Miércoles 24 de abril de 2024

Francisco escuchó la predicación del Card. Cantalamessa sobre la Pasión del Señor

  • 7 de abril, 2023
  • Ciudad del Vaticano (AICA)
El Papa no se postró en la nave central de la basílica de San Pedro como es habitual. El predicador de la Casa Pontificia advirtió sobre un "relativismo" que invade todos los campos.
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El papa Francisco participó, este Viernes Santo, de la liturgia de la Pasión del Señor en la basílica de San Pedro, en la que escuchó al predicador de la Casa Pontificia, cardenal Raniero Cantalamessa, quien denunció el "relativismo total" que impregna todo "nuestro mundo occidental descristianizado".

El pontífice no se postró en la nave central de la basílica al inicio de la ceremonia, como es tradición en esa liturgia, sino que permaneció en silencio durante casi dos minutos sentado en su silla de ruedas, a raíz de los problemas que sufre en su rodilla.

En su homilía, el cardenal Cantalamessa recurrió a textos de los filósofos alemanes Martin Heidegger y Friedrich Nietzche, para resaltar la creencia cristiana en Dios. También citó al poeta Dante y, de forma implícita, al pensador polaco Zygmunt Bauman.

“Dios conoce nuestro orgullo y ha venido a nuestro encuentro. Él se ha ‘aniquilado’ primero delante de nuestros ojos. Él murió por nuestros pecados y por los del mundo entero. Pero su resurrección nos asegura que este camino no conduce a la derrota sino que, gracias a nuestro arrepentimiento, conduce a esa ‘apoteosis de la vida’, buscada en vano por otros caminos”, expresó el purpurado.

El cardenal Cantalamessa señaló que, desde hace 2.000 años, la Iglesia anuncia y celebra, en este día, la muerte del Hijo de Dios en la Cruz. Por ello, en cada Misa, después de la consagración repetimos: “Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección. ¡Ven, Señor Jesús!”.

“Sin embargo, otra muerte de Dios ha sido proclamada durante más de un siglo en nuestro mundo occidental descristianizado. Cuando, en el ámbito de la cultura, se habla de la ‘muerte de Dios’, que es esta otra muerte de Dios – ideológica y no histórica -. Algunos teólogos, para no quedarse atrás, se apresuraron a construir sobre ella una teología: La teología de la muerte de Dios”.

Para hablar de esta “muerte ideológica de Dios”, el cardenal Cantalamessa se ayudó de la conocida proclama que Nietzsche pone en boca del "hombre loco", que llega sin aliento a la plaza de la ciudad y grita:

“¿A dónde se ha ido Dios? ¡Te lo diré yo! Fuimos nosotros quienes lo matamos: ¡tú y yo!... Nunca hubo acción más grande. Todos los que vengan después de nosotros, en virtud de esta acción, pertenecerán a una historia más alta que cualquier historia que haya existido hasta ahora”.

Aparentemente, no es la Nada lo que se pone en el lugar de Dios, indicó el predicador de la Casa Pontificia, sino el hombre y, más precisamente, el "superhombre", o "el más-allá-del-hombre". Y ante el miedo del vacío, la respuesta tácita y consoladora del "hombre loco" es que "¡no vagaremos en una nada infinita, porque el hombre cumplirá la tarea encomendada hasta ahora a Dios!".

“En cambio, nuestra respuesta como creyentes es '¡sí, y eso es exactamente lo que sucedió y está sucediendo!'. Vagamos espiritualmente como por una nada infinita. Es significativo que, precisamente en la estela del autor de esa proclama, algunos hayan llegado a definir la existencia humana como un ‘ser-para-la-muerte’, y a considerar todas las supuestas posibilidades del hombre como nulidades desde el principio”.

El cardenal Cantalamessa subrayó que las consecuencias de esta proclamación de la muerte de Dios han llevado a un relativismo total en todos los campos.

“Ella ha sido 'declinada' de las más diversas maneras y con los más diversos nombres, hasta convertirse en una moda, en un aire que se respira en los círculos intelectuales del Occidente “posmoderno”. El denominador común de todas estas diferentes declinaciones es el relativismo total en todos los campos: ética, lenguaje, filosofía, arte y, por supuesto, religión. Nada más es sólido; todo es líquido o, incluso, vaporoso. En la época del romanticismo, la gente se deleitaba en la melancolía; hoy, en el nihilismo”.

Jesús murió por nuestra salvación
Para el hombre moderno, precisó el predicador, todo esto no parece más que un mito etiológico para explicar la existencia del mal en el mundo. Pero Jesús murió por nuestros pecados, por nuestra salvación.

“¿Dios? ¡Fuimos nosotros quienes lo matamos: tú y yo!: grita el hombre loco. Esta cosa terrible en realidad sucedió una vez en la historia humana, pero en un sentido muy diferente de lo que Nietzche entendía. Porque es verdad, hermanos y hermanas: ¡fuimos nosotros, vosotros y yo, quienes matamos a Jesús de Nazaret! Él murió por nuestros pecados y por los del mundo entero (Jn 2,2). Pero su resurrección nos asegura que este camino no conduce a la derrota, sino que, gracias a nuestro arrepentimiento, conduce a esa ‘apoteosis de la vida’, buscada en vano por otros caminos”.

Atención al "agujero negro" del universo espiritual
"¿Por qué hablar de todo esto en una liturgia de Viernes Santo?", se preguntó el cardenal Cantalamessa: seguramente no para convencer a los ateos de que Dios no está muerto.

“No, el verdadero motivo es otro; es para evitar que los creyentes, quién sabe, tal vez solo unos pocos estudiantes universitarios, sean arrastrados a este vórtice del nihilismo, que es el verdadero ‘agujero negro’ del universo espiritual. El intento es de hacer resonar entre nosotros la exhortación, siempre actual, de Dante Alighieri: Sed, oh cristianos, en moveros más graves. No seáis como pluma a todo viento y no penséis que cada agua os lave”.

Sigamos pues, concluyó el Predicador, repitiendo agradecidos y más convencidos que nunca, las palabras que proclamamos en cada misa: “Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección. ¡Ven, Señor Jesús!”.+