Miércoles 18 de septiembre de 2024

Mons. Álvarez: 'Hay gente que vuelve a pensar si come o toma remedios'

  • 16 de septiembre, 2024
  • Rawson (Chubut) (AICA)
El obispo de Rawson se manifestó impactado por situaciones que constata a raíz de la crisis social. Lo manifestó en una entrevista, en la que también habló de la solidaridad y del rol de la mujer.
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La crisis económica, el crecimiento de la cifra de pobres, las personas vulnerables, la violencia y la desigualdad de género, el rol de la mujer, las disidencias, el concepto de solidaridad y las acciones de contención, fueron algunos de los temas abordados por el obispo de Rawson, monseñor Chobi Álvarez, en una entrevista con Jornada.

"El rol de la mujer, si bien es una cuestión epocal (que cambia), es de empoderamiento ante distintas situaciones sociales o públicas, es algo que emerge, que ya estaba. Yo empecé hace 30 años trabajando en villas de emergencia en Córdoba, y a mí me impresionaba cómo era la mujer la que sostenía la casa", destacó.

"Cuando fui seminarista, me tocó dar catequesis en una villa. Y tenía que explicar que Dios era papá. Cuando fui a explicarlo, los chicos me decían: yo no quiero que Dios sea papá, porque llega borracho, violento, falta muchos días. Quiero que sea como mi mamá y no como mi papá", recordó, y profundizó: "Uno empieza a acuñar que Dios es padre y madre. Pero también te vas dando cuenta de que la mujer es la resiliente, la que sostiene en las casas el acontecer cotidiano; pero también, en las situaciones de emergencia, la que más fuerza tiene para salir".

En cuanto a la desigualdad laboral, monseñor Álvarez planteó: "Hay distintos espacios en Puerto Madryn, Dolavon, Trelew, Rawson y Las plumas, y es la mujer la que lleva adelante la tarea. Eso que es evidente en el ámbito social, aunque en lo laboral sigue siendo dificultoso. No le da lo mismo a una empresa o a un negocio tomar a una mujer que a un varón".


"No solo acá, sino en otros lugares del mundo, a causa de la proyección de la maternidad. Aunque suene duro, a una mujer, cuando le hacen una entrevista de trabajo, también le hacen una pregunta sobre su proyecto de familia. A un varón nunca se la harían", planteó.

El obispo admitió que "hoy, a nivel gerencial, hay muchas mujeres, pero sigue siendo una proporción distinta. En la Iglesia, en lo que sería hoy gerenciar la catequesis, la pastoral social, la caridad y el acontecer pastoral, tenemos una participación masiva de mujeres; repitiendo sí, en la Iglesia, un esquema patriarcal", admitió.

"En lugar de estar su padre o su marido, pasa a estar el cura. Y al cura es al que está referida y al cura es al que obedece; y a veces a mí, como obispo, me cuesta que las mujeres se desmarquen. Si tienen su propia opinión o intuición desde lo femenino, bienvenida la aplicación", valoró.

"La mujer es intuitiva para la vida y para la muerte", destacó, citando a Benedicto XVI y afirmando que es una visión compartida con el Papa Francisco, y fundamentó: "Cuando hay signos de muerte, los descubre más rápido la mujer. Esa dimensión, que es tan clara, también se da en lo pastoral y, a veces, tiene demasiada mediación de la estructura de los curas. Estamos haciendo un trabajo para estimular a mujeres a coordinar espacios que no necesariamente tienen que tener la figura sacerdotal, la cual, aunque es indispensable para algunas cosas por alguna cuestión particular, no lo es en todo".

El diocesano subrayó también que, "en la Iglesia y en los espacios de contención social, es clarísimo el emergente de la mujer como articulador, como agente de promoción, generación y transformación".

Consultado sobre la posición respecto a las disidencias (en relación con comunidades como la LGBTQ+), el obispo volvió a citar al pontífice, para aclarar que nadie, en un servicio pastoral, pregunta cuál es la elección sexual de otra persona para brindar contención o asistencia. "Un arquero no elige de qué lado se tira cuando llega la pelota, tiene que atajar siempre. Hay que atajar la vida como viene, no como querríamos que fuera", graficó.

Comer o comprar remedios
Monseñor Álvarez expresó, asimismo, su preocupación por la situación social y admitió que, en los últimos años, son cada vez más las personas que acuden por ayuda social a la Iglesia. 

"Lo que a uno lo mata es ver gente que vuelve a pensar si come o toma remedios. A cualquiera que tiene una fibra de corazón lo mata. Y volvés a ver a nuestros ancianos o a gente con niños pequeños", describió, en relación con el cuadro social, y prosiguió: "Cuando se ve a la mamá con el niño resfriado, con bronquios tomados, y que va a nuestros espacios para ver si hay muestras gratis de algo, se sabe que la renuncia va a ser no cenar, porque va a tener que comprar medicación o lo que sea, y se queda sin cenar. La opción es entre la salud y la comida".

"Son esas conversaciones que uno padeció en 2001 o 2002. Me destruyen y me parece que a los curas y agentes pastorales les significa una creatividad, para seguir alentando y teniendo esperanza", expresó.

El obispo, en el mismo sentido, destacó que el pueblo argentino "es enormemente solidario", y citó un ejemplo: "Siendo cura, comencé una campaña para mi cumpleaños. A mí no me hace falta nada. Hice tres misas: en Madryn, en Rawson y Trelew. Todos tenían que traer medias y camisetas. Mi cumpleaños es el 5 de mayo. Llenamos tres camionetas y repartimos la ropa en Telsen, Gan Gan, Lagunita Salada, etcétera".

"Así, cuando hacemos cada campaña. Como en Navidad. Se arman cajas. Y las decoran, les ponen mensajes de niños para otros niños. No me puedo quejar del sentimiento solidario. Atrás de pequeños trabajos, hay empresas que nos donan para hacer tareas corporativas: una máquina de coser, una amasadora para panadería, por ejemplo. Es precioso", definió.

Violencia de género y vulnerabilidad
"Siendo cura, hicimos una casa de contención para mujeres que sufrían violencia de género. Gasté parte de mi ministerio de cura recibiendo mujeres trompeadas, desfiguradas, embarazadas golpeadas. Ahí vi el último escalón de lo abusivo, de cuando no se tiene adónde ir y se tiene que quedar al lado del violento, acceder a determinadas cosas para darle de comer a sus hijos", relató.

"Me encantaría que nuestras comunidades le dijeran, a 'ese último escalón' y todos los que van para arriba, que es posible otra cosa. Y que esa otra cosa necesita un proyecto colectivo. No es la ayuda de un cura o una mujer buena que está en una capilla. Es esa decisión comunitaria, como diócesis, que hemos tomado. Y empezar a respirar un mundo distinto y una realidad personal afectiva distinta. Eso me encantaría: que, cuando lean o escuchen, si una mujer tiene la tristeza de no tener futuro, sufre la violencia o falta de proyecto, sienta que cerca hay una capilla de la Iglesia Católica que estará dispuesta a darle una mano", concluyó.+

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