Sábado 20 de abril de 2024

Adán infringió la ley del ayuno que ya regía en el Paraíso

  • 7 de marzo, 2016
  • Buenos Aires (AICA)
En la Iglesia de rito bizantino la Cuaresma o Gran Ayuno, está precedida por el Domingo del Perdón, una jornada en la que contemplando el icono de la Expulsión del Paraíso, se recuerda el pecado y la desobediencia original por querer ser como Dios y vivir sin Dios. En su infinita misericordia, Dios ofrece su amor y perdón, pero el camino de retorno a la comunión y a la gracia supone el vaciamiento de sí mismo, una verdadera "kenosis" por el ayuno, la oración y el perdón.
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El miércoles de Ceniza, día en el que la Iglesia prescribe una jornada de ayuno y abstinencia, comienza el tiempo de Cuaresma, cuarenta días en los que los cristianos se preparan a celebrar la Pascua con la práctica de la oración, la penitencia y las obras de misericordia. Esto último con mayor intensidad en este Año Santo de la Misericordia.

En la Iglesia de rito bizantino la Cuaresma o Gran Ayuno está precedida por el Domingo del Perdón, una jornada en la que, contemplando el ícono de la Expulsión del Paraíso, se recuerda el pecado y la desobediencia original por querer ser como Dios y vivir sin Dios. Sin embargo, en su infinita misericordia, Dios ofrece su amor y perdón, pero el camino de retorno a la comunión y a la gracia supone el vaciamiento de sí mismo, una verdadera "kenosis" por el ayuno, la oración y el perdón.

La hermana Mónica Jaciuk, de la Orden de San Basilio Magno, de rito bizantino, envió a AICA una nota con reflexiones sobre este Domingo del Perdón que se celebra en las iglesias orientales antes de la Cuaresma.

El Domingo del Perdón en la Iglesia Bizantina

El ícono de la Expulsión del Paraíso refleja las primeras páginas de la Sagrada Escritura y la Iglesia Bizantina lo presenta, el domingo anterior al inicio de la Cuaresma o del Gran Ayuno, para recordar la desobediencia original y la necesidad del retorno a la comunión por el perdón y el ayuno.

Dios dijo: "Puedes comer de todos los árboles que hay en el jardín, exceptuando únicamente el árbol del conocimiento del bien y del mal. De él no deberás comer, porque el día que lo hagas quedarás sujeto a la muerte". (Gn 2,16-17). Al referirse a esta orden divina, San Basilio observa que "el ayuno ya existía en el paraíso", y que "la primera orden en este sentido fue dada a Adán". Por lo tanto, concluye: "El ?no deberás comer? es, pues, la ley del ayuno y de la abstinencia" (cf. Sermo de jejunio: PG 31,163,98).

Cuando Adán y Eva comieron el fruto prohibido, se dieron cuenta de que estaban desnudos e intentaron cubrirse con hojas de higuera. "Al oír la voz del Señor Dios que se paseaba por el jardín? se ocultaron de él? (cf. Gen 3:8).

Pero Dios los llama. En el ícono aparecen avergonzados, de pie ante Cristo, la promesa redentora dada por Dios (cf. Gen 3, 15). Cristo tiende la mano a Adán porque el dolor del pecado se atenúa con la esperanza de redención: Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso (cf. Lc. 23,43).

Ante la tentación, y por su falta de ayuno y de abstinencia, Adán desobedece y trae la muerte. En contraposición, Cristo, "el nuevo Adán", el perfecto obediente, inicia su misión redentora y vence la tentación ayunando cuarenta días. Y, al consumarse la redención, el ícono de la Resurrección presenta a Cristo sacando a Adán de lo profundo del abismo, tomándolo de la mano, con poder y vida.

A causa de la desobediencia, Dios ordenó que Adán y Eva fueran expulsados del jardín. El ícono muestra al arcángel del Señor ejecutando la expulsión, a través de la puerta del Edén, donde un querubín con una espada encendida y designado por Dios, custodia la puerta que conduce al camino del árbol de la vida (cf. Gen 3:23-24). Querubín significa rebosante de sabiduría, porque su cercanía con el Creador lo impregna de un conocimiento más perfecto. Y la simbología iconográfica lo representa con una espada de poder porque su misión es custodiar la gloria de Dios.

Por su parte, como intermediarios directos de Dios y con anuncios muy importantes, los arcángeles traen mensajes de bendición o castigo. Así, uno de ellos anuncia la expulsión, y otro llamado Gabriel -que significa Fortaleza de Dios- trae el anuncio a la Virgen Santísima: el niño será Santo y será llamado Hijo de Dios (cf. 1, 35). Por ello, siempre la Anunciación ?25 de marzo- se celebra durante la Cuaresma o Gran Ayuno.

Asimismo, vemos que Adán y Eva se alejan del Edén vistiendo ropas de pieles que Dios ha hecho para ellos (cf. Gen 3:21). En un acto de Misericordia Divina, una vida inocente tuvo que ser sacrificada antes de que ellos fueran vestidos.

Adán quiso cubrirse con hojas de higuera y no pudo, es Dios el que tiene que proporcionar la túnica adecuada para que el hombre se presente delante de Él (Dios). Luego, sólo en Cristo se está dignamente vestido para presentarse ante Dios. Por eso, la Iglesia proclama: los que han sido bautizados en Cristo se han revestido de Cristo" (cf.Rom, 6-3).

Así, en la Iglesia Bizantina el domingo anterior al día del inicio de la gran Cuaresma, llamada Gran Ayuno, Domingo del Perdón - Domingo de la Abstinencia de los Lácteos, se contempla el ícono de la expulsión con la esperanza de que Dios perdone la desobediencia de Adán y perdone los pecados actuales de la humanidad que, siguiendo sus propios deseos, también hoy desobedece al Creador. Y se ofrece el perdón porque se quiere recibir perdón para volver a la comunión, a la gracia del Paraíso, a la inmortalidad y a los dones preternaturales.

Es el día en el que, después de la Divina Liturgia o de Vísperas, con el Rito del Perdón, todos: sacerdotes, monjes y fieles piden perdón diciendo unos a otros: "Perdóname, si de cualquier manera te ofendí"; y al mismo tiempo se ofrecen el perdón respondiendo: "¡Qué Dios en su bondad te perdone, yo también te perdono!".

Pedir perdón y escuchar el pedido de perdón, sana. Perdonar y recibir el perdón permite volver a Dios. Es ser abrazado por la Misericordia y abrazar con misericordia. Así, la Iglesia Bizantina invita a entrar en el Gran Ayuno o Cuaresma en comunión: para rezar, ayunar libre de la carga de toda ofensa y pecado; para lograr la conversión y desde una kenosis ser deificado. Este tiempo de Gran Ayuno o Cuaresma nos invita a palpitar la Misericordia de Dios. (Hna. Lic. Mónica Jaciuk OSBM).+