Fue obispo de Sirmio, capital de Panonia, en la actual Hungría. Durante la persecución de Diocleciano, fue encarcelado y llevado ante el gobernador Probo. Cuando se le ordenó que ofreciese sacrificios a los dioses paganos se rehusó, por lo que fue sometido a tormentos y finalmente decapitado, el año 304.