Jueves 21 de noviembre de 2024

"Con Cristo todo se puede", el testimonio de una viuda consagrada

  • 23 de enero, 2021
  • Bahía Blanca (Buenos Aires) (AICA)
En una exposición titulada "Viuda Consagrada: Vocación y Consagración", Alicia Elena Videla de Ursino dio testimonio sobre la presencia de Cristo en su vida.
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En el marco de un encuentro virtual con la Escuela de Ministerios y Diaconado Permanente, Alicia Elena Videla de Ursino, viuda consagrada, brindó su testimonio de vida.

El encuentro fue organizado por la Escuela de Ministerios y Diáconos Permanente de la Arquidiócesis de Bahía Blanca, y se llevó a cabo el 12 de diciembre en forma virtual, a raíz de la situación de pandemia.

Enfermera jubilada de la Armada Argentina y diocesana Castrense, Alicia celebraba ese día el 17° aniversario de la toma de sus primeros votos como viuda consagrada.

Aquel 12 de diciembre de 2003, “con mucha oración y dirección espiritual, hice mis primeros votos privados a los pies de la Santísima Virgen, teniendo como testigo al padre Jorge Wagner, en el día de la solemnidad de la Virgen de Guadalupe”.

Nacida en Puerto Belgrano, conoció a su marido Roberto Ursino en la ciudad de Punta Alta. Estuvo casada con él durante 24 años. «No tuvimos hijos, ni pudimos adoptarlos, así que fuimos de los denominados matrimonios sin hijos. (…) A partir de mi viudez, comenzó un camino doloroso por el duelo, pero con esperanza, hacia lo que Dios me pedía».

Respecto de su matrimonio y cómo se acercaron a Dios, recordó que fue gracias a su madre, "quien nos influyó a que nos acerquemos a la fe", y con el respaldo de sus sacerdotes. "Hasta que una vez, con muy buen tino, nos sugirió alguien: ¿por qué no adoptan curas? Así nuestra casa se convirtió en su hogar”, destacó. "Nuestra casa se colmó, tuvimos una vida muy apostólica con Roberto hasta que él falleció (…). Nadie sabe qué hacer con una viuda. Tres años me costó poder salir. El Señor me gritó: ‘te quiero toda para mí’, y así tomé los primeros votos".

Sobre la tarea de una viuda consagrada, lo resumió así: "En mi caso particular, colaborar con los sacerdotes y ayudar a los seminaristas, sin descuidar mis deberes de estado (hija) y mi trabajo en el mundo sin ser del mundo".

Sobre su misión y este año particular en que hemos vivido la humanidad con la declaración de pandemia por Covid-19, Alicia expresó: "Esta cuarentena yo la transcurrí muy bien. Pensé mucho también en los cristianos perseguidos, que no tienen la posibilidad de ir a la iglesia, que sus casas son sus templos, que están solos. Entonces supe que nosotros, a pesar de todas las limitaciones, podíamos hacer más, ayudando a nuestros fieles a estar conectados, informados y también contenidos. Para que puedan ver a Jesús, tener un encuentro personal con el Señor. Sepan que, si yo no hubiera tenido a Jesús al lado mío, no hubiera podido superar todo lo que me tocó vivir. Descubramos que con Cristo, todo se puede”, animó.

Alicia detalló parte de sus tareas como viuda consagrada: “Mi vida es ofrecimiento de obras, rezar el santo rosario, hacer lectura espiritual diaria. Además, misa diaria, visita al Santísimo, confesión y retiro espiritual frecuente”.

El papa Francisco, en septiembre de 2018, en la reunión mantenida con un grupo de viudas consagradas, les decía: Con su consagración en la viudez “confirman que es posible vivir los consejos evangélicos" ejerciendo las responsabilidades familiares, profesionales y sociales, pues la consagración, señalaba, “es un regalo que el Señor le da a su Iglesia para recordar a los bautizados que el poder de su amor misericordioso es un camino de vida y santidad que nos permite superar las pruebas y renacer a la esperanza y a la alegría del Evangelio”.

En el final de su ponencia, Alicia reconoció: “A Roberto lo extraño todos los días de mi vida, está en manos de Dios. Él se me adelantó, todos tenemos fecha de partida. En el caso de mi consagración, el Señor me llama desde su Palabra, ‘Permaneció viuda, y tenía ya ochenta y cuatro años. No se apartaba del Templo, sirviendo día y noche al Señor con ayunos y oraciones’ (Lc 2, 36-38). Lo que para mí, esencialmente sería, ‘Te quiero toda para mí’”, concluyó.+