Lunes 30 de septiembre de 2024

La insistencia en la oración es una expresión de amor al Padre

  • 25 de julio, 2013
  • Corrientes (AICA)
Como lo viene haciendo cada semana, el arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Salvador Castagna, ofrece unas sugerencias homilécticas con el propósito de colaborar con los sacerdotes que deben preparar sus homilías dominicales. En esta ocasión, para el próximo domingo XVII durante el año, comenta el pasaje donde el evangelista San Lucas relata el episodio en el que los discípulos de Jesús le piden que les diga cómo deben orar, a lo que el Señor les enseña esa bella oración del padrenuestro, que, según monseñor Castagna, se ha constituido en la plegaria de la fraternidad humana.
Doná a AICA.org
Como lo viene haciendo cada semana, el arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Salvador Castagna, ofrece unas sugerencias homilécticas con el propósito de colaborar con los sacerdotes que deben preparar sus homilías dominicales. En esta ocasión, para el próximo domingo XVII durante el año, comenta el pasaje donde el evangelista San Lucas relata el episodio en el que los discípulos de Jesús le piden que les diga cómo deben orar, a lo que el Señor les enseña esa bella oración del padrenuestro, que, según monseñor Castagna, se ha constituido en la plegaria de la fraternidad humana.

El siguiente es el texto de la sugerencia homiléctica sobre los versículos 1 al 13 del capítulo 11 de San Lucas.

"Enséñanos a orar"
Los discípulos de Jesús, al verlo orar, le piden que les enseñe. Podemos imaginar el fervor puesto por el Señor en su oración personal, hasta interesar a aquellos hombres rudos, aunque provenientes de una gran tradición religiosa. Comparémoslos con los hombres de nuestro pueblo, curtidos por el trabajo manual cotidiano, a veces deshumanizante y embrutecedor. Aquellos hombres aprovechan el testimonio de su Maestro y se convierten en santos Apóstoles del Reino. Jesús hace pie en esa buena disposición para enseñarles a orar. Para orar como Él lo hace, sus discípulos tienen que dirigirse a Dios Padre. La conocida "oración dominical", creada por el mismo Señor, se ha constituido en la plegaria de la fraternidad humana. Nuestra sociedad está distante de una convivencia fraterna. Experimenta la incapacidad de ser hermanos, contraída por causa de múltiples formas de egoísmo. No llegamos a un acuerdo porque no llegamos al verdadero amor. Cristo nos llama a hacer del amor, semejante al suyo, la meta de nuestro principal empeño. Desprendernos de todo egoísmo constituye una empresa inalcanzable para las energías morales actuales de la humanidad. Únicamente la Redención ofrece la gracia que hace posible ese "imposible" humano.

El amor se manifiesta en la oración insistente
La ansiedad que acompaña a ciertas y ocasionales formas de oración no se conjuga con la serena perseverancia del que hace caso a Jesús e insiste, sin desanimarse. La insistencia, siempre en la visión pedagógica del Maestro divino, constituye una auténtica expresión de amor al Padre que, por ser bueno, sabe dar cosas buenas a sus hijos: "Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a aquellos que se lo pidan!". Jesús acude al pedido de sus discípulos y les enseña a orar: "Señor, enséñanos a orar?". Es una enseñanza que nace de la experiencia personal. Únicamente un ser orante puede enseñar a orar a quienes se lo solicitan. No es una pura técnica o la inclusión de métodos de contextura a veces complicada. Los pueblos, como lo decide Jesús el día de la Ascensión, deben ser sus discípulos para aprender a lograr del Padre el bien que necesitan. Para que la oración, de quien quiera obtener de Dios una gracia, sea escuchada y atendida, debe ser confiada, insistente y sostenida entre los sinsabores de las tribulaciones diarias. ¡Con qué facilidad la abandonamos cuando no satisface nuestras mezquinas expectativas! Nuestros conciudadanos del mundo necesitan contemplar a Jesucristo orando, como los primeros discípulos, y despertar la inquietud de aprender como aquellos.

El pueblo creyente ora públicamente
La predicación y la catequesis constituyen la respuesta de Jesús a una sociedad que impide sus relaciones con Dios porque ignora cómo establecerlas. ¡Enséñanos a orar! Es lamentable que el formalismo farisaico condimente los pocos momentos para orar de que dispone nuestro pueblo. Orar de verdad es escuchar lo que Dios quiere decirnos, creyentes en su Palabra, y no contentarnos con expresar lo que entendemos es lo mejor para nosotros. Existe aún la mala costumbre de ir a "cumplir" lo que tradicionalmente se ha instalado en nuestro folclore político y social. Pienso en el "Te Deum" como la oración de un pueblo que cree en Dios y le tributa su homenaje. Se lo ha maltratado con formales gestos, muy ajenos a la auténtica religiosidad. Me refiero a un momento en el que el pueblo creyente decide manifestar su fe, sin ceder a la presión de un agnosticismo impuesto. Con la excusa de defender la laicidad del Estado se excluye a Dios del lugar que históricamente le ha correspondido y le corresponde.

El extraño desalojo de Dios
Esto es algo muy diverso del intento de reemplazar la democracia por una teocracia. Ya es un error encerrar a Dios, de manera excluyente, entre los márgenes institucionales de una determinada religión. Pero es una gravísima injusticia desalojarlo de la vida de los pueblos en pos de una secularidad atea. Nuestro pueblo cree en Dios, con religión o sin ella y, por sus raíces católicas, encuentra en esa fe los términos para expresar su piadosa relación con el Dios de todos. De allí que adhiera a una liturgia católica la forma tradicional de agradecer y pedir a Dios el don y la prosperidad de su patria. Acudir a la Iglesia de la mayoría de sus ciudadanos supone, también, no someterse, en su relación con Dios, a enjuagues políticos y a parciales compromisos ideológicos. Es muy oportuno aprender de Jesús a rezar la oración que nos confraterniza: el Padre Nuestro?+