Viernes 22 de noviembre de 2024

Un catequista arriesga su vida para salvar "un tesoro" durante un ataque terrorista

  • 1 de julio, 2021
  • Maputo (Mozambique) (AICA)
El catequista Paulo Agostinho Matica escondió y guardó los libros de su parroquia como "un verdadero tesoro". Ayuda a la Iglesia Necesitada (AIN) contó su historia.
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“Soy catequista de la parroquia de San Benito de Palma”, así se presenta Paulo Agostinho Matica y después deposita en manos del administrador apostólico de Pemba (Mozambique), monseñor Antonio Juliasse, los libros de registro de la parroquia de Palma que Paulo escondió y guardó como “un verdadero tesoro” cuando la ciudad fue atacada por los terroristas el 24 de marzo. 

La historia del valeroso catequista fue difundida por la Fundación Pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada (AIN) como un testimonio de amor a la Iglesia.

“El día de los ataques yo estaba en la parroquia trabajando. Estaba dentro, en la casa del sacerdote serían las dos de la tarde. Los insurgentes de Al Shabaab llegaron y atacaron la parroquia de Palma”.

Desde el momento en que se escucharon los primeros disparos y las primeras detonaciones de bombas, el catequista se propuso salvar los libros de registro de la Iglesia, donde están registrados los matrimonios y bautizos de la parroquia, la memoria histórica de la comunidad católica de Palma.

Responder con bien ante el mal causado
Durante dos días, con la ciudad ocupada por los terroristas, la gente huyendo, y con disparos y explosiones por doquier, Paulo Agostinho permaneció escondido en la casa parroquial. Al tercer día decidió arriesgarse y fue a la casa de un amigo. Desde allí partió hacia Quitunda, una pequeña aldea de las afueras de la ciudad de Palma, recientemente vinculada al megaproyecto de exploración de gas.

Desde Quitunda, el catequista se dirigió a la localidad de Senga, llevando consigo los libros que considera “el tesoro” de la parroquia. Llegó allí la víspera del Domingo de Ramos. Toda la región era un escenario de guerra. Los terroristas, que dicen pertenecer a Daesh, el Estado Islámico, estaban llevando a cabo uno de los ataques más osados en la provincia de Cabo Delgado, y circulaban noticias de que en Palma había personas asesinadas y decapitadas, con cientos de personas huyendo, y todo ello en un escenario de caos y miedo.

Cuando llegó a Senga, el catequista se encontró con una pequeña comunidad cristiana. En medio de ese clima de guerra, con la gente sin saber muy bien qué hacer ni hacia dónde huir, algunos cristianos descubrieron la presencia del catequista. 

“Me dijeron: ‘Queremos rezar’. Así que fui a la iglesia y rezamos”. En ausencia de un sacerdote, en la zona de Cabo Delgado es común para los catequistas celebrar la Liturgia de la Palabra. Así vivieron los cristianos de Senga el Domingo de Ramos.

Pero para Paulo seguía siendo necesario encontrar un lugar más seguro para no perder los preciados libros parroquiales. Así que se fue a Mwagaza, otro pueblo cercano donde tiene algunos parientes. 

“Me quedé allí hasta el 11 de abril”. Tras tener noticia de que el ataque en Palma había  terminado, Paulo decidió regresar, a pesar de todos los riesgos. No sabía lo que le esperaba, no sabía con quién se encontraría por el camino. “Regresé a la parroquia para ver cómo estaba”.

Lo que encontró lo conmocionó y entristeció profundamente. La iglesia había sido saqueada y había signos de destrucción por todas partes. La puerta estaba rota. 

Los terroristas habían prendido fuego a muchas cosas, a las imágenes, a algunos bancos, a los altavoces, incluso unas ventanas nuevas que  iban a sustituir las viejas. Todo estaba destruido. Paulo Matica guardaba en la casa del sacerdote unos 30.000 meticales [unos 400 euros] para los gastos de la parroquia. Todo había desaparecido. “Se llevaron el dinero, un televisor y hasta la moto”.

Testimonio de amor y entrega
Dos meses y once días después del ataque terrorista en Palma, el catequista se desplazó a Pemba para entregar los libros parroquiales al obispo. 

Monseñor Juliasse, administrador apostólico de la diócesis, elogió su valor y determinación: “Ya sabía de la dedicación de este animador nuestro de la parroquia de San Benito de Palma, pero me produce una gran admiración que se haya preocupado por salvar los libros de registro de la parroquia”.

El obispo destacó la valentía de quien arriesgó su propia vida para salvar estos libros “en un momento difícil de ataques, tiroteos, muertes y huidas”. Y habló de un testimonio de amor a la Iglesia: “En medio del sufrimiento está este testimonio de amor a la Iglesia de Dios, una Iglesia que Paulo ama y cuida”.

La valentía de Paulo Agostinho Matica permitió salvar los libros de registro de la parroquia de San Benito de Palma. En realidad, son más que simples libros: en esas páginas manuscritas están los recuerdos de la comunidad cristiana, los nombres de quienes se casaron en esa iglesia y también de quienes fueron bautizados y confirmados allí. Si no hubiera sido por la valentía de este hombre, los libros de la parroquia habrían servido para alimentar la hoguera del odio que los terroristas encendieron en el suelo de la iglesia, ahora son parte del legado histórico de la diócesis.+