Domingo 1 de diciembre de 2024

Mons. Castagna: Un proyecto auténtico de vida personal y social

  • 20 de noviembre, 2020
  • Corrientes (AICA)
Así lo consideró, al citar el prefacio para la solemnidad de Cristo Rey: "Reino eterno y universal, reino de verdad y de vida, reino de santidad y de gracia, reino de justicia, de amor y de paz".
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El arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Salvador Castagna, consideró que la solemnidad de Cristo Rey “no se adapta a un cierto triunfalismo temporalístico”.

“Cristo Rey, ¡aquella conmovedora consigna de los mártires mexicanos!, establece relación directa con la gracia del Espíritu; poder divino que hace fuertes a los débiles, sabios a los pequeños y sencillos, y exitosos a los seres más desafortunados”, expresó en su sugerencia para la homilía.

El prelado consideró que “así concluimos este año, con su dolorosa carga epidémica, diezmadora y desafiante”.

“Si los mártires vencieron, al referir su sacrificio a Cristo, Rey verdadero de un Reino que no es de este mundo, ¿por qué no lo intentamos nosotros también, cristianos actuales?”, planteó.

Monseñor Castagna recordó que su “señorío es suave y alentador, capaz de cambiar los corazones, las estructuras que regulan las relaciones personales y reemplazar el caos, que hoy nos agobia, por un orden que responda a la Verdad revelada y profesada”. 

“Concluyo con las palabras del Prefacio propio de esta Solemnidad: ‘reino eterno y universal, reino de verdad y de vida, reino de santidad y de gracia, reino de justicia, de amor y de paz’. Es un auténtico proyecto de vida personal y social”, sostuvo.

Texto de la sugerencia
1.- La pobreza inaceptable y la opción evangélica.
El código propio, para el juicio que se viene, es novedoso y presenta una inconfundible singularidad: Jesús se muestra representado por los pobres, hambrientos, sedientos, enfermos y encarcelados. Cuando la Iglesia se acerca a esa evangélica visión se la tacha de “pobrista” y, de esa manera, se la intenta desprestigiar, agrediendo explícitamente su doctrina y denigrando a sus pastores. Con ese mote se pretende ocultar una verdad dolorosa y la legítima misión eclesial de denunciar los padecimientos de vastos sectores de la sociedad, sumidos en la miseria y en la marginación. Me refiero a la pobreza que es producto de escandalosas desigualdades, inspiradas en el egoísmo y en la indebida administración de los bienes comunes. Desde el Papa León XIII disponemos de más de un siglo en el que el Magisterio de la Iglesia no ha dejado de expresar su solicitud evangélica, mediante un llamado coherente y urgente al restablecimiento de la justicia y a la instalación - sin exclusiones - de una auténtica fraternidad. De esta manera, su esfuerzo se mantiene orientado a reparar la justicia sobre la roca firme de la verdad. La Verdad es Cristo, su reinado no es de este mundo. Lo ha afirmado el mismo Señor - a una pregunta de Pilato - pocas horas antes de su crucifixión.

2.- El Reinado que no es de este mundo. El dominio real de Cristo, muerto y resucitado, modifica sustancialmente la concepción del poder político, orientándolo al servicio de la sociedad. Ante la costumbre, inveterada, que convierte a quienes gobiernan, en dueños absolutos de sus gobernados, Jesús advierte a sus discípulos: “Ustedes saben que aquellos a quienes se considera gobernantes, dominan a las naciones como si fueran dueños, y los poderosos les hacen sentir su autoridad. Entre ustedes no debe suceder así”. (Marcos 10, 42-43) Finalmente, como lo suele hacer, ofrece su comportamiento personal como paradigma para quienes están llamados a la práctica profesional del poder político. Así lo destaca en el mismo texto de Marcos: “Porque el mismo Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud”. (Ibídem 10, 45) Cristo es más Pastor que Rey, o en un juego oportuno de palabras: es Rey siendo Pastor “que da su vida por amor a sus ovejas”. Es importante que así lo celebremos hoy, al cerrar el año litúrgico 2020. 

3.- El amor debe predominar. Como lo afirmamos al iniciar esta reflexión, el amor debe predominar en la actualidad y en el futuro. Cuando la historia llegue a su fin, seremos juzgados por el amor, o por su ausencia. Los términos de ese singular juicio final - o definitivo - señalan a Jesús como juez y testigo, en virtud de su identidad de Verbo eterno, magistralmente descrito y expuesto en el prefacio del Evangelio de San Juan: “En el principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios”…. “Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe”. (Juan 1, 1 y 3) Esta es la Verdad, revelada por Dios, para que le otorguemos nuestro total y razonable consentimiento. No son los sentidos quienes garantizan su veracidad sino la fe. Vivir en la fe es la consecuencia del encuentro con Cristo - que es la Verdad - en nuestra complicada vida temporal. Será la tarea que nos ocupe en los años, muchos o pocos, de nuestra etapa terrestre de vida. La vida cristiana es un aprendizaje continuo de la fe, alimentada por la Palabra, predicada por la Iglesia y celebrada, por ella misma, en los sacramentos. 

4.- Contexto difícil. La Solemnidad de hoy no se adapta a un cierto triunfalismo temporalístico. Cristo Rey, ¡aquella conmovedora consigna de los mártires mexicanos!, establece relación directa con la gracia del Espíritu; poder divino que hace fuertes a los débiles, sabios a los pequeños y sencillos, y exitosos a los seres más desafortunados (cf. Mateo 5, 1-12). Así concluimos este año, con su dolorosa carga epidémica, diezmadora y desafiante. Si los mártires vencieron, al referir su sacrificio a Cristo, Rey verdadero de un Reino que no es de este mundo, ¿por qué no lo intentamos nosotros también, cristianos actuales? Su señorío es suave y alentador, capaz de cambiar los corazones, las estructuras que regulan las relaciones personales y reemplazar el caos, que hoy nos agobia, por un orden que responda a la Verdad revelada y profesada. Concluyo con las palabras del Prefacio propio de esta Solemnidad: “reino eterno y universal, reino de verdad y de vida, reino de santidad y de gracia, reino de justicia, de amor y de paz”. Es un auténtico proyecto de vida personal y social.+