Domingo 24 de noviembre de 2024

Mons. Martín: "Sirviendo a Jesús en los que sufren, encontramos la felicidad"

  • 14 de febrero, 2023
  • Rosario (Santa Fe) (AICA)
En el marco de la Jornada Mundial del Enfermo, el arzobispo de Rosario presidió la celebración eucarística en el santuario "Nuestra Señora de Lourdes"
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En el marco de la Jornada Mundial del Enfermo, el arzobispo de Rosario, monseñor Eduardo Eliseo Martín, presidió la celebración eucarística en el santuario “Nuestra Señora de Lourdes” de la ciudad de Rosario. Estuvo acompañado por el párroco y rector, el padre Juan José Estrade; el canciller, presbítero Juan Pablo Masramón; y algunos otros sacerdotes del clero arquidiocesano.

Dirigiéndose a los fieles de la comunidad y a todos los peregrinos que llegaron al Santuario, monseñor Martín expresó: “¡Bendito sea Dios que nos ha bendecido en Cristo con toda clase de bienes espirituales y celestiales! Sí, bendito sea Dios que nos ha regalado a su madre, la Virgen, porque a través de ella nos ha venido Jesucristo, el Señor”.

“Sí, queridos hermanos y hermanas, Dios en su infinita misericordia, a lo largo del tiempo, de la historia y de distintos lugares, ha querido llenarnos de consuelo, renovar nuestra esperanza y nuestra fe, a través de la Virgen”, señaló en su homilía, y añadió: “La Virgen también se revela a los humildes. Como hoy, al recordar a la Virgen de Lourdes, que se aparece a una pequeña muchacha de pueblo, Santa Bernardita. La Virgen se le revela dándole este mensaje del perdón de los pecados, de construir un templo, y el agua que comienza a brotar, con todo lo que significa el agua, agua que nos trae purificación, sanación y salud”.

Lo primero es la humildad
En ese sentido, detalló que “lo primero que tenemos que pedir al Señor es la gracia de la humildad. La humildad derrite a Dios, la humildad nos abre la puerta de la misericordia. No importa nuestro pasado, no importan la cantidad de pecados, no importa lo malo que podamos haber hecho. La humildad nos abre a la misericordia de Dios. Como el buen ladrón en la cruz. Todas las barreras se derriban ante el humilde pedido de perdón”.

Haciendo hincapié en que Dios se revela a los humildes, aseguró que “si nosotros queremos crecer en la vida de fe, en la vida cristiana, tenemos que pedir la gracia de ser humildes”.

“Esa humildad que es reconocernos pecadores, reconocer nuestras miserias, reconocer los dones que Dios nos da. Dones que no son cosas nuestras, sino que son obra de Dios. Lo primero es la humildad. Es lo primero que quería compartir y lo primero que pido para mí y también para ustedes”, manifestó.

Optar por el Señor
En segundo lugar, abordó “el gran drama de nuestra vida, el gran drama de nuestra libertad, el gran drama del enemigo que permanentemente nos susurra queriéndonos apartarnos de Dios. Y el Señor, a través de su espíritu, quiere ayudarnos a seguir el camino de la salvación”.

Haciendo alusión a la Inmaculada Concepción, indicó que “en María se realiza el proyecto de Dios, donde el pecado no ha tenido nada que ver, se ha mantenido a distancia el pecado”. Mientras que a nosotros “nos queda la inclinación al mal, por eso siempre tenemos que combatir. Esto se juega cada día, en cada momento, en cada instante: optar por el Señor u optar por el mal”, añadió.

Volviendo sobre el Evangelio del día, expresó: “Por eso, ‘hacé lo que Dios te dice’. Estas palabras de la Virgen también nos hacen bien, es el camino a la felicidad. Esto es lo que hay que hacer, seguir a Dios, este es el camino de la santidad”.

“La segunda gracia que pedimos es que siempre tengamos a la Virgen como nuestra abogada, para que por su intercesión nos veamos libres del pecado y podamos progresar y crecer en hacer la voluntad de Dios, para alcanzar la felicidad eterna del Cielo. Y las veces que pecamos, volver humildemente al Sacramento de la Confesión y pedir perdón con la certeza del perdón de Dios, que nos hace renacer después de cada confesión”, manifestó al concluir el segundo punto de su homilía.

Sirviendo a Jesús en los que sufren encontramos la felicidad
“Nosotros, que somos débiles y frágiles, que padecemos la enfermedad, necesitamos siempre el consuelo de Dios y los signos sensibles por los cuales Él nos manifiesta su amor, especialmente la unción de los enfermos, donde podemos experimentar el amor de Dios. Él quiere mostrarnos siempre que nos ama”, afirmó el arquidiocesano.

“Al sobrellevar las enfermedades con fe, colaboramos con la redención del mundo, se convierten en purificación para nuestras vidas. Todo en la vida cristiana tiene valor, tiene un sentido”, añadió.

La oración que tenemos que hacer, dijo, es “Señor tengo esta enfermedad, o este ser querido tiene este sufrimiento, yo te pido que lo cures por intercesión de la Virgen, pero si esto no conviene a la salud del alma, no me lo des, dame aquello que es para mi felicidad eterna”.

Porque de nada valdría vivir 120 años y condenarnos a la muerte eterna. De nada nos valdría el tiempo de nuestra vida, sino estamos con Dios.

“Hoy por ser el día del enfermo y frente a esta sociedad individualista, consumista, el mercado nos satura con supuestos productos con los cuales vamos a ser felices”, relató, aunque destacó que ninguno de ellos nos va a dar la vida eterna.

“Por eso, cuando nos dejamos atrapar por ese consumismo, nos hacemos egoístas y nos hacemos indiferentes al sufrimiento de los demás”, alertó, animando a salir de nuestra comodidad, salir de nuestro individualismo, salir de nuestro egoísmo.

“’Estuve enfermo y me viniste a ver’: en esto consistirá el juicio. Si no lo hago, el Señor me pedirá cuentas. Es la ocasión que Dios nos da para amarlo a Él en los hermanos que sufren. Sirviendo a Jesús en los que sufren, encontramos la felicidad”, concluyó. +