Miércoles 2 de abril de 2025

Card. Rossi: 'La conversión es un evento pascual'

  • 1 de abril, 2025
  • Córdoba (AICA)
"Algo tiene que morir en mí en esta Cuaresma, algo tiene que resucitar en mí", anima el arzobispo de Córdoba en el tercer domingo de Cuaresma, al reflexionar sobre la parábola del hijo pródigo.
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El arzobispo de Córdoba, cardenal Ángel Rossi SJ, celebró la misa del domingo IV de Cuaresma, domingo de la alegría, en la catedral Nuestra Señora de la Asunción. En su homilía, animó a la conversión de corazón, para renacer a la vida de hijos de Dios.

"Estamos en tiempo penitencial, parecería que no calza, pero justamente es esta especie de delicadeza de la liturgia de la Iglesia, que nos pone en el medio este anticipo de la Pascua", señaló, en alusión al Domingo de Laetare, y añadió: "Es como que nos pone en clave de fiesta, como dándonos ánimos para seguir rezando, para seguir haciendo nuestro camino penitencial hacia la Pascua".

Por lo tanto, planteó, "es un domingo en clave de fiesta", y consideró: "Hay una doble fiesta; una es la fiesta del pueblo de Israel que, después de 40 años, entra en la tierra prometida y, en el Evangelio, es la fiesta que el padre hace del hijo pródigo que ha vuelto a casa".

El arzobispo cordobés mencionó después dos peregrinaciones. En primer lugar, la del pueblo de Israel, que entra en la tierra prometida, símbolo del ir de la esclavitud del pecado a la liberación. "Un poco es la experiencia interior nuestra este Éxodo. No basta con salir, hay que llegar. Es animarse a dirigirse hacia algo y, sobre todo, hacia Alguien".

La segunda peregrinación es la del hijo pródigo, cuando "toca fondo". "Quizá el primer desafío para nosotros es revisar en nuestra vida espiritual: ¿cuál es mi país lejano, cuando yo dejo la Casa con mayúscula, cuando yo me alejo de Dios, cuando pido la herencia y me manejo solito, cuando rumbeo por caminos que no son los del Señor?"

"Llevamos adentro ese país lejano: algunos dispersándose, otros en sí mismos, otros dejando de rezar, otros a través de la oferta de todo lo que es la sensualidad, en fin... Sería lindo que uno pueda ponerle nombre al país lejano personal, aquel adonde uno se escapa cuando rechaza el amor del Señor", sugirió.

A su vez, sugirió que el hermano mayor, que habla de ley, "no entendió nunca la paternidad, no entendió lo que es ser hijo. Es un mercenario, un pensionado en su casa, un negociante del amor que da y que reclama, que trabaja y pide recompensa, negocia su cariño, su afecto, su servicio y, lo peor de todo, se cree bueno".

"El desafío, justamente, es salir de nuestro chiquero, animarnos a desmantelar la trastienda de nuestros corazones -muchas veces una trastienda incluso camuflada de bondad-, y la conversión, que es lo que estamos intentando en este tiempo de Cuaresma y este tiempo de jubileo", enumeró.

"Este es el desafío: cambiamos de ruta, cambiamos de cabeza, cambiamos de corazón, cambiamos de mirada, lo cual es una gracia, se pide humildemente, se trabaja, pero se pide también, porque solos no nos da el cuero", indicó e invitó a pedirlo humildemente.

"La conversión no es un pequeño ajuste; la conversión no es un retoque de la fachada, no es un pequeño cambio que no nos desinstale demasiado; sino que la conversión es, justamente, un evento pascual, es un paso de la esclavitud a la libertad, es un rechazo del pasado y una apertura hacia el futuro. Algo tiene que morir en mí en esta Cuaresma, algo tiene que resucitar en mí", concluyó el purpurado.+