Viernes 22 de noviembre de 2024

El Papa: La verdadera herencia que dejamos es el bien hecho y sembrado

  • 11 de mayo, 2022
  • Ciudad del Vaticano (AICA)
El pontífice prosiguió esta mañana el ciclo de catequesis sobre la vejez durante la audiencia general: "Los niños aprenden de sus abuelos la fuerza de la ternura y el respeto por la fragilidad".
Doná a AICA.org

Al día siguiente de la publicación del mensaje por la Jornada Mundial de los abuelos y los mayores, el papa Francisco en la audiencia general de esta mañana en la Plaza de San Pedro prosiguió el ciclo de catequesis dedicado a la vejez. Y lo hizo relanzando un llamamiento: “La vida de nuestras comunidades debe poder disfrutar de los talentos y carismas de tantas personas mayores, que ya están jubiladas para el registro civil, pero que son una riqueza a valorar”.

El Pontífice centró su reflexión en la heroína bíblica Judit, como ejemplo de la contribución que las personas a lo largo de los años pueden ofrecer generosamente a las familias y a la sociedad: la relación entre generaciones debe reconfigurarse para que los intercambios entre viejos y jóvenes sean más fructíferos.

La vida de Judit, que defendió a Israel de sus enemigos y que, luego de retirarse a su ciudad, se distinguió en su vejez por su sabiduría, tiene mucho que enseñar a los ancianos del mundo contemporáneo, explicó el Papa en la audiencia general en la Plaza de San Pedro, recordando lo que hizo la heroína bíblica a lo largo de sus 105 años y que "el heroísmo no es sólo el de los grandes acontecimientos que se destacan", sino también el que "se encuentra a menudo en la tenacidad del amor derramado en una familia difícil y a favor de una comunidad amenazada".

Perspectivas de la tercera edad
En su novena catequesis sobre la vejez, Francisco se centró, en particular, en la longevidad de Judit y observó que "hoy no es raro tener tantos años de vida después de la temporada de jubilación". Y si hay quienes ven la perspectiva de la jubilación como un merecido y deseado descanso de actividades exigentes y agotadoras, “también sucede que el final del trabajo representa un motivo de preocupación”, generando interrogantes sobre cómo ocupar su tiempo. Para algunos puede existir "el compromiso gozoso y fatigoso de cuidar a los nietos", explica el Papa, y añadió que "hoy los abuelos juegan un papel muy importante en la familia ayudando a criar a los nietos", aunque "nacen menos niños y a veces no es fácil conciliar distancias y desplazamientos, o se es “más reacio a confiar a los abuelos espacios educativos, concediendo sólo aquellos estrictamente relacionados con la necesidad de asistencia”. 

Al respecto consideró que hay nuevas necesidades, también en el ámbito educativo y de las relaciones parentales, que nos piden remodelar la tradicional alianza entre generaciones.

“La convivencia de las generaciones, de hecho, se alarga", reflexionó Francisco, "¿tratamos todos de hacerlas más humanas, más afectivas, más justas, en las nuevas condiciones de las sociedades modernas?".

Para los abuelos, una parte importante de su vocación es apoyar a sus hijos en la crianza de los hijos. Los pequeños aprenden la fuerza de la ternura y el respeto por la fragilidad: lecciones insustituibles, que con los abuelos son más fáciles de impartir y recibir. Los abuelos, por su parte, aprenden que la ternura y la fragilidad no son sólo signos de decadencia: para los jóvenes, son pasos que hacen humano el futuro.

Volviendo al ejemplo de Judit, que enviudó tempranamente y no tuvo hijos, pero que como anciana fue "capaz de vivir un tiempo de plenitud y serenidad, en la conciencia de haber vivido en plenitud la misión que el Señor tenía encomendada para ella". Esa mujer dejó “el buen legado de sabiduría, ternura, dones para la familia y la comunidad: una herencia de bien y no sólo de bienes”. Y en cambio, observó el pontífice, “cuando pensamos en herencia, a veces pensamos en bienes, y no en el bien que se hizo en la vejez y que se sembró, ese bien que es la mejor herencia que podemos dejar”.

“Cuando envejeces -dijo Francisco- pierdes un poco la vista, pero la mirada interior se vuelve más penetrante. Se ve con el corazón. Uno se vuelve capaz de ver cosas que antes se le escapaban. Los viejos saben mirar y saben ver. Es así: el Señor no confía sus talentos sólo a los jóvenes y fuertes: los tiene para todos, a la medida de cada uno, incluso para los viejos. La vida de nuestras comunidades debe poder disfrutar de los talentos y carismas de muchas personas mayores, que ya están jubiladas para el registro civil, pero que son una riqueza a valorar.

Con creatividad y disponibilidad generosa, sugirió el Santo Padre, los ancianos pueden hacer de sus habilidades “recursos de donación”: enseñar, aconsejar, construir, cuidar, escuchar. “Preferiblemente a favor de los más desfavorecidos, que no pueden permitirse ningún aprendizaje o que se encuentran abandonados en su soledad”.

Y volviendo de nuevo a la figura de Judit, el Papa concluye su catequesis definiendo a la mujer no como una jubilada que vive tristemente su vacío, sino como "una anciana apasionada que llena de dones el tiempo que Dios le regala", y recomienda la lectura del libro que está dedicado a ella en la Biblia. 

Judit fue "una mujer valiente", concluyó Francisco, que espera abuelas así: "valientes, sabias y que nos dejan el legado no de dinero, sino el legado de sabiduría, sembrado en sus nietos”.+