Miércoles 24 de abril de 2024

Mons. Marino celebró en Mar del Plata sus bodas de oro sacerdotales

  • 29 de noviembre, 2021
  • Mar del Plata (Buenos Aires) (AICA)
"Te doy gracias, Señor, de todo corazón", expresó el obispo emérito de Mar del Plata en la misa celebrada en la iglesia catedral acompañado del obispo diocesano.
Doná a AICA.org

El obispo emérito de Mar del Plata, monseñor Antonio Marino, celebró el sábado 27 de noviembre su 50º aniversario de ordenación sacerdotal en una misa en la catedral de los santos Pedro y Cecilia, acompañado del obispo diocesano monseñor Gabriel Mestre, del obispo auxiliar, monseñor Darío Rubén Quintana OAR  y de numerosos sacerdotes, diáconos, consagrados, consagradas, feligresía de esta catedral, amigos de esta diócesis y sus familiares.

“Te doy gracias, Señor, de todo corazón”, dijo monseñor Marino en su homilía al hacer un repaso de su vida sacerdotal.

“En esta fecha que trae para mí tan intensas resonancias, y rodeado por la caridad de esta Iglesia de Mar del Plata, que sigue estando en mi corazón de obispo emérito”, dijo el obispo emérito, y expresó: “Deseo compartir unas pocas reflexiones que sean de mi parte como desahogo de un corazón lleno de gratitud, y para ustedes redunden en provecho espiritual”.

Monseñor Marino destacó que “a lo largo del tiempo en estos cincuenta años, día tras día, año tras año, como sacerdote primero y como obispo después, tuve el oficio de representar a Cristo cabeza y esposo de la Iglesia. Y por tanto, mi servicio debió ser un oficio de amor”. 

“Éste -subrayó el prelado- es el lema con que he procurado servir a la Iglesia y que -inspirado en San Agustín- quise explicitar en mi ordenación episcopal: Amoris officium, “Oficio de amor”.

El obispo emérito subrayó que “todo sacerdote que vive inmerso en la tarea pastoral, al mismo tiempo que enseña a interpretar los signos de Cristo que viene sin cesar, también aprende del contacto con el Pueblo de Dios, al acercarse a la vida de los hombres con sus luchas y dolores, sus alegrías y esperanzas”. 

“¡Cuántas veces -expresó- en la pastoral ordinaria me encontré con el equivalente existencial de los signos apocalípticos mencionados por Jesús! El miedo y la angustia, la oscuridad y el oleaje de las adversidades personales y sociales, son parte inevitable del panorama cotidiano en la vida de un ministro de la Iglesia”.

Más adelante manifestó que en estos años de vida sacerdotal pude también contemplar las maravillas de la gracia divina ante situaciones que exigían heroísmo sin rebajar las exigencias del Evangelio”. 

“Para un sacerdote -sostuvo- la celebración de este aniversario tan significativo, no puede ser otra cosa que pura alabanza de Jesucristo, sumo y eterno Sacerdote. El amor a la Virgen María me acompaña desde siempre. La Virgen María ha sido el regazo materno donde se refugió mi vida en mi largo itinerario hacia Cristo. Ella es también el espejo donde toda la Iglesia se mira para descubrir su verdadera identidad y el rostro de la belleza inmaculada con que Dios quiso dotarla”.

“Tú conoces mi debilidad, yo conozco tu misericordia. Que la hora de mi muerte sea la plenitud y consumación de mi sacerdocio, al participar de la tuya, la Hora sacerdotal por excelencia”, concluyó la homilía.

Con las Carmelitas Descalzas
Al día siguiente, monseñor Marino presidió la Eucaristía dominical en el monasterio de las hermanas Carmelitas Descalzas, a donde concurrió en compañía de sus dos hermanos mayores, Francisco y Teresa. 

"Estoy aquí en el Carmelo después de dos años de ausencia para expresar mi gratitud, en ocasión de celebrar mis cincuenta años de sacerdocio, y muchos de esos años, unos cuarenta y tres más o menos tuvieron relación con este Carmelo", expresó en la homilía.

“Este aniversario coincide con el inicio del Adviento, entre el Adviento del Señor precedida por la paciente espera de los siglos que la misión de la Iglesia existe un vínculo estrecho puesto que la Iglesia tiene como finalidad preparar la venida del Señor, mostrando a los hombres la meta final de la historia y el destino de eternidad que nos aguarda", agregó.

En tono confesional acerca de su experiencia pastoral, monseñor Marino expresó: "Aprendí que lo mejor que tiene la Iglesia no siempre brilla desde el candelero, sino que arde en forma oculta a nuestros ojos, pero está patente a los ojos de Dios. Hombres y mujeres de distintas edades y de variadas formas de presencia en el tejido social, exhalan el grato incienso que agrada a Dios con el discreto testimonio de sus vidas"

Luego de misa el obispo emérito de Mar del Plata accedió a una breve entrevista con el programa "Un Canto a la Vida" que se emite por Radio Grote y Cristo de los Villeros Radio y en ese marco hizo referencia al trabajo que realiza la Iglesia de Mar del Plata en las periferias: "Tengo en mi retina y en mis sentimientos a esa Mar del Plata y me consta que hay sacerdotes que dedican todo su tiempo a esa zona difícil en cuanto a las condiciones de vida, niñez y juventud en situación de riesgo. El hecho de que los sacerdotes estén allí todas las semanas es un trabajo para admirar", aseguró.+