Viernes 22 de noviembre de 2024

El Estado no puede arrebatar el papel de la familia, afirmó arzobispo boliviano

  • 29 de diciembre, 2021
  • Santa Cruz de la Sierra (Bolivia) (AICA)
"La familia es la primera responsable de la educación y formación de los hijos en valores humanos cívicos y sociales", dijo el arzobispo de Santa Cruz, monseñor Sergio Gualberti .
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El arzobispo de Santa Cruz (Bolivia), monseñor Sergio Gualberti, exhortó a la sociedad y al Estado proteger a la familia para el ejercicio de todos sus derechos, “porque la familia es la primera institución responsable de la educación y formación de los hijos en los valores cívicos y morales”.

En su homilía, con motivo de la fiesta de la Sagrada Familia, el arzobispo boliviano recordó que “ante el papel fundamental de la familia, el Estado tiene la obligación de priorizar las políticas familiares con medidas concretas que respondan a sus necesidades reales, como el acceso a la vivienda, al trabajo, a la educación, y a la asistencia sanitaria para todos. En estas tareas están llamadas a colaborar todas las instituciones civiles, sociales, religiosas y educativas, incluyendo a los medios de la comunicación social”.

Monseñor Galberti advirtió que la fragilidad y disgregación de tantas familias derivan en la falta de valores éticos y morales que se viven en nuestro país, y que la debilidad de la familia, es la debilidad de una sociedad.

El prelado indicó, sin embargo, que la sociedad no puede prescindir de los servicios que le brinda la familia legalmente constituida. Dijo que nadie, ni siquiera el Estado, puede arrebatarle esta potestad porque estaría vulnerando gravemente su libertad y sus derechos originarios y connaturales.

“Al respecto, tendríamos que preguntarnos con sinceridad si, tantos problemas que vivimos en nuestro país, como la falta de valores éticos y morales, la violencia creciente, la corrupción, el narcotráfico y la débil democracia, no dependen prioritariamente de la fragilidad y disgregación de tantas nuestras familias”, manifestó.

Sostuvo que, ante esta situación, las autoridades tienen la obligación de priorizar la política familiar con medidas concretas que respondan a las necesidades reales de la familia: la vivienda, el trabajo, la educación y la asistencia sanitaria para todos, entre otras.

En esta tarea están llamadas a colaborar las instituciones civiles, sociales, religiosas y educativas, y los medios de comunicación social. Todos tenemos la responsabilidad de defender a la familia, sus anhelos y derechos, a fin de que cumpla con su rol insustituible para la vida y el bienestar de las personas y de la sociedad.

Con ese mensaje hizo referencia a la celebración de la Sagrada Familia de Jesús, María y José que se dedica todos los años el primer domingo después de la Navidad.

“El hecho de que se celebre la fiesta de la Sagrada Familia en este domingo que sigue a la Navidad, es un signo claro de la importancia que la Iglesia reconoce a la familia, como institución querida por Dios. En efecto Jesús, el Hijo de Dios, al tomar nuestra naturaleza humana, quiso nacer en una familia con una madre y un padre terrenales, conforme al designio inicial del Creador que establece que todo ser humano llegue a este mundo en el seno de una familia fundada sobre el amor mutuo entre un varón y una mujer”, afirmó el arzobispo.

A ejemplo de la Sagrada Familia, monseñor Galberti indicó que “toda familia cristiana está llamada a ser la pequeña Iglesia de la casa, la comunidad de fe donde los padres son los primeros educadores de sus hijos a nivel cristiano y humano. En esta misión ellos no están solos y cuentan con la orientación y el apoyo de la familia más grande, la comunidad parroquial. Allí los hijos, animados por el testimonio de sus padres, tienen la oportunidad de conocer más a fondo a Dios y a su Palabra, a recibir los sacramentos de la gracia y a vivir su fe en comunidad”.

También dijo que “la participación de la familia en la vida de la comunidad eclesial, se ha vuelto mucho más necesaria por la indiferencia a lo sobrenatural vigente hoy en el mundo, debido a corrientes contrarias a nuestra fe y que atentan al matrimonio pregonando el divorcio, la ideología de género y la unión de personas del mismo sexo” 

Estas teorías contradicen los valores fundamentales de la moral y de la concepción evangélica de la vida humana, del matrimonio y de la familia. Por otro lado, también hay tantos católicos que desconocen el valor del matrimonio como sacramento, como alianza de amor por toda la vida entre un varón y una mujer y que brota de una opción libre, consciente, única y fiel; un amor de donación y abierto a la vida, signo vivo del amor de Dios para con la humanidad y del amor de Cristo hacia la Iglesia.

“Los esposos cristianos están llamados a santificarse”, añadió después. “En la vida matrimonial los esposos cristianos están llamados a santificarse, viviendo su amor fielmente y con entrega mutua y que se expresa en los gestos cotidianos de respeto, ayuda, perdón, compasión y misericordia”.

En una familia estable y bien constituida, sus miembros experimentan los elementos esenciales para su desarrollo integral y aprenden a establecer relaciones armónicas y pacíficas.  En ella se aprende a practicar la justicia y el respeto hacia los otros, a reconocer la función de la autoridad, a practicar el servicio afectuoso entre todos, con especial atención a los más débiles, los pequeños, los ancianos y los enfermos, a ayudarse mutuamente en las necesidades, a acoger al otro y a perdonar y ser perdonados.

Al respecto dijo el arzobispo “en este tiempo de pandemia, varias personas, en particular las que contagiaron el virus, me han confiado que han aprendido a valorar como nunca a la familia. En ella han encontrado el cuidado, el consuelo y el apoyo para no perder la esperanza y para tener la fortaleza de levantarse y seguir adelante”.

Por eso, “la sociedad no puede prescindir de los servicios que le brinda la familia legalmente constituida. Nadie, ni siquiera el Estado, puede arrebatarle esta potestad porque estaría vulnerando gravemente la libertad y los derechos originarios y connaturales de la familia. La debilidad de la familia es debilidad de la sociedad”.

Al respecto, dijo “tendríamos que preguntarnos con sinceridad si, tantos problemas que vivimos en nuestro país, entre otros la falta de valores éticos y morales, las transgresiones de las leyes, las divisiones, la corrupción, los conflictos y la violencia creciente, no dependen en buena parte de la fragilidad y disgregación familiar”.

“En esta fiesta, concluyó el arzobispo de Santa Cruz, el testimonio de la Sagrada Familia nos pide a todos indistintamente trabajar para afianzar a la familia como el eslabón básico de la gran familia que es nuestro país. Este paso es posible solo si dejamos a un lado todo lo que nos divide y buscamos lo que nos une, emprendiendo juntos como hermanos y hermanas el camino del perdón y la reconciliación que nos lleve a la realización tanto personal, como comunitaria y social, en un ambiente de armonía, fraternidad y paz duraderas”.+