Jueves 21 de noviembre de 2024

El Papa: El deseo es el signo de la presencia de Dios en nosotros

  • 12 de octubre, 2022
  • Ciudad del Vaticano (AICA)
Francisco dedicó la audiencia de hoy al deseo, elemento indispensable del discernimiento. Al final, un llamamiento más para que cese la violencia en Ucrania.
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“Una persona que nunca desea es una persona estática, tal vez enferma, casi muerta”, dijo el papa Francisco, que dedicó la audiencia de este miércoles 12 de octubre, pronunciada en la Plaza de San Pedro, a uno de los elementos indispensables del discernimiento: el deseo, que “en su raíz es una nostalgia de plenitud que nunca encuentra plena realización”, y es el signo de la presencia de Dios en nosotros”.

En su catequesis, el Santo Padre recordó que estamos repasando los elementos del discernimiento. “Después de la oración y el conocimiento de sí, hoy –dijo el Papa– quisiera hablar de otro ‘ingrediente’ indispensable: hoy quisiera hablar del deseo. De hecho, el discernimiento es una forma de búsqueda, y la búsqueda nace siempre de algo que nos falta pero que de alguna manera conocemos”. 

“¿Este conocimiento de qué tipo es?", se preguntó el pontífice y explicó: "Los maestros espirituales lo indican con el término 'deseo' que, en la raíz, es una nostalgia de plenitud que no encuentra nunca plena satisfacción, y es el signo de la presencia de Dios en nosotros. El deseo no son las ganas del momento. La palabra italiana viene de un término latín muy hermoso, de-sidus, literalmente “la falta de la estrella”, del punto de referencia que orienta el camino de la vida; esta evoca un sufrimiento, una carencia, y al mismo tiempo una tensión para alcanzar el bien que falta”, señaló.

El Santo Padre continuó señalando que el deseo es la brújula “para entender dónde me encuentro y dónde estoy yendo”. En este sentido, precisó que el deseo sincero “sabe tocar en profundidad las cuerdas de nuestro ser, por eso no se apaga frente a las dificultades o a los contratiempos. Es como cuando tenemos sed: si no encontramos algo para beber, esto no significa que renunciemos, es más, la búsqueda ocupa cada vez más nuestros pensamientos y nuestras acciones, hasta que estamos dispuestos a hacer cualquier sacrificio para apaciguarlo”.

En este sentido, Francisco recalcó que los fracasos no sofocan el deseo, sino que lo hacen “todavía más vivo en nosotros”. Asimismo, recuerda que el deseo, a diferencia de las ganas, perdura en el tiempo, y puso por ejemplo al joven que desea ser médico, quien “tendrá que emprender un recorrido de estudios y de trabajo que ocupará algunos años de su vida, como consecuencia tendrá que poner límites, decir algún “no”, en primer lugar, a otros recorridos de estudio, pero también a posibles entretenimientos o distracciones, especialmente en los momentos de estudio más intenso”, señaló.

Al hilo de esta idea, Francisco puntualizó que es “el deseo lo que marca la diferencia entre un proyecto exitoso, coherente y duradero, y las mil ambiciones y los tantos buenos propósitos de los que, como se dice, “está empedrado el infierno”.

Al final de su alocución, el Papa advirtió que hoy vivimos en un mundo de “máxima libertad de elección”, lo cual hace que se corra el peligro de que “se atrofie el deseo, mayormente reducido a las ganas del momento”. Y es que el pontífice considera que el estar “bombardeados por miles de propuestas, proyectos, posibilidades”, hace que corramos el riesgo “de distraernos y no permitirnos valorar con calma lo que realmente queremos”.

Asimismo, el Obispo de Roma lamentó que son muchas las personas que sufren porque no saben “qué quieren hacer con su vida; probablemente nunca tomaron contacto con su deseo profundo”, lo que trae consigo el riesgo “de trascurrir la existencia entre intentos y expedientes de diversa índole, sin llegar nunca a ningún lado, o desperdiciando oportunidades valiosas”.

He aquí, pues, la invitación del Papa a pedir al Señor que nos ayude a conocer en profundidad el deseo y que nos dé la fuerza para realizarlo. “Es una gracia inmensa, sobre la base de todas las demás: permitir que el Señor, como en el Evangelio, haga milagros en nosotros: Danos el deseo y hazlo crecer, Señor”.

"Después de todo, también Él tiene un gran deseo para nosotros: hacernos partícipes de su plenitud de vida".+