Domingo 24 de noviembre de 2024

El tiempo de Adviento y los tres aspectos de la esperanza

  • 25 de noviembre, 2022
  • Buenos Aires (AICA)
El tiempo litúrgico que comienza el próximo domingo nos invita a esperar la Natividad del Señor, su Parusía y también su venida al corazón de cada uno de nosotros.
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La palabra “Adviento” viene del latín “adventus”, que significa “venida”. En el año litúrgico, es el tiempo durante el que nos preparamos para celebrar la Navidad. Debido a esto es, por excelencia, el tiempo de la esperanza, y en él la Iglesia y cada bautizado están llamados a convertirse en esperanza para toda la Creación.

En ese sentido, se puede decir que la esperanza en relación con el Adviento tiene tres dimensiones o aspectos.

Por un lado, en este tiempo especial se nos invita a reflexionar sobre la primera venida de Jesús, la histórica, en la humildad de nuestra carne, cuando el Hijo de Dios, luego de haberse encarnado en las entrañas purísimas de su Inmaculada Madre, nació en Belén. A este hecho aluden, sobre todo, la mayoría de las lecturas de las últimas dos semanas de este tiempo. Y conmemoramos asimismo ese acontecimiento, imitando también la esperanza en Dios y en la venida del Salvador que tenían los hebreos y muchos otros pueblos de la antigüedad.

Por otra parte, se nos propone también meditar especialmente en la Parusía, la segunda venida de Cristo al final de los tiempos, que es el tema predominante en las dos primeras semanas del Adviento. De esta manera, experimentamos la esperanza en el regreso glorioso de Jesús como Rey del Universo (cuya fiesta se celebra siempre, precisamente, el domingo anterior al comienzo del Adviento) y en compartir con Él la vida eterna.

Finalmente, también esperamos que Jesús venga al corazón de cada uno de nosotros, ya que Dios está presente siempre y en todo lugar, no deja de golpear a nuestra puerta y jamás nos deja solos. El Adviento nos invita, además, a esperar  con especial amor a Jesús, que viene una y otra vez a nuestras vidas, y a recibirlo con alegría y con la esperanza de que permanezca en nuestro corazón.

De esta manera, el Adviento es una ocasión para despertar de nuevo en nosotros el sentido verdadero de la espera, volviendo al corazón de nuestra fe, que es el misterio de Cristo.

En definitiva, en este tiempo se celebra a Dios viviendo con gozo la esperanza, que como virtud (tanto humana como teologal) es –podría decirse– una suerte de anticipo de la alegría plena. Y es un rasgo característico de los cristianos, ya que ”en la esperanza hemos sido salvados”  y sabemos que Dios es fiel y que en Jesús ha cumplido sus promesas.

La corona de Adviento
Es esta otra de las particularidades de este tiempo litúrgico. Se trata de una tradición  que simboliza el transcurso de las cuatro semanas que lo componen. Consiste en una corona de ramas (originalmente de pino o abeto), con cuatro o -en ocasiones- cinco velas.

Cada una de las 4 primeras velas se enciende en uno de los domingos del Adviento. El encendido en los hogares puede acompañarse con alguna lectura bíblica y con  oraciones alusivas. Las velas del primero, el segundo y el cuarto domingos son moradas (que es el color litúrgico correspondiente a este tiempo) y la del tercero es rosada (en coincidencia también con los colores de este domingo, llamado ”Gaudete”, es decir, “Alégrense”,  en alusión a la cercanía de la Navidad) por lo que se llega a la Nochebuena con las cuatro velas encendidas.

En el caso de las coronas con una quinta vela, ésta es blanca y de mayor tamaño. Se la denomina "vela de Cristo", y se la enciende el día de Navidad.+