Viernes 22 de noviembre de 2024

Misa de exequias del ingeniero Ricardo de la Torre

  • 2 de noviembre, 2020
  • Buenos Aires (AICA)
A los 86 años, falleció el ingeniero Ricardo de la Torre, que fue rector de la Universidad Católica de La Plata entre 2000 y 2007.
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El 28 de octubre se realizó en el cementerio de Bella Vista, provincia de Buenos Aires, el sepelio de los restos del ingeniero Ricardo de la Torre, que fue rector de la Universidad Católica de La Plata entre 2000 y 2007, al cabo de una intensa trayectoria pública.  

Previamente, ofició una misa en su casa el obispo de Puerto Iguazú, monseñor Nicolás Baisi, que era sobrino suyo, ante algunas personas de su familia.

Al fallecer tenía 86 años. Ricardo Manuel de la Torre había nacido el 8 de junio de 1934 en Buenos Aires, hijo único del matrimonio de Manuel de la Torre y Esther Garma. Cursó estudios primarios y secundarios en la Escuela Argentina Modelo. Luego estudió y se graduó con buenas notas de ingeniero civil en la Universidad de Buenos Aires (UBA), en 1960. Allí fue uno de los dirigentes iniciadores de la Liga Humanista, movimiento de inspiración cristiana, y uno de los fundadores en 1953 del Centro de Estudiantes de Ingeniería La Línea Recta, en el que confluyeron alumnos humanistas y reformistas (socialistas, radicales), sin elementos comunistas. En 1954 hubo grandes movilizaciones estudiantiles contra el gobierno y no pocos dirigentes y estudiantes fueron detenidos. De la Torre sufrió prisión por cuestiones políticas en la cárcel de Villa Devoto y posteriormente debió exiliarse en Montevideo. En 1958 integró el triunvirato en la conducción de la Federación Universitaria Argentina (FUA).

En la década del 50, participó en los prolégomenos y en los inicios de la democracia cristiana, en reuniones que congregaban en la casa de Guido Di Tella a distintas personas que compartían un pensamiento social cristiano centrista inspirado en Alcide De Gasperi y otras figuras de la democracia cristiana italiana, que tuvo un importante papel en la conformación de la Italia de posguerra, en oposición al comunismo. Entre otros, participaban  personas de más experiencia como Manuel Ordóñez y Salvador Busacca, y jóvenes amigos de su generación, como Carlos Alberto Velasco Suárez y Fermín García Marcos, dirigentes humanistas en la Facultad de Medicina. Mantuvo también amistad con otras figuras democristianas sin perjuicio de haber tomado luego rumbos políticos muy diferenciados, como Augusto Conte Mac Donnell, Horacio Sueldo y otros.  

A principios de los años 70, De la Torre conformó el Partido Renovador Federal, con Roberto Etchepareborda –historiador y académico, que había presidido el Concejo Deliberante de Buenos Aires entre 1958 y 1962, por la Unión Cívica Radical Intransigente (UCRI), en  la presidencia de Frondizi-, Federico Carman, Luis Harrington y otros dirigentes de la capital y el interior. Ese partido participó en las elecciones de 1973, en las que logró colocar en el Congreso de la Nación cuatro diputados nacionales por la provincia de Buenos Aires. Se integró en la Fuerza Federalista Popular (Fufepo), junto con varias agrupaciones políticas provinciales.

En 1982 y 1983 De la Torre se desempeñó como subsecretario de Educación durante el ministerio del contador Cayetano Licciardo; renunció antes de concluir esta gestión. Años más tarde, sucedió a Licciardo en el rectorado de la Universidad Católica de La Plata, al fallecer éste en 1999. En su gestión en el Ministerio, durante y en el tiempo inmediatamente posterior a la guerra de las Malvinas, promovió el conocimiento de figuras históricas de la emancipación americana que dieron lugar al surgimiento de esas naciones hermanas que apoyaron la causa argentina; ello se tradujo también en la grabación de cortos con la frase  “Somos Latinoamérica”.

Participó en las distintas instancias del Congreso Pedagógico Nacional convocado por ley del Congreso en 1984 en el gobierno de Raúl Alfonsín. Fue delegado en la asamblea nacional reunida en Embalse, Córdoba, en febrero y marzo de 1988, donde tuvo activa participación. Defendía el derecho de los padres a elegir la educación de sus hijos. Y subrayaba que ese derecho no podía limitarse a aquellos padres que pudieran pagar una escuela privada –pagando en realidad dos veces: por un lado, sus impuestos, como todos,   y por otro, la matrícula escolar–. También le importaba el papel de los padres y la apertura a la trascendencia en las escuelas públicas de gestión estatal, conceptos que quedaron plasmados en las conclusiones del Congreso Pedagógico.

Ejerció la docencia secundaria en el colegio Don Jaime, en Bella Vista; terciaria en el Centro de Estudios de Ciencias Sagradas San Miguel Arcángel, de San Miguel, y universitaria en la Universidad Católica de La Plata.  Escribió artículos y ponencias sobre temas educativos y culturales.  

De temperamento sanguíneo, ponía pasión en todas las actividades que emprendía, dándose por entero, con generosidad y garra. Podía explotar de enojo ante una injusticia, encendiéndose aún más el rojo de sus mejillas, revelador de sus ancestros celtas. Y a la vez, casi en seguida, tener alguna salida bromista o de fina ironía, manifestación de su sonriente sentido del humor. Era hincha fidelísimo del Rácing Club;  iba con frecuencia a la cancha y logró que todos sus hijos y nietos, sin excepción, lo siguieran en el fervor por la Academia de Avellaneda. También mientras el físico se lo permitió jugaba al fútbol, obviamente amateur, en el tradicional Club de Regatas Bella Vista, de la localidad donde residía, en el partido de San Miguel, en el conurbano bonaerense. Allí estableció su familia al contraer matrimonio con Gilda Mucci en 1960. Entre 1978 y 1981 fue presidente del Club de Regatas y ante situaciones difíciles llegó a hipotecar su casa para conseguir fondos para el club. Tenía algunos ancestros irlandeses. Su abuela paterna era de apellido Bradley Hayes. La Sociedad Católica Irlandesa lo había nombrado socio honorario. Y ante su fallecimiento publicó un aviso fúnebre en La Nación, despidiéndolo. “Dale, Señor el descanso eterno, y brille para él la luz que no tiene fin”.

En la esfera profesional, De la Torre desarrolló su carrera de ingeniero en la empresa petrolera argentina Astra entre 1969 y 1999.  

En la década de los años 90, asumió una decidida lucha en favor de la familia y del derecho a la vida desde la concepción. Formó parte de la representación argentina ante las conferencias de Desarrollo y Población de las Naciones Unidas en El Cairo (1994) y de la Mujer en Beijing (1995). Abordó con seriedad los temas tratados, analizándolos con una aguda visión del panorama general. Advirtió las consecuencias futuras de planteos que aunque en un comienzo pudieran sonar absurdos y ajenos al sentido común fueron desplegándose en las décadas siguientes hasta ir penetrando las leyes y la mentalidad general. Por su destacada actuación en esas conferencias y en otros encuentros internacionales –como el de Biodiversidad de las Naciones Unidas en 1997-, el papa Juan Pablo II lo condecoró con la Orden de San Gregorio en 2001. Durante toda su vida fue un fervoroso defensor del derecho a vivir de los más indefensos, participó activamente en debates sobre el aborto y la eutanasia, contradiciendo la ideología de género. Sus últimos años de lucidez los dedicó a analizar y hacer tomar conciencia sobre el avance de estos planteos y sus consecuencias negativas para nuestro país.

Lector incansable, con inquietudes filosóficas y literarias, era admirador de G. K. Chesterton, el gran escritor inglés, y formó parte de la Sociedad Chestertoniana Argentina, junto con los hermanos Jorge y Horacio Velasco Suárez y el embajador Miguel Ángel Espeche Gil, entre otros. Formado en la filosofía del maestro esloveno argentino  Emilio Komar, tomista y personalista, fallecido en 2006,  quienes fueron sus seguidores conformaron el grupo Sabiduría Cristiana para seguir abrevando en sus enseñanzas.   

Afectado de Alzheimer, ese mal comenzó a evidenciarse hace más de diez años. Igual, con dificultades, siguió haciendo actividades intelectuales y escritos, y participando en algunos actos, aunque fue decayendo. En 2011 con su esposa rezó en la Catedral de Buenos Aires un misterio del Rosario en el Rosario por la Vida que se reza cada año desde 2004 el 25 de marzo, Día del Niño por Nacer. Hombre de fe acendrada, piadoso, aun enfermo mostraba su deseo de asistir a misa y lo hizo mientras pudo.  Pero pasó sus últimos seis años postrado, cada vez con menos conciencia, en cama en su casa, donde su familia organizó el modo de que estuviera siempre bien atendido.

Con Gilda Mucci formó una familia numerosa, unida por sólidos lazos de cariño. Y su viejo caserón de Bella Vista fue un espacio acogedor, abierto a  muchos amigos. Era una persona conocida y muy apreciada en ese pago chico.  Sabía hacerse cargo de los problemas de los demás; se interesaba y buscaba hallarles soluciones concretas. Tuvo ocho hijos, que le dieron 44 nietos y 7 bisnietos.  Uno de sus hijos es Joaquín de la Torre, que fue dos veces intendente de San Miguel y ministro de Gobierno de la Provincia de Buenos Aires. Otro de sus hijos, Pablo, es secretario de Salud de ese municipio del conurbano bonaerense, donde ha impulsado políticas públicas de acompañamiento a las mujeres embarazadas. (Jorge Rouillon)