Viernes 22 de noviembre de 2024

"La gratuidad del amor es la esencia misma de Dios", afirma Mons. Buenanueva

  • 13 de noviembre, 2018
  • San Francisco (Córdoba)
El obispo de San Francisco, monseñor Sergio Osvaldo Buenanueva, escribió una reflexión titulada "Dos monedas que valen un tesoro", para meditar a la luz del Evangelio del domingo. "La gratuidad del amor es la esencia misma de Dios", afirma.
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En una nueva entrega de su columna semanal en el periódico "La Voz de San Justo", el obispo de San Francisco, monseñor Sergio Osvaldo Buenanueva, reflexionó sobre el Evangelio que relata: "Les aseguro que esta pobre viuda ha puesto más que cualquiera de los otros, porque todos han dado de lo que les sobraba, pero ella, de su indigencia, dio todo lo que poseía, todo lo que tenía para vivir".

"No hace falta tener fe para descubrir que Jesús es un observador perspicaz. Es capaz de ver lo que otros no ven. Lee con especial finura el corazón humano", afirma el obispo, y asegura que "ese poder de observación nace de su exquisita sensibilidad. Los creyentes diríamos: es la perspicacia divina de sus ojos y de su corazón humanos", expresa.

"La escena del Evangelio de este domingo es buena muestra de ello. En contraposición a las cuantiosas donaciones de muchos, los ojos de Jesús se detienen en las dos moneditas de cobre que una pobre mujer viuda ofrenda al templo", recuerda monseñor Buenanueva, y asegura: "Esa mujer está dándolo todo? y más. Está dándose a sí misma".

"Tal vez ? aventuro yo, con un poco de osadía ? lo que Jesús entrevé en semejante donación es algo que ya palpita en su corazón: llegado el momento, él mismo hará lo mismo. Ya no serán dos monedas, sino su propia persona, su cuerpo y su vida", anticipa el prelado.

"Creo que hay más: en esa pobre viuda y su pobre ofrenda, Jesús reconoce lo más real que ha traído al mundo: la gratuidad del amor que es la esencia misma de Dios", considera. "Más que la justicia, el amor gratuito es el corazón de la doctrina social de la Iglesia", sostiene, "y nuestro mundo no sólo lo necesita. Lo anhela como el sediento quiere agua para vivir", concluye.+