Jueves 28 de marzo de 2024

Francisco a los patriarcas orientales: "No nos resignamos a un Medio Oriente sin cristianos"

  • 21 de noviembre, 2013
  • Ciudad del Vaticano
"A través de sus rostros veo a sus Iglesias y quisiera, ante todo, asegurarles mi cercanía y mi oración por el rebaño que el Señor Jesús confió a cada uno de ustedes, e invoco al Espíritu Santo para que nos sugiera lo que juntos debemos aprender y poner en práctica para servir con fidelidad al Señor, a su Iglesia y a toda la humanidad", expresó el Santo Padre al recibir a los patriarcas de las Iglesias Orientales Católicas y a los arzobispos mayores reunidos en ocasión de la Asamblea Plenaria de la Congregación para las Iglesias Orientales.
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"A través de sus rostros veo a sus Iglesias y quisiera, ante todo, asegurarles mi cercanía y mi oración por el rebaño que el Señor Jesús confió a cada uno de ustedes, e invoco al Espíritu Santo para que nos sugiera lo que juntos debemos aprender y poner en práctica para servir con fidelidad al Señor, a su Iglesia y a toda la humanidad", expresó el Santo Padre esta mañana, en la Sala del Consistorio del Vaticano, al recibir a los patriarcas de las Iglesias Orientales Católicas y a los arzobispos mayores, reunidos en Roma en ocasión de la Sesión Plenaria de la Congregación para las Iglesias Orientales -cuyo prefecto es el cardenal argentino Leonardo Sandri- que tuvo lugar del 19 al 21 de noviembre y se abocó a discutir del magisterio del Concilio Vaticano II sobre el Oriente Cristiano.

Tal y como señaló Francisco al inicio de su discurso, esta es la primera vez que tuvo la oportunidad de estar y detenerse con los padres y jefes de las iglesias orientales católicas. El Papa aprovechó la ocasión para renovar la gran estima por el patrimonio espiritual del oriente cristiano y retomó las palabras de Benedicto XVI sobre la figura del jefe de una Iglesia en la exhortación post-sinodal Ecclesia in Medio Oriente: "Ustedes son custodios vigilantes de la comunión y servidores de la unidad eclesial".

"Esta unidad -continuó- que están llamados a llevar a cabo en sus Iglesias, en respuesta al don del Espíritu, es la expresión natural y plena de la unión inquebrantable con el obispo de Roma. Privilegiando siempre la concertación y una acción colegial y unitaria".

"Insertarse en la comunión de todo el Cuerpo de Cristo -prosiguió el Papa- nos hace conscientes de la obligación de fortalecer la unidad y la solidaridad entre los diversos Sínodos patriarcales", en vista de la acción colegiada y unitaria de la Iglesia".

"Para que nuestro testimonio sea creíble, estamos llamados a buscar siempre la justicia, la piedad, la fe, la caridad, la paciencia y la mansedumbre. Un estilo de vida sobrio a imagen de Cristo, que se despojó para enriquecernos con su pobreza; un incansable celo y la caridad, fraternal y paternal juntas, que los obispos, sacerdotes y fieles, sobre todo si viven solos y marginados, esperan de nosotros", dijo.

"Pienso, sobre todo, en nuestros sacerdotes que necesitan comprensión y apoyo, también a nivel personal. Tienen derecho de recibir nuestro buen ejemplo, en lo que concierne a Dios, como en cualquier otra actividad eclesial. Nos exigen transparencia en la gestión de los bienes y preocupación por toda debilidad y necesidad. Todo esto, en la más convencida aplicación de aquella auténtica praxis sinodal, que es distintiva de las Iglesias Orientales".

"No nos resignamos a pensar en un Medio Oriente sin cristianos"
El Santo Padre recordó a los patriarcas y arzobispos mayores, que el Concilio Vaticano II también tuvo el mérito de recordar explícitamente cómo en las antiguas liturgias de las Iglesias Orientales , en su teología, espiritualidad y disciplina canónica, "resplandece la tradición que viene de los apóstoles a través de los Padres y que constituye parte del patrimonio divinamente revelado e indiviso de la Iglesia universal".

"De la evaluación del camino recorrido surgirán orientaciones para sostener la misión encomendada por el Concilio a los hermanos y hermanas de Oriente, es decir, la de promover la unidad de todos los cristianos, especialmente los orientales. El Espíritu Santo los ha guiado en esta tarea sobre los senderos, no fáciles, de la historia, alimentando su fidelidad a Cristo, a la Iglesia universal y al Sucesor de Pedro, incluso a caro precio, no pocas veces hasta el martirio. ¡La Iglesia entera os lo agradece!" exclamó el Pontífice.

Después, siguiendo las huellas de sus predecesores, reafirmó: "Dentro de la comunión eclesiástica, existen legítimamente Iglesias particulares, que gozan de tradiciones propias, permaneciendo inmutable el primado de la cátedra de Pedro, que preside la asamblea universal de la caridad, protege las diferencias legítimas y simultáneamente vela para que las divergencias sirvan a la unidad en vez de dañarla. Sí, la variedad auténtica, legítima, la inspirada por el Espíritu no daña la unidad, sino que la sirve; el Concilio nos dice que esta variedad es necesaria para la unidad".

Francisco refirió que los patriarcas y arzobispos mayores le habían hablado de la situación de las diversas Iglesias orientales, en las que destaca "la vitalidad renovada de las que han estado oprimidas durante largo tiempo por los regímenes comunistas", el dinamismo misionero de las que se refieren a la predicación del apóstol Tomás, la perseverancia de las que viven en Medio Oriente, a menudo en la condición de "pequeño rebaño", en entornos marcados por la hostilidad y el conflicto y también por las persecuciones encubiertas.

También abordó el problema de la diáspora -uno de los puntos claves de la plenaria, dado su aumento significativo en todos los continentes-, reiterando que hay que hacer todo lo posible para facilitar la atención pastoral "tanto en los territorios propios, como allí donde las comunidades orientales se establecieron desde hace tiempo", fomentando al mismo tiempo la comunión y la fraternidad con las comunidades de rito latino. "Para ello será útil insuflar nueva vitalidad en los órganos consultivos que ya existen entre las Iglesias particulares y con la Santa Sede", sostuvo.

"Pienso especialmente en la tierra bendita donde Cristo vivió, murió y resucitó... y en la que la luz de la fe no se ha extinguido; al contrario, resplandece con fuerza. Es la ´luz de Oriente´ que ´ha iluminado a la Iglesia universal, desde que apareció sobre nosotros un sol naciente, Jesucristo, nuestro Señor. Por consiguiente, cada católico tiene una deuda de gratitud con las Iglesias que viven en esa región. De ellas podemos aprender, entre otras cosas, la paciencia y la perseverancia, del ejercicio diario, a veces marcado por la fatiga, del espíritu ecuménico y del diálogo interreligioso. El contexto geográfico, histórico y cultural en el que viven desde hace siglos las ha hecho interlocutoras naturales de muchas otras confesiones cristianas y de otras religiones", aseveró Francisco.

"Gran preocupación suscitan las condiciones de vida de los cristianos que, en muchas partes de Medio Oriente, sufren gravemente las consecuencias de las tensiones y conflictos -añadió-. Siria, Irak , Egipto y otras zonas de la Tierra Santa, a veces se llenan de lágrimas. El obispo de Roma no descansará mientras haya hombres y mujeres, de cualquier religión, menoscabados en su dignidad, sin lo necesario para la supervivencia, privados del futuro , obligados a la condición de prófugos y refugiados".

"Hoy día, junto con los pastores de las Iglesias Orientales, hacemos un llamamiento para que se respete el derecho de todos a una vida digna y de profesar libremente su fe. No nos resignamos a pensar en un Oriente Medio sin los cristianos, que desde hace dos mil años confiesan el nombre de Jesús, insertados como ciudadanos de pleno derecho en la vida social, cultural y religiosa de las naciones a las que pertenecen. El dolor de los más pequeños y los más débiles, con el silencio de las víctimas, plantea una pregunta insistente:" ¿Cuánto queda de la noche?...

Me dirijo, por tanto, a toda la Iglesia para exhortar a la oración, que sabe conseguir del corazón misericordioso de Dios, la reconciliación y la paz. La oración desarma la necedad y genera un diálogo allí donde hay un conflicto abierto. Si es sincera y perseverante, hará a nuestra voz humilde y firme, capaz de ser escuchada incluso por los líderes de las naciones".

El Papa concluyó hablando de Jerusalén: "Le deseo todo el consuelo para que sea realmente profecía de esa convocación definitiva, de Oriente a Occidente, dispuesta por Dios".+