Jueves 28 de marzo de 2024

Mons. Bitar llamó a "sumarnos a los santos" para ser constructores de la vida

  • 15 de junio, 2017
  • Oberá (Misiones) (AICA)
La diócesis de Oberá celebró a su patrono, San Antonio de Padua, con una misa presidida el martes 13 de junio por el obispo, monseñor Damián Bitar, en la catedral dedicada al santo. En su homilía, destacó el ejemplo del santo que "cambió el rumbo" y llamó a seguir su ejemplo, unirnos a "la auténtica revolución de la familia humana", y ser "hombres y mujeres de comunión, restauradores de grietas, constructores de puentes y derribadores de muros".
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En el marco de las fiestas patronales en honor de San Antonio de Padua, el obispo de Oberá, monseñor Damián Bitar, presidió el martes 13 de junio la misa en honor del patrono de la diócesis, que tuvo lugar en la catedral dedicada al santo.

El obispo saludó a las autoridades y recordó especialmente a los sacerdotes que ejercieron su ministerio en la parroquia San Antonio, desde hace 80 años hasta la actualidad y la comunidad congregada en la sede parroquial y en las seis capillas que la conforman: San Francisco de Asís, Jesús Buen Pastor, San José Obrero, Nuestra Señora del Rosario, Santo Domingo, Santa Cecilia, y Nuestra Señora de Fátima, cuya imagen veneramos este año de una manera especialísima al conmemorar el centenario de sus apariciones.

Por segundo año consecutivo, la fiesta de San Antonio estuvo engalanada por la presencia de Nuestra Señora de Itatí, patrona de la diócesis y de la región pastoral NEA.

El prelado ofreció la oración por los enfermos, por las personas que elaboran duelos, por los que luchan por salir de las adicciones, por los afectados por las inundaciones, por todo hombre o mujer que sufre y por los queridos difuntos, entre los cuales recordó al primer obispo de Oberá, monseñor Víctor, a los sacerdotes y diáconos fallecidos, familiares y amigos que han partido a la Casa del Padre.

En referencia a San Antonio, el obispo explicó que "es un santo muy popular, venerado como poderoso intercesor. Ya en vida tuvo fama de santo, y fue canonizado por la Iglesia apenas 11 meses después de su muerte. Murió joven: a los 36 años. Era portugués. A los 15 años comenzó a sumergirse en la Biblia. Tuvo un conocimiento formidable de la Palabra de Dios. La recordaba fácilmente porque tenía una memoria increíble".

El prelado detalló la historia del santo, que conmovido por el martirio de cinco franciscanos, decidió seguir su ejemplo, e ingresando a la orden franciscana, partió hacia Marruecos, de donde tuvo que volver enseguida porque se enfermó gravemente.

De regreso a Portugal, una tempestad desvió su barco y fue a parar a Italia, donde se dedicó a predicar hasta su muerte ocurrida en la ciudad de Padua. "Las multitudes acudían a escucharlo y él hablaba tan apasionadamente de Jesús que llegaba al corazón de todos, invitando a un cambio de vida", relató monseñor Bitar.

El obispo destacó el ejemplo del patrono de Oberá, quien "vivió poco tiempo, pero con su intensa predicación y su preocupación por los necesitados pasó haciendo el bien". Como en la profecía de Isaías, comparó el prelado, San Antonio podría haber pronunciado: "El espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido. El me envió a llevar la buena noticia a los pobres, a vendar los corazones heridos, la liberación a los cautivos, a consolar a los que están de duelo? Su vida es un faro que orienta nuestro camino de discípulos misioneros, un auténtico traductor del evangelio. Como amigo de Dios y de los hombres es intercesor, pero también modelo a imitar en lo esencial: el amor a Dios y el amor al prójimo".

Monseñor Bitar aseguró que a San Antonio "Dios lo hizo un revolucionario" de Jesús, del Evangelio, de la misericordia, de la paz, de la caridad, y exclamó: "¡Todos estamos llamados a unirnos!"
"Todos somos enviados a proclamar: ¡Dios está cerca! ¡No existe bajo el cielo otro Nombre dado a los hombres, por el cual podamos salvarnos, sino el nombre de Jesús!", agregó el obispo, y afirmó que esta es "la auténtica revolución que necesita la familia humana", también la patria y la ciudad.

Como lo hizo San Antonio, "hay que cambiar de rumbo. Desistir definitivamente de la revolución de la violencia, de la intolerancia, la calumnia, del egoísmo, de la envidia y la venganza, que solo logran abrir grietas que nos dividen; para sumarnos a la mayoría de los santos y animarnos a ser constructores de la cultura de la vida, del encuentro, de la amistad social, de la decencia, de la paz, de la unidad en la diversidad, reconciliada por la común dignidad humana, por el diálogo, y por el bautismo que nos hermana", añadió.

"A imitación del santo patrono, Dios nos conceda la gracia de ser hombres y mujeres de comunión, restauradores de grietas, constructores de puentes y derribadores de muros. Ser una parroquia y una diócesis en salida; ?callejera de la fe?; donde más que el temor a equivocarnos nos mueva el temor a encerrarnos mientras afuera hay una multitud que necesita urgente beber de la fuente de agua viva, para saciar su sed de verdad y de sentido y de la mesa del Pan de la vida para saciar su hambre de paz, de unidad y de alegría", concluyó.+