Mons. Castagna: 'El modelo de homilía de Jesús'
- 24 de enero, 2025
- Corrientes (AICA)
"La intervención de Jesús en la sinagoga de Nazaret constituye un modelo inapreciable de toda homilía: breve, directa y simple", destaca el arzobispo emérito de Corrientes.
Monseñor Domingo Castagna, arzobispo emérito de Corrientes, calificó de "admirable" el reconocimiento valiente que Jesús hace de su "presencia misionera ante los más difíciles miembros de su pueblo".
"En Él se está cumpliendo el anuncio profético de Isaías. Es el momento de ese reconocimiento, en medio de un pueblo endurecido por los prejuicios; no difiere su presentación por temor al qué dirán aquellos rígidos profesionales de la religión", sostuvo, en sus sugerencias para la homilía del próximo domingo.
"La intervención de Jesús en la Sinagoga de Nazaret constituye un modelo inapreciable de toda homilía: breve, directa y simple", destacó, y citó parte de ese pasaje del Evangelio según san Lucas: "Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír".
Monseñor Castagna recordó,al respecto, que "la misión de la Iglesia consiste en destacar hoy el cumplimiento de lo prometido por el profeta Isaías".
Texto completo de las sugerencias
1. La Verdad que el mundo necesita. Lucas decide escribir para que los creyentes alcancen todo el contenido de la Nueva Buena. La Iglesia, a través de su Liturgia y enseñanza, despliega toda la Verdad que el mundo necesita para lograr la salvación. El evangelista manifiesta la convicción de que Cristo es esa Verdad íntegra. Pero, que cuenta con el ropaje de la palabra humana, que bien sabe administrar el santo escritor. La escritura está al servicio de la Palabra, como la voz -Juan Bautista- está al servicio de la sonorización de la Palabra. No se la escucha, ni se la entiende, sin la voz y la escritura, que Lucas pone a disposición de la transmisión del Verbo eterno encarnado, en el ejercicio de su singular ministerio. Lucas es discípulo de Pablo, y atento aprendiz de su inspirada enseñanza. Médico y pintor, a quien se atribuye la pintura del rostro de María. Modelo de predicador y celoso misionero con estilo paulino, no se sabe si murió mártir o en extrema ancianidad. Es un contemplativo a quien le predican los Apóstoles, en una comunicación personal e íntima. Como ellos, Lucas aprende de los más íntimos de Jesús, incluido el carismático Pablo, y se constituye en el más autorizado de los catequistas. No es un repetidor sino un auténtico transmisor y testigo de lo transmitido. No hace uso de una eficaz metodología docente, no llegaría al corazón de sus oyentes y, por lo mismo, no lograría suscitar la conversión de la vida. La finalidad de toda forma de predicación es un encuentro con Cristo para la conversión. De otra manera sería -en el mejor de los casos- una brillante exposición académica, que alcanza para suscitar una pasajera admiración y complacencia intelectual. El gran predicador de las Conferencias de Notre Dame, padre Enrique Lacordaire op, respondió a quienes ponderaban sus brillantes alocuciones: "Es verdad que el auditorio invade el templo, hasta encaramarse sobre bancos y confesionarios pero, cuando predica el Cura de Ars, aquellos oyentes se introducen en los confesionarios para confesar sus pecados y buscar el perdón". Lacordaire, restaurador de la Orden Dominicana, en Francia, fue muy amigo del Santo Cura y lo visitaba con frecuencia.
2. Aprendan de mí que soy paciente y humilde. Es una lastimosa pérdida de tiempo buscar deslumbrar a los oyentes, sin servir a quienes se disponen a recibir la Palabra. La soberbia obstruye nuestra visión de fe e impide entender el mensaje evangélico. La Palabra debe ser predicada con humildad y así escuchada. La disponibilidad para iniciar y desarrollar la fe es la pobreza de corazón. Sin ella todo esfuerzo por avanzar en santidad es inútil. Cristo es el modelo del que sus discípulos deben aprender humildemente: "Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio" (Mateo 11, 29). Es cuando decidimos recorrer su camino de Cruz y Redención. Incluye la obtención del alivio que nuestro corazón necesita para superar las dificultades que el mundo opone a nuestros mejores propósitos. Los Santos Pastores tienen muy claro que la Verdad que deben predicar es Jesucristo. Desplazan de su atención todo otro propósito que no coincida con el conocimiento y seguimiento de Jesús. Cuando se produce un alejamiento de ese propósito, la acción evangelizadora se debilita o distorsiona. Volver a la simplicidad de la Palabra (Evangelio) ofrece un regreso saludable al encuentro con el Salvador. Hoy nos hallamos en condiciones de retroceso y, ante la concepción de un mundo auto referencial, en peligro de tropezar con viejos errores. Volver a la Palabra es volver a la Verdad y, ciertamente, a la fuerza renovadora de la primitiva evangelización. El poder de Dios hace eficaz la palabra predicada por los Apóstoles. San Pablo lo testimonia: "Yo no me avergüenzo del Evangelio, porque es el poder de Dios para la salvación de todos lo que creen?" (Romanos 1, 16). Quizás hemos perdido la confianza en el poder del Evangelio que, ahora, no ejerce el influjo que manifestó poseer en otras circunstancias. La Palabra siempre es eficaz; la mediocridad de sus ministros y de las comunidades que la deben difundir ensombrece circunstancialmente su poder e influencia sobrenatural. La única manera de neutralizar la mediocridad mencionada, es intensificar la práctica de la oración, mediante la Adoración eucarística y la filial devoción a María, Madre de Dios y nuestra. Una comunidad fervorosa dispone de las reservas necesarias para actualizar y perfeccionar el ejercicio de su misión evangelizadora. Cuando se produce un "enfriamiento", en el fervor de la comunidad (ministros y fieles), también su capacidad evangelizadora se debilita.
3. La Ley que inspira toda ley. La intención pastoral de la Iglesia no se inspira en ese prefijo, urgido por una realidad cambiable e inexorablemente confrontada con la Ley de Dios. Es preciso referirse siempre a la Ley -formulada por el Espíritu- que incansablemente la presenta e inspira su aplicación. Cuando somos dóciles al Espíritu, en todo lo que proyectamos y cumplimos, nos situamos en la única Verdad que nos conduce a la sabiduría y al logro del bien que intentamos discernir entre diversas propuestas, a veces contradictorias. El mundo es un muestreo desafiante, del que saltan a la vista comportamientos moralmente inclasificables. El Evangelio, que debemos al mundo, es un eficaz antídoto contra el veneno del pecado y del error. Existe una firme esperanza de sanación, como la que suscita entonces Jesús, en su cercanía con quienes han pecado y necesitan ser perdonados. La ausencia de conciencia de pecado coincide con la irresponsabilidad moral que parece regir hoy la vida personal y social. El mal no dispone de otra definición, que lo identifique con exactitud, sino "pecado", o "mal" que enferma y conduce a la muerte. Quienes creemos en Cristo, y hacemos profesión de su Evangelio, hemos recibido la misión de conducir a nuestros hermanos pecadores al Hijo Divino que los reconcilia con su Padre, entre ellos y con la Creación. Es "la labor de amor" que orienta a la Vida eterna. Es así cómo debemos entender nuestro compromiso bautismal, si en verdad deseamos declararnos "cristianos". El Bautismo no nos inscribe en una ONG, al contrario, nos constituye en miembros vivos del Cuerpo Místico de Cristo. Como al nacer, e inevitablemente, somos parte de la humanidad, al ser bautizados somos miembros irrenunciables del Pueblo de Dios. No hace mucho tiempo, algunos bautizados han pretendido borrarse de los registros bautismales. La causa de tal absurda decisión, indica una falsa idea de pertenencia a la Iglesia, confundiéndola con una frágil estructura institucional. En conflicto, más o menos justificado, con las enseñanzas y conducción de sus Pastores, deciden desafectarse de la vida que les es común con los otros bautizados. La práctica de fe de muchos bautizados expresa una dolorosa negación de la vida familiar -en la Iglesia- y los constituye en una especie de "excomulgados". Es el estado de muchos bautizados que se confiesan cristianos, pero que rechazan abiertamente las enseñanzas y conducción de sus legítimos Pastores.
4. La homilía de Jesús. Es admirable el valiente reconocimiento que Jesús hace de su presencia misionera ante los más difíciles miembros de su pueblo. En Él se está cumpliendo el anuncio profético de Isaías. Es el momento de ese reconocimiento, en medio de un pueblo endurecido por los prejuicios; no difiere su presentación por temor al qué dirán aquellos rígidos profesionales de la religión. La intervención de Jesús en la Sinagoga de Nazaret constituye un modelo inapreciable de toda homilía; breve, directa y simple: "Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír" (Lucas 4, 21). La misión de la Iglesia consiste en destacar hoy el cumplimiento de lo prometido por el Profeta Isaías.+