Martes 19 de marzo de 2024

Mons. Ñáñez animó a "apostar decididamente por la bondad"

  • 28 de julio, 2020
  • Córdoba (AICA)
El arzobispo de Córdoba, monseñor Carlos José Ñáñez, presidió el 26 de julio la misa dominical en la parroquia Santa Inés, de la ciudad capital.
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El arzobispo de Córdoba, monseñor Carlos José Ñáñez, presidió el 26 de julio, solemnidad de Santa Ana y San Joaquín, la misa dominical en la parroquia Santa Inés, de la capital cordobesa.

En referencia a la liturgia, el arzobispo se centró, en primer lugar, en la figura de Salomón, sobre todo en su humildad: “Salomón sabe y reconoce que ha llegado a ser rey por un don gratuito de Dios, siendo que él es apenas un muchacho, un joven relativamente inexperto”.

“Aquí el rey reconoce a fondo su verdad, y desde ella eleva su petición. La súplica de Salomón tiene por objeto pedir a Dios la sabiduría necesaria para gobernar. La sabiduría es mucho más que la simple inteligencia: supone una mirada integral de la realidad, atiende al conjunto de las cosas y va  unida también a la ecuanimidad para juzgar”.

En segundo lugar, destacó que en el salmo responsorial, “el autor inspirado despliega una hermosa alabanza a la ley de Dios, fuente de sabiduría para el que la acepta y la asume como guía e inspiración de sus actos”. La segunda lectura, continuó, “es una exposición breve y muy rica de la providencia salvadora de Dios”.

Finalmente, el Evangelio, recordó, “nos presenta tres parábolas: dos de ellas, la del tesoro oculto en el campo y la de la perla preciosa que un comerciante encuentra. La tercera, la de la red que los pescadores echan en el mar, es quizá la más importante y guarda relación con la del trigo y la cizaña que meditábamos el domingo pasado”, destacó. “En la red se recogen toda clase de peces: buenos y malos”. 

“La red es símbolo de la predicación evangélica y de la acción apostólica. La salvación, en efecto, se ofrece a todas las personas sin distinción alguna. La selección, el discernimiento de los recogidos, se realiza después en la orilla. Los pescados buenos se colocan en canastas y los que no sirven se tiran. Este discernimiento, esta selección es una imagen del juicio final, en donde se dará la separación definitiva de los malos y los justos”, explicó. 

“La invitación que propone este texto evangélico es la de llegar a ser sabios y prudentes como el joven Salomón. Podríamos decir: a ser como un buen pescado que se coloca en las canastas, a ser como el trigo que se guarda en los graneros. Acojamos de buena gana esta invitación”, animó.

En continuidad con la reflexión del domingo anterior, cuando señalaba que “la corrupción impulsa a llamar bien al mal y mal al bien, y que alienta a obrar desde esa confusión, desde esa mentira”, monseñor Ñáñez alertó en esta oportunidad sobre la impunidad, la falta de una sanción social y legal a este modo de proceder. “La falta de esa sanción y de la debida reparación termina privilegiando siempre a los fuertes y prepotentes”, advirtió.

En ese sentido, consideró que “la justicia, en efecto, debe dar tranquilidad y seguridad a la sociedad toda”. Las parábolas del tesoro y de la perla, señaló, “nos invitan a mirar lo que es lo bueno, lo que realmente vale la pena y enamorarnos de ello, apostar decididamente por la bondad. No hay que tener miedo a ser buenos”, aconsejó.

“La parábola del tesoro y la de la perla representan lo que la providencia salvadora de Dios prepara para todos y ofrece con generosidad. Es una invitación a elegir y a perseverar en esa elección”, sostuvo.+