Miércoles 30 de octubre de 2024

El Papa, a seminaristas italianos: la Iglesia es una 'obra en construcción'

  • 16 de febrero, 2024
  • Ciudad del Vaticano (AICA)
En un encuentro con los seminaristas y la comunidad del seminario napolitano "Alessio Ascalesi", el pontífice les recordó que "la Iglesia es, ante todo, una obra abierta".
Doná a AICA.org

“La Iglesia es, ante todo, una obra abierta”, que “permanece constantemente en movimiento, abierta a la novedad del Espíritu, superando la tentación de preservarse a sí misma y a sus propios intereses”. El Papa Francisco ofreció esa idea al dirigirse, el viernes 16 por la mañana, a los seminaristas y miembros de la comunidad del seminario "Alessio Ascalesi" de la arquidiócesis de Nápoles, que celebra el 90º aniversario de su inauguración.

Una Iglesia sinodal en construcción
En las palabras que preparó ante el grupo en la Sala Clementina, el Papa reflexionó sobre la naturaleza permanente de la formación sacerdotal, necesaria para llevar la “belleza del Evangelio” a la gente de nuestro tiempo, escuchando al Espíritu Santo y sus demandas.

“Recordemos" -dijo- “que la formación nunca termina, dura toda la vida , y si se detiene, no nos quedamos donde estábamos, sino que retrocedemos”.

Una Iglesia sinodal que camina junto a Cristo crucificado y resucitado, y escucha al Espíritu, requiere ministros, es decir “siervos”, que “sepan adoptar un estilo de discernimiento pastoral en cada situación”, afirmó el Papa.  

“No podemos ofrecer respuestas monolíticas y prefabricadas a la compleja realidad de hoy, pero debemos invertir nuestras energías en anunciar lo esencial, que es la misericordia de Dios, y manifestarlo a través de la cercanía, la paternidad, la gentileza, perfeccionando el arte del discernimiento”.

El camino al sacerdocio es también una obra de construcción
Por eso, explicó, el camino hacia el sacerdocio es también una obra de construcción, en la que los futuros sacerdotes están “llamados a involucrarse en la verdad, permitiendo a Dios construir su obra a lo largo de los años”.

Al respecto, el Santo Padre invitó a los seminaristas a no tener miedo de “dejar que el Señor actúe” en sus vidas a través del Espíritu Santo: “Después de limpiar las falsedades interiores, el Espíritu os dará un corazón nuevo, edificará vuestra vida según el estilo de Jesús, os hará nuevas criaturas y discípulos misioneros”.  

“Ciertamente, puede ser un trabajo duro”, observó el Papa, “pero si permanecen dóciles y verdaderos, abiertos a la acción del Espíritu, sin endurecerse ni defenderse, descubrirán la ternura del Señor en sus debilidades, y en la pureza y alegría del servicio”.

Por ello, Francisco animó a los seminaristas a “profundizar”, a “hacer la verdad” en sí mismos, cultivar la vida interior, meditar la Palabra de Dios y “profundizar en las cuestiones de nuestro tiempo y en las cuestiones teológicas y pastorales”.

El Papa también recomendó trabajar la madurez emocional y humana: “Sin ella”, dijo, “¡no se llega a ninguna parte!”

Al señalar que el seminario en sí es una obra de construcción, donde se introducen nuevos programas de formación para adaptar el ministerio sacerdotal a las necesidades de nuestro tiempo, el pontífice acogió las “novedades” como “oportunidades de gracia y de servicio, discerniendo la presencia de Dios”.

La fraternidad, uno de los mayores testimonios que los sacerdotes pueden ofrecer al mundo
Al finalizar su discurso, el Papa animó a los miembros de la comunidad del seminario "Alessio Ascalesi" a "recorrer el camino de conversión y de renovación", tal como exhortó en su mensaje de Cuaresma, dejándose "conquistar por un asombro renovado", por el amor de Dios”, por “redescubrir con alegría el sabor de la sobriedad”, por cuidar de los pobres, de la justicia y de la creación, y por “vivir en paz y armonía y aprender a vivir en fraternidad con humildad”.

“La fraternidad”, subrayó, “es, especialmente hoy, uno de los mayores testimonios que podemos ofrecer al mundo”.

Francisco concluyó confiando su "trabajo en progreso" al santo patrono de Nápoles, San Genaro, a San Vicente Romano, párroco que se formó en ese seminario, y a su padre espiritual, el beato Mariano Arciero, cuya fiesta se celebra el 16 de febrero.+