Viernes 22 de noviembre de 2024

Francisco: Cada vez que rezamos, Jesús reza con nosotros y por nosotros

  • 28 de octubre, 2020
  • Ciudad del Vaticano (AICA)
En la audiencia general de hoy, el Papa habló de Cristo el día de su bautismo en el Jordán: "Jesús abrió la puerta del cielo".
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La primera oración de Jesús es "con los pecadores del pueblo de Dios", a orillas del Jordán, el día de su bautismo: un gesto "no para él, sino para todos". Nos muestra el camino hacia "un diálogo de amor con el Padre", incluso en los momentos más oscuros de la vida, explicó esta mañana el papa Francisco prosiguiendo el itinerario de la catequesis sobre la oración con los fieles presentes en la audiencia general en la sala Pablo VI y conectados a través de los medios de comunicación.

Tras haber recorrido el Antiguo Testamento, el Pontífice se detuvo hoy en la figura de Jesús y el comienzo de su misión pública, que tuvo lugar con su bautismo en el río Jordán, donde el pueblo reunido en espíritu de oración recibía de Juan el bautismo de penitencia.

El primer acto público de Jesús es por tanto la participación en una oración coral del pueblo, una oración penitencial, donde todos se reconocían pecadores.

El Papa evidenció que aunque Jesús no lo necesitaba, quiso ser bautizado en obediencia a la voluntad del Padre y en solidaridad con nuestra condición humana. "Él reza con los pecadores del pueblo de Dios".

“Jesús es el justo, no el pecador. Pero Él quiso bajar hasta nosotros pecadores, y Él reza con nosotros, y cuando nosotros rezamos Él está con nosotros rezando. Él está con nosotros porque está en el cielo rezando por nosotros. Jesús siempre reza con su pueblo, siempre reza con nosotros. Nunca rezamos solos, siempre rezamos con Jesús. No se queda en la orilla opuesta del río, 'yo soy justo, ustedes son pecadores', para marcar su diversidad y distancia del pueblo desobediente, sino que sumerge sus pies en las mismas aguas de purificación.”

“Y ésta –precisó el Papa– es la grandeza de Dios que envió a su Hijo y se anuló a sí mismo y apareció como un pecador”.

De esta manera, Jesús se muestra cercano al pueblo pecador y desobediente, le abre camino y lo invita a seguirlo: "Jesús no es un Dios lejano, y no puede serlo. La encarnación lo reveló de una manera completa y humanamente impensable. Así, inaugurando su misión, Jesús se pone a la cabeza de un pueblo de penitentes, como encargándose de abrir una brecha a través de la cual todos nosotros, después de Él, debemos tener la valentía de pasar”.

El Santo Padre destacó que ese día, a orillas del río Jordán, está “toda la humanidad, con sus anhelos inexpresados de oración”, sobre todo el pueblo de los pecadores: "Esos que pensaban que no podían ser amados por Dios, los que no osaban ir más allá del umbral del templo, los que no rezaban porque no se sentían dignos. Jesús ha venido por todos, también por ellos, y empieza precisamente uniéndose a ellos".

Jesús reza con nosotros y abre la puerta de los cielos
El Papa recordó además "el clima de oración en el que tuvo lugar el bautismo de Jesús”, citado en el pasaje evangélico, que relata que mientras Jesús rezaba “se abrió el cielo”. Rezando, Jesús abre la puerta de los cielos, y de esa brecha desciende el Espíritu Santo. Y desde lo alto una voz proclama la verdad maravillosa: «Tú eres mi Hijo; yo hoy te he engendrado».

“Esta sencilla frase encierra un inmenso tesoro: nos hace intuir algo del misterio de Jesús y de su corazón siempre dirigido al Padre. En el torbellino de la vida y el mundo que llegará a condenarlo, incluso en las experiencias más duras y tristes que tendrá que soportar, incluso cuando experimenta que no tiene dónde recostar la cabeza, también cuando el odio y la persecución se desatan a su alrededor, Jesús no se queda nunca sin el refugio de un hogar: habita eternamente en el Padre”.

"En la oración de Jesús –explicó el Papa– el Espíritu Santo toma posesión de su persona y la voz del Padre atestigua que Él es el amado, el Hijo en el que Él se refleja plenamente. Una oración que es totalmente personal, y así será durante toda su vida terrena”, y “en Pentecostés se convertirá por gracia en la oración de todos los bautizados en Cristo. Él mismo obtuvo este don para nosotros, y nos invita a rezar como Él rezaba”.

“Por esto, si en una noche de oración nos sentimos débiles y vacíos, si nos parece que la vida haya sido completamente inútil, en ese instante debemos suplicar que la oración de Jesús se haga nuestra. Escucharemos entonces una voz del cielo, más fuerte que la que sube de los bajos fondos de nosotros mismos, susurrando palabras de ternura: ‘Tú eres el amado de Dios, tú eres hijo, tú eres la alegría del Padre de los cielos’”.

Finalmente, el Santo Padre recordó que es “por cada uno de nosotros que se hace eco la palabra del Padre: aunque fuéramos rechazados por todos, pecadores de la peor especie. Jesús no bajó a las aguas del Jordán por sí mismo, sino por todos nosotros. Abrió los cielos, como Moisés había abierto las aguas del mar Rojo, para que todos pudiéramos pasar detrás de Él. Jesús nos ha regalado su propia oración, que es su diálogo de amor con el Padre. Nos lo dio como semilla de la Trinidad, que quiere echar raíces en nuestro corazón. ¡Recibámoslo!”. +