Eran dos hermanos, naturales de Egea, en Asia Menor (hoy Turquía), y médicos distinguidos bajo Diocleciano y Maximiano. Curaban gratuitamente a los enfermos y realizaron, según la tradición, algunas curaciones milagrosas en nombre de Cristo. Denunciados de ser cristianos, el prefecto Lisias los sometió a crueles suplicios y los mandó decapitar el año 285. Sus cuerpos fueron trasladados al antiguo templo de Rómulo, en el Foro Romano, que el papa Félix IV convirtió en basílica de los santos Cosme y Damián. Pocos santos fueron tan populares desde los primeros tiempos del cristianismo y durante la Edad Media, como estos mártires orientales. Cosme y Damián son los patronos de los médicos.