Era hija de Pedro III, rey de Aragón y nieta de Manfredo, rey de Sicilia. Nació en 1271, cuando reinaba en Aragón su abuelo Don Jaime I, El Conquistador. Se llamó Isabel en honor de su tía bisabuela, Santa Isabel de Hungría. Desde niña llevó una vida de piedad y austeridad. A los 12 años fue dada en matrimonio a Dionisio, rey de Portugal. El verse sentada en el trono real, no le hizo abandonar su vida virtuosa, sino que adoptó una vida muy similar a la de una religiosa de monasterio. Tuvo dos hijos. Al quedar viuda, tras acompañar el cadáver de su esposo al sepulcro, se recluyó por tres meses en un monasterio. Finalmente santificó su viudez en la Orden Tercera de San Francisco. Murió en Extremoz, en 1336.