Viernes 22 de noviembre de 2024

El último adiós al arzobispo Hindo, pastor fiel a su pueblo frente al avance de los yihadistas

  • 8 de junio, 2021
  • París (Francia) (AICA)
El domingo 6 de junio terminó la vida terrenal, intensa y generosa, del arzobispo sirio católico Jacques Behnan Hindo. Será recordado siempre como un obispo fiel con su pueblo hasta el último día.
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Tras una larga enfermedad, el domingo 6 de junio falleció en París, Francia, el arzobispo sirio católico Jacques Behnan Hindo, que durante más de veinte años, de 1996 a 2019, dirigió la arquidiócesis sirio católica de Hassaké-Nisibi, en la provincia nororiental siria de Hassaké.

La Iglesia en Siria lo recordará siempre como un obispo que permaneció con su pueblo incluso cuando Daesh entró en la ciudad, dando testimonio "a los cristianos, incluso a los sacerdotes, recordándonos que no huyamos, que nos quedemos con nuestro pueblo", expresó a AsiaNews el padre Amer Kassar, sacerdote católico sirio de la Iglesia de Nuestra Señora de Fátima en Damasco.

El padre Amer destacó cómo monseñor Hindo "desempeñó un papel de mediador entre árabes y kurdos, entre musulmanes y cristianos, permaneciendo siempre en Hassaké, que no abandonó incluso cuando ISIS estaba a las puertas" y operando con miras al diálogo y al encuentro. También impulsó proyectos de desarrollo de la zona, incluida la vivienda para jóvenes, para contrarrestar el despoblamiento de zonas cristianas. Y nuevamente, para Cáritas y en el frente educativo.

Jacques Hindo nació en 1941 en Azekh, en la meseta de Tur Abdin, zona de arraigo tradicional de las comunidades cristianas sirias y que actualmente se encuentra dentro de las fronteras de Turquía, fue ordenado sacerdote en mayo de 1969, y después arzobispo sirio católico de Hassaké-Nisibi en 1996. Mientras que la ordenación episcopal la recibió el 18 de junio de 1997.

Durante los años de conflicto, el arzobispo Hindo representó también una voz libre capaz de relatar de forma inconformista los acontecimientos de la época, y de describir fuera de estereotipos y mistificaciones, las condiciones de las comunidades cristianas locales.

Ya en septiembre de 2013, con el temperamento impetuoso que lo caracterizaba, Hindo había escrito una carta abierta al presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, pidiéndole que detuviera sus planes de intervención militar en Siria. 

Cuando el conflicto sirio llegó a la región de Hassaké, el arzobispo rechazó 1.700 kalashnikovs ofrecidos por el gobierno de Damasco para ser distribuidos entre los cristianos locales, con el fin de alistarlos en las milicias progubernamentales para utilizarlos contra los grupos armados anti-Assad. 

“Como hombres de Iglesia -repetía Hindo- no podemos instigar a los cristianos a tomar las armas para participar en el conflicto”. Por la misma razón había criticado las frases de los exponentes del Patriarcado de Moscú que en octubre de 2015 habían bendecido las operaciones militares rusas contra las milicias yihadistas que operan en Siria como una “Guerra Santa”: “Es una forma insensata de definir lo que está ocurriendo en Siria” había dicho el arzobispo Hindo a la Agencia Fides, añadiendo que “para nosotros esas palabras pueden tener consecuencias devastadoras”.

Con la misma vehemencia, en mayo de 2016 el arzobispo Hindo había definido como “una locura, tal vez inspirada por algún traficante de armas que aún no ha vaciado sus almacenes” la idea de financiar con fondos del gobierno estadounidense el suministro de armas para las autodenominadas “milicias cristianas” que operan en el escenario distorsionado de los conflictos en curso en Siria e Irak. 

En las fases más sangrientas del conflicto, el arzobispo Hindo había seguido de cerca el sufrimiento de los más de 250 cristianos asirios del valle de Khabur tomados como rehenes por los milicianos yihadistas en febrero de 2015 y luego liberados un grupo tras otro a medida que se pagaban las cuotas exigidas por los secuestradores para su rescate.

En 2015, mientras en Hassaké la contraofensiva de las fuerzas kurdas y del ejército sirio ponía cerco a los suburbios periféricos aún ocupados por las milicias yihadistas del Estado Islámico (Daesh), las urgencias sanitarias y alimentarias de la población civil impulsaron a Hindo a ocupar también un cargo de carácter público. 

“Me convertí en responsable de la limpieza, de la recogida de basuras de emergencia, de las desinfecciones y de todos los servicios que tienen que ver con la salud pública”, había dicho el arzobispo a Fides. 

Incluso cuando comenzó la dura época de su enfermedad, el arzobispo Hindo nunca alejó la mirada del sufrimiento de su pueblo: “No es cierto que la guerra en Siria haya terminado. Seguimos subiendo nuestro Gólgota”. Así es como el arzobispo Jacques Behnan Hindo describió los sentimientos con los que los cristianos de la región nororiental siria de Jazira se preparaban para vivir los días de la Semana Santa a finales de marzo de 2018. Descansa en paz.+