Jueves 25 de abril de 2024

Mons. Conejero invita a imitar la impronta de María, la Madre de Jesús

  • 15 de julio, 2014
  • Formosa (AICA)
El obispo de Formosa, monseñor José Vicente Conejero Gallego, invitó a imitar y aprender de las actitudes de la Virgen María. Días antes de la Fiesta Diocesana de Nuestra Señora del Carmen, el prelado afirmó que María "se nos presenta como discípula misionera de su Hijo Jesús, Evangelio de Dios, como modelo y ejemplo de santidad y de gracia, como mujer fiel y creyente a la voluntad de Dios, como Madre intercesora y solícita de los hermanos de su Hijo".
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El obispo de Formosa, monseñor José Vicente Conejero Gallego, invitó a imitar y aprender de las actitudes de la Virgen María. Días antes de la Fiesta Diocesana de Nuestra Señora del Carmen, el prelado afirmó que María "se nos presenta como discípula misionera de su Hijo Jesús, Evangelio de Dios, como modelo y ejemplo de santidad y de gracia, como mujer fiel y creyente a la voluntad de Dios, como Madre intercesora y solícita de los hermanos de su Hijo".

La reflexión del obispo
Al comienzo de la Carta a los Hebreos, cuando se nos presenta a Jesucristo, Hijo de Dios, se afirma que Él es el resplandor de su gloria y la impronta de su ser (Heb 1, 3). La verdad que no podía ser de otra manera, pues es normal y natural que los hijos se parezcan a sus padres. El propio Jesús era bien consciente de esta conformidad y similitud, hasta el punto de llegar a decir El Padre y yo somos una sola cosa (Jn 10,30). Así mismo, podemos afirmar con certeza que Jesús, hijo de María, por ser también verdadero hombre, es parecido a su Madre y lleva la impronta de su ser.

Cuántas veces observamos, entre padres e hijos, su parecido tanto físico -fisonomía, gestos, tono de voz- como espiritual: sentimientos, actitudes y comportamientos, hasta el punto de decir: "Desde luego, aunque quisieras, no lo puedes negar; qué parecido eres, sales a tu padre, a tu madre?". Pues bien, Jesús además de ser la Imagen del Dios invisible (Col 1, 15) es imagen de María, su Madre, tiene su parecido y la impronta de su ser. De hecho, así era reconocido por los suyos: ¿No es acaso el carpintero, el hijo de María?? (Mc 6,3).

Pero Jesús no solamente se asemejaba a su Madre físicamente, quien le había dado su vida, su sangre, su naturaleza humana, al nacer en Belén; sino que de ella aprendió a hablar, a pensar, a orar. De ella aprendió la humildad, la alegría de alabar y bendecir al Padre Dios por su misericordia y su fidelidad a las promesas dadas a su pueblo; de María aprendió, como El mismo lo reconoció, a ser dichoso por escuchar y poner en práctica la Palabra y la Voluntad de Dios. (cfr. Lc 11, 28).

Y si María, Madre de Jesús, es Madre de la Iglesia y Madre nuestra, ¿cómo no habremos de parecernos a Ella, llevando la impronta de su ser? El parecido físico nos es transmitido por nuestros padres, pero María, nuestra Madre, debe ejercer en nosotros el parecido espiritual. ¿Quién no se siente atraído y necesitado de su maternidad? Ayudados por la gracia del Espíritu Santo, podemos, más aún, debemos para ser coherentes a este singular parentesco dado por Jesús en la Cruz en la persona de Juan, asemejarnos a nuestra Madre. Qué lindo que pudiéramos ser reconocidos como hijos de María por ser humildes, fieles, alegres y serviciales como Ella.

Un año más, tenemos en el mes de julio la gracia y la oportunidad de meditar, contemplar y celebrar el misterio de María, Madre y patrona de Formosa, viviendo la novena y la Fiesta Diocesana de Nuestra Señora del Carmen. Esta vez, motivada y relacionándola con la alegría del evangelio de nuestro querido papa Francisco. María se nos presenta como discípula misionera de su Hijo Jesús, Evangelio de Dios, como modelo y ejemplo de santidad y de gracia, como mujer fiel y creyente a la voluntad de Dios, como Madre intercesora y solícita de los hermanos de su Hijo, el fruto bendito de su vientre, Jesús.

Quiera Dios que la Fiesta Diocesana de este año 2014, "aquí y ahora", sea un verdadero tiempo de gracia y de salvación para todos. Que progresemos en conversión de vida, según el Evangelio de Jesús, personal, familiar y comunitaria. Que, además de ser cada día más y mejores hijos de Dios e hijos de María, instaurando la paz y la fraternidad universal, sepamos compartir con alegría, nuestra fe y nuestros bienes con los más pobres, entre ellos los inundados.

Jesús, Maestro y Señor, está siempre con nosotros, y con Él, como discípulos misioneros suyos, reflejemos su gloria y su vida, seamos impronta de su ser, como Él lo es del Padre Dios y de su Madre, María, Madre nuestra, de la Iglesia y de la humanidad.
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