Sábado 23 de noviembre de 2024

La vida de San Ignacio de Loyola, "una gran lección para nosotros", afirmó el Papa

  • 14 de noviembre, 2022
  • Barcelona (España) (AICA)
"Después de las guerras, conversión, cambio de rumbo e inversión en lo importante", destacó el pontífice en la carta al arzobispo de Barcelona, a 500 años de la llegada del santo a la ciudad condal.
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“A través de las crisis, Dios nos dice que no somos los dueños de la Historia con mayúsculas, y ni siquiera de nuestra propia historia, y aunque seamos libres de responder o no a los llamados de su gracia, es siempre su designio amoroso el que usa para dirigir el mundo", escribió el papa Francisco en una carta dirigida al cardenal Juan José Omella Omella, arzobispo de Barcelona y presidente de la Conferencia Episcopal Española, con motivo del 500° aniversario de la llegada a la capital catalana de San Ignacio de Loyola.

En la misiva, el Santo Padre recordó que, un 14 de noviembre de 1522, “un pobre soldado” llegó a Barcelona cuando iba de camino a Tierra Santa. Paradójicamente, cinco siglos después las autoridades civiles y religiosas de esa región, junto al Prepósito General de la Compañía de Jesús, se reúnen de forma institucional para celebrar este acontecimiento.

“Nuestro protagonista –escribió el Papa–, después de haber servido al rey y a sus convicciones hasta derramar su sangre, iba herido en el cuerpo y en el espíritu, se había despojado de todo y tenía el propósito de seguir a Cristo en pobreza y humildad. A él, en ese momento, poco le importaba hospedarse en albergues para pobres o tener que retirarse a una cueva para orar, y menos aún que esto le supusiera ser “estimado por vano y loco”.

Con el deseo de unirse a este acto, el Santo Padre pidió al arzobispo de Barcelona “que lo represente”, pidiéndole que haga llegar sus saludos a todos los que participan en esta celebración.

Y refiriéndose nuevamente al fundador de la Compañía de Jesús, el Santo Padre observó que es significativo pensar que, para llevarlo hasta allí, Dios se sirviese de una guerra y de una peste. La guerra que lo sacó del sitio de Pamplona y fue el detonante de su conversión, y la peste que le impidió llegar a Barcelona y lo retuvo en la cueva de Manresa.

“Es una gran lección para nosotros –indicó el Papa– pues guerras y pestes no nos faltan para que lleguemos a convertirnos. Podemos, por tanto, asumirlas como una oportunidad para revertir el rumbo seguido hasta ahora e invertir en lo que verdaderamente importa, sea cual sea el ámbito en que nos movamos”.

Es en estas circunstancias, señala el Santo Padre, que las crisis se convierten en oportunidades de conversión, precisamente cuando se reconoce la primacía de Dios.

“Ignacio se mostró dócil a esa llamada, pero lo más importante es que no retuvo esta gracia para sí, sino que la consideró desde el principio como un don para los demás, como un camino, un método que podía ayudar a otras personas a encontrarse con Dios, a abrir su corazón y dejarse interpelar por Él. Desde entonces, sus ejercicios espirituales, como otros itinerarios de perfección, se nos presentan como esa escala de Jacob que desde la tierra nos lleva al cielo, y que Jesús promete a quienes lo buscan sinceramente”.+