Viernes 13 de junio de 2025

El catequista debe transmitir la convicción y alegría de la fe

  • 24 de agosto, 2012
  • La Plata (Buenos Aires) (AICA)
El arzobispo de La Plata, monseñor Héctor Aguer, aseguró que el catequista "debe transmitir la convicción y la alegría de la fe. No se debe olvidar de que la fe es una realidad misteriosa, un don gratuito de Dios que es preciso implorar con oración humilde y ferviente, para que el Señor lo conserve y acreciente en nosotros". Los llamó a unir la oración con el estudio, para "extender y profundizar el conocimiento de la fe mediante el desarrollo de una cultura religiosa adecuada", y precisar que "la formación inicial de un catequista tiene que prolongarse en una formación permanente". Y advirtió que el catequista "no puede reducir su tarea a la enseñanza de un conjunto de verdades y de normas; ha de ser testigo de la palabra viva de Dios que es Cristo y pedagogo que conduzca y acompañe el surgimiento de la fe en la conciencia de los bautizados a cuyo servicio se dedica generosamente. Su ejercicio de la catequesis debe seguir el ritmo del crecimiento de su propia fe".
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El arzobispo de La Plata, monseñor Héctor Aguer, recordó que "el crecimiento de la fe, que se desarrolla a lo largo del proceso de la vida cristiana, adquiere un carácter especial en el caso del catequista, como un requisito fundamental de su misión y de su testimonio, para que su misión sea ejercida con mayor seriedad, eclesialmente, y su testimonio sea más elocuente y eficaz".

"Lo que debe transmitir el catequista es la convicción y la alegría de la fe. No se debe olvidar que la fe es una realidad misteriosa, un don gratuito de Dios que es preciso implorar con oración humilde y ferviente, para que el Señor lo conserve y acreciente en nosotros. En el Evangelio encontramos súplicas muy bellas, como la del padre de aquel niño endemoniado y epiléptico que buscó la ayuda de Jesús: creo, ayúdame porque tengo poca fe, y la plegaria de los apóstoles: auméntanos la fe; tendríamos que hacerlas nuestras todos los días", sugirió.

Al presidir la misa por el Día del Catequista, en la catedral Inmaculada Concepción, el prelado indicó que "la oración debe unirse el estudio, para extender y profundizar el conocimiento de la fe mediante el desarrollo de una cultura religiosa adecuada. La formación inicial de un catequista tiene que prolongarse en una formación permanente, según la capacidad y las posibilidades de cada uno".

"En la actualidad -advirtió- es importante abordar las dudas y los errores contra la fe más difundidos para esclarecerlos y darles respuesta con serenidad y competencia y también cultivar una apologética siquiera elemental para desmontar los argumentos falsos y los ataques dirigidos contra el cristianismo, que turban el alma de los catequizandos y ponen en peligro su adhesión a Cristo".

"El dinamismo sobrenatural propio de la fe tiende a informar la vida entera, es decir, a darle forma a la personalidad del creyente y a configurar un auténtico espíritu de fe. De ese modo, la luz de la fe va iluminando progresivamente el juicio y la valoración que se hace de todas las cosas; todo es entonces mirado desde la perspectiva de Dios, superando la mera consideración emocional, las ideas antojadizas sobre la realidad y el influjo de la opinión general, descristianizada, mundana", agregó.

El arzobispo platense sostuvo que el catequista "no puede reducir su tarea a la enseñanza de un conjunto de verdades y de normas; ha de ser testigo de la palabra viva de Dios que es Cristo y pedagogo que conduzca y acompañe el surgimiento de la fe en la conciencia de los bautizados a cuyo servicio se dedica generosamente. Su ejercicio de la catequesis debe seguir el ritmo del crecimiento de su propia fe".

También destacó "un aspecto de la tarea catequística que hoy en día se hace más difícil pero resulta asimismo más relevante: se trata de transmitir, con las verdades fundamentales de la fe, una sabiduría de vida, los criterios de comportamiento cristiano que contrastan con la pérdida del genuino sentido de la existencia humana y con los nuevos paradigmas que la cultura vigente, degradada, deshumanizada, pretende imponer. Esta tarea requiere lucidez y coraje, mucha paciencia y amor".

Por último, monseñor Aguer recomendó, apelando a las palabras del apóstol San Juan, a "vivir en la acción de gracias, es decir, sean eucarísticos, recomendaba el Apóstol. Así se expresa la finalidad de la iniciación cristiana y de la catequesis que la prepara; ese es también el tono, el clima de vida de un creyente, de una persona de fe: vivir en la acción de gracias. Asimismo, es el talante espiritual del catequista, testigo del amor de Dios, que debe comunicar las razones y la esperanza por las cuales la vida del hombre alcanza su pleno sentido y responde con gratitud a la cercanía del Señor. Que él conceda y conserve esa gracia a todos los catequistas de la arquidiócesis".+
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