Viernes 29 de marzo de 2024

El teólogo que no reza y que no adora a Dios se hunde en el narcisismo

  • 10 de abril, 2014
  • Ciudad del Vaticano
Los profesores, estudiantes y personal no docente de la Pontificia Universidad Gregoriana, del Pontificio Instituto Bíblico y del Pontificio Instituto Oriental fueron recibidos esta mañana en audiencia por el papa Francisco. Todas las instituciones -reunidas en un consorcio por el Papa Pío XI en 1923- están confiadas a la Compañía de Jesús y el Santo Padre les recordó la importancia de la colaboración entre ellas, custodiando la memoria histórica y, al mismo tiempo, haciéndose cargo del presente y mirando al futuro con creatividad e imaginación.
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Los profesores, estudiantes y personal no docente de la Pontificia Universidad Gregoriana, del Pontificio Instituto Bíblico y del Pontificio Instituto Oriental fueron recibidos esta mañana en audiencia por el papa Francisco. Todas las instituciones -reunidas en un consorcio por el Papa Pío XI en 1923- están confiadas a la Compañía de Jesús y el Santo Padre les recordó la importancia de la colaboración entre ellas, custodiando la memoria histórica y, al mismo tiempo, haciéndose cargo del presente y mirando al futuro con creatividad e imaginación.

Francisco señaló dos aspectos que deben caracterizar la tarea de los que pertenecen, tanto como profesores como estudiantes, a ese consorcio. El primero es valorizar el lugar en que se encuentran y sobre todo la Iglesia de Roma. ´Hay un pasado y un presente. Están las raíces de la fe: las memorias de los apóstoles y de los mártires; y está el ´hoy´ eclesial, el camino actual de esta Iglesia que preside en la caridad, en el servicio de la unidad y de la universalidad. No hay que darlo por descontado.

Pero al mismo tiempo existe el aporte de la variedad de sus Iglesias de procedencia y de sus culturas´ que ´ofrecen una ocasión inapreciable de crecimiento en la fe y de apertura de la mente y del corazón al horizonte de la catolicidad. En este horizonte la dialéctica entre centro y periferias asume una forma propia, la forma evangélica, según la lógica de un Dios que llega al centro partiendo de la periferia y para volver a la periferia´.

El segundo fue la relación entre estudio y vida que constituye ´uno de los retos de nuestro tiempo: transmitir el saber y ofrecer una clave de comprensión vital, no un cúmulo de nociones desligadas entre sí. Hace falta una verdadera hermenéutica evangélica para entender mejor la vida, el mundo, a los seres humanos, no una síntesis, sino una atmósfera espiritual de búsqueda y certeza basada en la verdad de razón y de fe. La filosofía y la teología permiten conseguir las convicciones que estructuran y fortifican la inteligencia e iluminan la voluntad, pero todo esto es fecundo sólo si se hace con la mente abierta y de rodillas. El teólogo que se complace de su pensamiento concluido es un mediocre.

El buen teólogo y filósofo tiene un pensamiento abierto, es decir incompleto siempre abierto al ´maius´ de Dios y de la verdad, siempre en desarrollo´. Y el teólogo que no reza y que no adora a Dios acaba hundido en el narcisismo más disgustoso. Y esta es una enfermedad eclesiástica, hace mucho daño el narcisismo de los teólogos y de los pensadores.

El Santo Padre recalcó que ´el fin de los estudios en toda universidad pontificia es eclesial´ `por eso ´la investigación y el estudio deben integrarse con la vida personal y comunitaria, el compromiso misionero, la caridad fraternal y el compartir con los pobres, la atención por la vida interior y la relación con el Señor.

Sus institutos no son máquinas para producir teólogos y filósofos: son comunidad en las que se crece y el crecimiento tiene lugar en la familia´. La familia universitaria es ´indispensable para crear una actitud de humanidad y sabiduría concretas que hará de los estudiantes personas capaces de ´transmitir la verdad en dimensión humana, de saber que si faltan la bondad y la belleza de pertenecer a una familia de trabajo se termina por ser un intelectual sin talento, un cultor de la ética sin bondad, un pensador carente del esplendor de la belleza y solo ´maquillado´ de formalismos.

El contacto respetuoso y cotidiano con la laboriosidad y el testimonio de los hombres y mujeres que trabajan en sus instituciones les dará esa cuota de realismo tan necesaria para que su ciencia sea una ciencia humana y no de laboratorio.+