Jueves 21 de noviembre de 2024

Francisco: El trabajo dignifica al hombre, no se puede vivir de subsidios

  • 14 de octubre, 2021
  • Ciudad del Vaticano (AICA)
Videomensaje del Santo Padre con motivo del 57º Coloquio de la Fundación IDEA, celebrado en Buenos Aires en el Centro Costa Salguero, sobre el tema "Logremos una Argentina sostenible".
Doná a AICA.org

“Lo que da dignidad es el trabajo. El que no tiene trabajo, siente que le falta algo, le falta esa dignidad que da el trabajo, que unge de dignidad”, expresó esta mañana el papa Francisco en un videomensaje que envió a los participantes del 57º Coloquio de la Fundación IDEA, el Instituto para el Desarrollo Empresarial de Argentina, celebrado en Buenos Aires en el Centro Costa Salguero, del 13 al 15 de octubre, sobre el tema "Logremos una Argentina sostenible":

El pontífice lamenta que “algunos me han hecho decir cosas que yo no sostengo: que propongo una vida sin esfuerzo, o que desprecio la cultura del trabajo”, por el contrario, subrayó que “el trabajo expresa y alimenta la dignidad del ser humano”.

El trabajo, agregó Francisco, “le permite al hombre desarrollar las capacidades que Dios le regaló, lo ayuda a tejer relaciones de intercambio y ayuda mutua, le permite sentirse colaborador de Dios para cuidar y desarrollar este mundo, lo hace sentirse útil a la sociedad y solidario con sus seres queridos”. 

“Por eso el trabajo, reiteró el Papa, más allá de los cansancios y dificultades, es el camino de maduración, de realización de la persona, que da alas a los mejores sueños”.

“Siendo esto así, dijo Francisco, queda claro que los subsidios sólo pueden ser una ayuda provisoria. No se puede vivir de subsidios, porque el gran objetivo es brindar fuentes de trabajo diversificadas que permitan a todos construir el futuro con el esfuerzo y el ingenio”, afirmó el pontífice.

Videomensaje del Santo Padre
“Quiero saludar el espacio de diálogo que se han propuesto la Fundación Idea y la Unión de Trabajadores de la Economía Popular. Deseo de corazón que sea un momento de verdadero intercambio que pueda recoger el aporte innovador de los empresarios y el de los trabajadores que luchan por su dignidad y por sus familias.

Varias veces me referí a la noble vocación del empresario que busca con creatividad producir riqueza y diversificar la producción, haciendo posible al mismo tiempo la generación de puestos de trabajo.

Porque no me cansaré de referirme a la dignidad del trabajo. Lo que da dignidad es el trabajo. El que no tiene trabajo, siente que le falta algo, le falta esa dignidad que da propiamente el trabajo, que unge de dignidad.

Algunos me han hecho decir cosas que yo no sostengo: que propongo una vida sin esfuerzo, o que desprecio la cultura del trabajo. Imagínense si se puede decir eso de un descendiente de piamonteses, que no vinieron a nuestro país con ganas de ser mantenidos sino con un enorme deseo de arremangarse para construir un futuro para sus familias. Es curioso, los migrantes no ponían la plata en el banco sino en ladrillos y terreno. Lo primero la casa. Miraban adelante hacia la familia. Inversión de familia.

El trabajo expresa y alimenta la dignidad del ser humano, le permite desarrollar las capacidades que Dios le regaló, le ayuda a tejer relaciones de intercambio y ayuda mutua, le permite sentirse colaborador de Dios para cuidar y desarrollar este mundo, le hace sentirse útil a la sociedad y solidario con sus seres queridos. Por eso el trabajo, más allá de los cansancios y dificultades, es el camino de maduración, de realización de la persona, que da alas a los mejores sueños.

Siendo esto así, queda claro que los subsidios sólo pueden ser una ayuda provisoria. No se puede vivir de subsidios, porque el gran objetivo es brindar fuentes de trabajo diversificadas que permitan a todos construir el futuro con el esfuerzo y el ingenio. Por ser diversificadas, abren el camino para que las distintas personas encuentren el contexto más adecuado para desarrollar sus propios dones, ya que no todos tienen las mismas capacidades e inclinaciones.

Por esta senda creo que el diálogo entre los empresarios y los trabajadores es no sólo indispensable sino también fecundo y prometedor. Gracias por este coloquio que han planteado con un propósito tan noble.

Que Dios los bendiga y, por favor, no se olviden de rezar por mí. Gracias”.+