Miércoles 24 de abril de 2024

Bartolomé I: La Fe es la señal evidente del camino que hemos recorrido juntos

  • 11 de octubre, 2012
  • Ciudad del Vaticano
"La apertura del Concilio Vaticano II, piedra angular y transformadora, estuvo inspirada por el hecho fundamental de que el Hijo y el Logos encarnado de Dios está donde hay dos o tres reunidos en su nombre y de que el Espíritu que procede del Padre nos guiará hacia toda la verdad", fueron palabras del el patriarca ecuménico Bartolomé I de Constantinopla pronunciadas hoy ante los miles de fieles reunidos en la Plaza de San Pedro en el curso de la ceremonia de inauguración del Año de la Fe. "Nuestra presencia aquí significa y sella nuestro compromiso de testimoniar juntos el mensaje de salvación y sanación para nuestros hermanos más pequeños: los pobres, los oprimidos, los olvidados en el mundo que Dios creó. Recemos por la paz y la salud de nuestros hermanos y hermanas cristianos que viven en Medio Oriente", pidió el Patriarca.
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"La apertura del Concilio Vaticano II, piedra angular y transformadora, estuvo inspirada por el hecho fundamental de que el Hijo y el Logos encarnado de Dios está donde hay dos o tres reunidos en su nombre y de que el Espíritu que procede del Padre nos guiará hacia toda la verdad", fueron palabras del el patriarca ecuménico Bartolomé I de Constantinopla pronunciadas hoy ante los miles de fieles reunidos en la Plaza de San Pedro en el curso de la ceremonia de inauguración del Año de la Fe.

"En el curso de las últimas cinco décadas, expresó el Patriarca, los logros de esta asamblea fueron diversos, como demuestran una serie de constituciones, declaraciones y decretos importantes e influyentes. Asistimos a la renovación del espíritu y al "regreso a las fuentes" a través del estudio de la liturgia, la investigación bíblica y las enseñanzas patrísticas".

"Hemos apreciado el esfuerzo por liberarse gradualmente de la limitación del rígido escolasticismo para llegar a la apertura del encuentro ecuménico que desembocó en la revocación recíproca de las excomuniones del año 1054, el intercambio de saludos, la restitución de las reliquias, el inicio de diálogos importantes y las visitas recíprocas a las sedes respectivas", manifestó Bartolomé I.

"Nuestro camino, añadió, no fue siempre fácil o exento de sufrimientos y desafíos. La teología fundamental y los temas principales del Concilio Vaticano II -el misterio de la Iglesia, la sacralidad de la liturgia y la autoridad del obispo- son difíciles de aplicar con esmero y su asimilación es una tarea que requiere una entera vida y la labor de toda la Iglesia".

"Prosiguiendo nuestro camino, damos gracias y alabamos al Dios vivo -Padre, Hijo y Espíritu Santo- porque la misma asamblea episcopal reconoció la importancia de la reflexión y del diálogo sincero entre nuestras "iglesias hermanas".

Nos unimos "en la espera que derrocado todo muro que separa la Iglesia occidental y la oriental, se hará una sola morada, cuya piedra angular es Cristo Jesús, que hará de las dos una sola casa".

"Nuestra presencia aquí significa y sella nuestro compromiso de testimoniar juntos el mensaje de salvación y sanación para nuestros hermanos más pequeños: los pobres, los oprimidos, los olvidados en el mundo que Dios creó".

Recemos por la paz y la salud, pidió Bartolomé I, de nuestros hermanos y hermanas cristianos que viven en Medio Oriente. En el torbellino de violencia, separación y división que se extiende cada vez más a los pueblos y las naciones, puedan servir de modelo para el mundo el amor y el deseo de armonía que aquí profesamos y la compresión que buscamos mediante el diálogo y el respeto mutuo".

"Y que la humanidad pueda tender la mano ?al otro? y aunar sus esfuerzos para vencer el dolor de los pueblos en cualquier lugar, sobre todo por hambre, enfermedades, calamidades naturales y por la guerra que, al final, afecta a todas nuestras vidas".

"A la luz de cuanto tiene que hacer todavía la Iglesia en el mundo y, con gran aprecio por todo el progreso que hemos compartido, nos sentimos honrados de haber sido invitados a participar y -humildemente llamados a hablar- en esta solemne y gozosa conmemoración del Concilio Vaticano II".

"No es mera coincidencia, concluyó el Patriarca de Constantinopla, que esta ocasión marque en su Iglesia la inauguración del Año de la Fe, dado que la fe constituye una señal evidente del camino que hemos recorrido juntos a lo largo del sendero de la reconciliación y de la unidad visible".+