Miércoles 30 de octubre de 2024

Mons. Castagna celebró su 40 aniversario de ordenación episcopal

  • 2 de enero, 2019
  • Buenos Aires (AICA)
El 29 de diciembre, al cumplir 40 años de su ordenación episcopal, el arzobispo emérito de Corrientes, Mons. Domingo S. Castagna, presidió una misa de acción de gracias en la catedral correntina Nuestra Señora del Rosario.
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Con una gran concurrencia de fieles correntinos que colmaron el templo, el sábado 29 de diciembre pasado, al cumplir 40 años de su ordenación episcopal, el arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Salvador Castagna, presidió a las 20 en la iglesia catedral Nuestra Señora del Rosario, de la ciudad de Corrientes, una santa misa de acción de gracias que fue concelebrada por el arzobispo de Corrientes, monseñor Andrés Stanovnik OFMCap, y numerosos sacerdotes de ambos cleros de Corrientes.

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En su homilía, monseñor Castagna agradeció a Dios el haberle dado una larga vida en el ejercicio del ministerio episcopal, por lo que se animaba a entonar el Magníficat "que aprendí de María en mi remota adolescencia", y dijo que se sorprendía "emocionado celebrando cuarenta años de episcopado, en el recinto cálido de la Madre Iglesia, con este amado pueblo de Corrientes", pueblo al que agradecía "por acompañarme hoy a dar gracias a Dios".

"Desde niño -confesó- aprendí a no creerme más de lo que era", y recordando su elección al episcopado, señaló que "Dios elige a quienes los hombres consideran poco importantes, hasta desechables, para hacerlos depositarios de sus misteriosos designios. Así me sentí cuando, hace 40 años, el nuncio apostólico me transmitió la decisión del papa San Juan Pablo II, apenas a un mes de su asunción como Sumo Pontífice".

"A partir de entonces -contó- las gracias se sucedieron sin interrupción. Por responder con la mayor fidelidad posible a lo que la Iglesia me encomendó entonces, debí enfrentar situaciones bastante complicadas. En todo momento me sentí urgido a vivir la caridad pastoral, de la que Jesús es modelo original. Supe y sé que el extremo de esa caridad pastoral es el don de la propia vida. Desde mi ordenación presbiteral, hace 63 años, tuve la convicción de que el ministerio iniciado obtendría su perfección en el don generoso de mi vida, entonces muy joven. Confieso que no siempre lo he logrado como hubiera deseado, pero lo intenté y lo sigo intentando".

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Silencio agradecido
"Hoy -dijo en otro momento de su homilía- es un día para el silencio agradecido. Tengo motivos para agradecer, muchos motivos" y manifestó que lo único que recordaba de su homilía el día de su ordenación episcopal "en aquel lejano 29 de diciembre de 1978, fue un enorme ¡gracias! a la Iglesia, en quienes entonces me acompañaban: el arzobispo consagrante [cardenal Juan Carlos Aramburu] y Obispos, sacerdotes, mis familiares y muchos amigos. Pero, como hoy, la Iglesia constituyó entonces la presencia de Jesús en mi vida. En la Iglesia soy Pastor y, gracias a ella, aprendí a amar a todos, incluso a quienes no me aman".

Y agregó emocionado: "Entiendo que mi ya larga vida va llegando a su término y vértice. Es hora de arribar a la Casa del Padre; me embarga un deseo enorme de ser abrazado por Él y celebrar una fiesta eterna con quienes me han precedido: la Virgen Madre, los santos, mis padres, mis hermanos obispos, sacerdotes y tantos amigos laicos a quienes tuve el privilegio de servir como sacerdote. Hoy es un día para el silencio agradecido y la súplica esperanzada de perdón. Les agradezco que me acompañen presididos por su Pastor y mi digno sucesor: monseñor Andrés Stanovnik".



Seguidamente, refiriéndose a la fiesta de ese día, monseñor Castagna dijo: "Hoy celebramos la solemnidad de la Sagrada Familia de Nazaret. Hagamos como Jesús, adolescente de 12 años, e introduzcámonos dócilmente en el hogar de Nazaret confiados, como niños, a la protección materna de María y al cuidado paterno de José", y así "nuestro crecimiento en edad y gracia estará asegurado. Aceptemos el desafío de ser testigos de Dios, en un mundo zarandeado por el pecado. Multitudes sin rumbo, como ovejas sin pastor, inconscientes aun de que Cristo ha muerto y resucitado por todos, también por quienes ahora y aquí se declaran sus enemigos".

"Señor, que quien me mire te vea y te ame"
"En mis cuarenta años de obispo -manifestó en la última parte de su homilía- aprendí a mirar al mundo no como a un enemigo al que combatir y destruir, sino como al hermanito perdido, pobre ovejita balando quejumbrosamente desde su soledad y nostalgia de Dios. Un mundo que necesita del encuentro con el hermano creyente que lo reconduzca al Padre, no de un juez implacable que le aplique la ley y lo condene, echando más sombras sobre sus sombras. Quise ser una humilde imagen del Buen Pastor, que no vino a juzgar sino a salvar y, de esa manera, despertar en todos el deseo ardiente de un encuentro con Quien es el Camino que los orienta hacia Él mismo, como Verdad y Vida".

"Por ello -concluyó-, me inventé una jaculatoria que repito continuamente: "Señor Jesús, que quien me mire te vea y te ame". Es mi sueño y mi anhelo de Pastor. Por favor ¡ayúdenme a concretarlo hasta el fin!"+