La arquidiócesis de Buenos Aires celebró la ordenación de cuatro sacerdotes
- 10 de noviembre, 2024
- Buenos Aires (AICA)
Franco Lombisano, Ariel Duarte, Pedro Ravarotto y Fabián Coria fueron ordenados por el arzobispo local, Mons. Jorge García Cuerva, quien les pidió "amar, pastorear y prepararse".
El arzobispo de Buenos Aires, Jorge García Cuerva, presidió la Eucaristía el sábado 9 de noviembre en la catedral metropolitana, durante la que ordenó sacerdotes a los diáconos Franco Lombisano, Ariel Duarte, Pedro Ravarotto y Fabián Coria.
Concelebraron la misa el arzobispo emérito de Buenos Aires, cardenal Mario Poli; los obispos auxiliares, monseñor Alejandro Giorgi, monseñor Gustavo Carrara, monseñor Pedro Cannavó, monseñor Alejandro Pardo y monseñor Iván Dornelles, junto con un grupo numeroso de sacerdotes de la arquidiócesis. Participaron además varios fieles en general, al igual que familiares y amigos de los ordenandos.
A la luz de las lecturas bíblicas, monseñor García Cuerva animó a los neopresbíteros a "amar, pastorear y prepararse: la hoja de ruta de un pastor, la brújula para no perderse".
Asimismo, les recordó que "comienzan un camino hermoso, que es ser sacerdotes de Cristo, siguiendo los pasos del Maestro. No desesperen de sus noches oscuras, no se dejen ahogar por sus miserias y pecados; en la mayor oscuridad, comienza el amanecer, y volverán a escuchar a Jesús, que los eligió".
"El sacerdocio -dijo- es un llamado que se renueva cada día: Jesús no deja de llamar. Sean pastores enamorados; allí está la centralidad del misterio; y, para que no se enfríe el amor, aliméntenlo con la oración, con la Eucaristía y con el pastoreo".
El prelado señaló que "'apacentar' significa dar alimento, y nuestro pueblo tiene hambre. Ayuden a que el pan y el trabajo digno lleguen a todos, pero también alimenten a nuestro pueblo con el pan de la vida, porque tenemos hambre de Dios, y la Eucaristía es su respuesta al hambre más profunda del corazón humano".
Monseñor García Cuerva invitó a los cuatro nuevos sacerdotes a "seguir a Jesús enamorados de Él: síganlo con alegría y libertad, anunciando que está vivo y que nos invita a todos a ser constructores del reino. Un proyecto de justicia y fraternidad, de paz y misericordia, un proyecto por el que, desde hoy, entregan para siempre sus vidas como sacerdotes".
Un camino que comienza, una historia que continúa
Los recién ordenados comenzaron su camino como sacerdotes de la arquidiócesis de Buenos Aires, pero su historia de la mano de Jesús comenzó desde hace ya un tiempo, con un llamado personal que Jesús le hizo a cada uno.
Respondiendo a esa invitación de Dios, comenzaron su preparación en el seminario, con formación y estudio, pero también en lo comunitario.
En ese marco, Ariel Duarte, recordó la época "en que comencé a encontrarme con Jesús en la misa cotidiana, en la oración, en los encuentros de jóvenes, misiones al interior del país, que tenía en mi parroquia. Ahí fui escuchando en mi interior la pregunta acerca de ser sacerdote".
"El seminario es camino. Es un tiempo de ir haciendo camino junto a Jesús y junto a los compañeros y las comunidades a las que nos van enviando. En lo personal, también fue un tiempo de mucho crecimiento interior, de trabajo intenso y maduración, pero sobre todo de búsqueda de la voluntad de Dios; un tiempo de abrir horizontes", manifestó asimismo Franco Lombisano sobre los últimos años de preparación
Por su parte, Fabián Coria, aseguró que "es importante que el mundo tenga sacerdotes para renovar el sacrificio de Cristo, para preparar lo que un día inició en cada uno de nosotros y se cumpla la promesa de su regreso. Me llena el corazón configurar mi vida a imagen de Jesucristo paternal, que sabe escuchar a todos".
"No es que tengamos una misión, sino que somos una misión en esta tierra. Y Dios pensó desde siempre esa misión y ella es el camino de nuestra felicidad y la de los que ponga en nuestro camino", afirmó también Pedro Ravarotto sobre la vocación.
Dirigiéndose a cada uno de los jóvenes que hoy llevan dudas y preguntas en el corazón, agregó: "Les diría que no tengan miedo, que confíen en Dios, que la pregunta por nuestra vocación es la más importante de nuestra vida. Que se animen a hablarlo con Dios y con un sacerdote. Que, si es de Dios, la pregunta va a seguir resonando; y, si no, les va a servir para profundizar la vocación a la que Dios los llame".+