Esta advocación de la Santísima Virgen se originó en 1830 por iniciativa de Santa Catalina Labouré, de la Congregación de las Hijas de la Caridad, que hizo acuñar una medalla de la Virgen María, despidiendo rayos de luz de sus manos y pisando la cabeza de un dragón, que representa al demonio. Alrededor se lee: "Oh, María, sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a vos". Las curaciones y milagros atribuidos a esta medalla hicieron que se la llamara "Milagrosa". Estos mismos milagros y la visión de Santa Catalina, constituyeron una preparación inmediata a la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción, que se produjo 24 años después.