En la Misa Crismal, Mons. Azpiroz pidió que Dios 'nos abra a la entrega, a una generosa alegría'
- 29 de marzo, 2024
- Bahía Blanca (Buenos Aires) (AICA)
El arzobispo bahiense animó al clero a continuar viviendo el ministerio sacerdotal desde la "alegría". "Don y donarse, perdón y perdonarse, palabras íntimamente unidas al corazón sacerdotal", dijo.
El arzobispo de Bahía Blanca, monseñor Carlos Azpiroz Costa OP, presidió la Misa Crismal en la catedral Nuestra Señora de la Merced y centró su prédica en la “alegría pascual”.
Concelebraron la Eucaristía, el obispo electo de Comodoro Rivadavia y ex obispo auxiliar de esa arquidiócesis, monseñor Jorge Wagner; el obispo de Alto Valle del Río Negro, monseñor Alejandro Benna; y el obispo emérito de esa diócesis, monseñor Néstor Navarro, junto con los sacerdotes del clero, quienes renovaron sus promesas como presbíteros. Participaron también fieles de todas las comunidades parroquiales.
El prelado señaló que “nos hace bien volver a la escritura, a ciertos textos maravillosos, pero también a algunos del Magisterio, en contextos muy semejantes”.” Sólo la alegría, escribía Pablo VI, nos arranca de nuestro mezquino y selvático egoísmo, nos lleva a un constante desprenderse de uno mismo, y en el caso de los sacerdotes, por qué no decirlo, de la dicha de formar un propio hogar”.
“Son desafíos muy actuales porque el Señor nos llama a darnos, somos cuerpo entregado y sangre derramada, sino ¿qué estamos haciendo aquí? ¿Cuáles son los motivos especiales de la alegría sacerdotal? Diría, y hago un juego de palabras: ‘La sumisión a su misión’, ser sumisos a la misión de Cristo, ser mediadores, ministros y dispensadores, instrumentos, no meros representantes”, manifestó.
Además, planteó dos palabras que definen el ministerio sacerdotal y que "van juntas: Don y donarse, perdón y perdonarse, y son íntimamente unidas al corazón sacerdotal, porque es una condonación sagrada”.
Mons. Azpiroz señaló también que el modo de manifestar esa alegría “tiene que ver con nuestro triple oficio:
“Anunciamos esa alegría, que es el primer fruto del Espíritu. Quien sigue a Cristo, hombre perfecto, se hace más humano, se perfecciona cada vez más en su propia dignidad de hombre. Es la alegría del profeta, que hemos leído en la primera lectura, dijo.
Luego -dijo- “el oficio de celebrar, esa alegría anunciada la celebramos. La palabra que anunciamos se ha hecho carne y se dona en el sacramento. Decía San Ambrosio: ‘Tú te has mostrado a mí cara a cara, y yo te encuentro en los sacramentos’. Donar, perdonar, donarse, perdonarse, Eucaristía, reconciliación, unción, nos está llamando, nos está arrancando esa alegría que no nos pertenece, que viene del Señor, nuestro Pueblo”.
Finalmente -señaló- “ser testigos de la vida cristiana, animar a las comunidades, el munus regendi, educar, servir, para una vida cristiana gozosa.
El arzobispo de Bahía Blanca pidió que Dios “nos abra a la entrega, a una generosa alegría, alegre pero que duele, porque es pascual. Nuestra mirada final a nuestra Virgen de la Merced”.
Al concluir la homilía, se cantó un poema al sacerdocio del beato Eduardo Pironio, cuya música fue compuesta por un sacerdote de esa arquidiócesis.+