía se pongan al servicio de la vida, a cuidar la casa común, queremos compartir nuestra realidad como ciudadanos que vivimos en barrios populares.

Mientras los gobernantes hacen referencia a que la única forma que vamos a poder salir adelante es todos unidos y cuidándonos unos a otros, es incomprensible todo lo que vino ocurriendo en estas últimas semanas en nuestros barrios, los barrios más postergados y vulnerables de la ciudad más rica de la Argentina, donde recibimos un trato absolutamente discriminatorio solo por ser pobres. 

Al inicio de esta pandemia veíamos con mucha alegría cómo se realizaron megaoperativos para asistir a personas que llegaban de vuelos internacionales de países donde se inició o eran focos de la pandemia, como también el caso del Buquebús, donde la gente era asistida y trasladada en ambulancias a hoteles. Decimos con alegría porque creíamos que nos estaban cuidando a todos, pero cuando la pandemia desembarcó en los barrios humildes -donde siempre primó el descuido y el olvido del Estado- todo siguió de la misma forma y volvimos a constatar la realidad de siempre: hay ciudadanos de primera y ciudadanos de segunda. 

Así perdimos la vida de Ramona, vecina de la villa 31, quien sólo reclamaba por la falta de agua, como ocurre en la mayoría de las villas. También otra vecina de nuestro barrio del mismo nombre Ramona, murió esperando a que llegue la ambulancia. Tenía Covid y no fue atendida ni aislada a tiempo. Con nuestra querida Iglesia y toda la comunidad, se está dando una lucha sin cuartel no sólo contra el Covid sino también contra el abandono, la desidia del Estado y la discriminación, que en este caso se lleva vidas. 

Sabemos que en las barriadas es difícil hacer una cuarentena óptima, dado el hacinamiento, los problemas estructurales, la falta de agua corriente, de luz eléctrica, que sumado a la deficiencia alimentaria en nuestros chicos y adultos mayores forman un combo explosivo donde el virus se transforma en un arma letal. 

Todo esto se reconfigura como una película de terror, y quienes tienen la responsabilidad de cuidar y salvar a todas las vidas hacen caso omiso al: “todos juntos, todos unidos, cuidémonos unos a otros” que escuchamos en los medios de comunicación y vuelve a primar el pensamiento y el actuar egoísta, “el sálvese quien pueda” o “salvemos y cuidemos a los ciudadanos de primera…” 

“Jesucristo, señor de la historia, te necesitamos” para que en nuestra Patria se ame y se cuide a todos, sin excluir a nadie y privilegiando a los más pobres.+