Miércoles 18 de septiembre de 2024

Con memoria agradecida, Catamarca vivió la fiesta de la Protección de la Virgen

  • 9 de septiembre, 2024
  • San Fernando del Valle de Catamarca (AICA)
La celebración se enmarcó en el 20° aniversario del terremoto del 7 de septiembre de 2004, a tres años de la beatificación de Fray Mamerto Esquiú. Presidió la misa el obispo, monseñor Urbanc.
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En un clima de alegría y profunda gratitud, la Iglesia de Catamarca vivió la culminación de la Fiesta de la Protección de la Virgen del Valle, a 20 años del terremoto del 7 de septiembre de 2004, y el 3° aniversario de la beatificación de Fray Mamerto Esquiú.

Con el lema "Íntimamente unidos en oración para dar gracias a Dios", las manifestaciones públicas de fe comenzaron a primeras horas del sábado 7 de septiembre con las peregrinaciones de las comunidades parroquiales, a las que se sumaron los participantes del Primer Encuentro de Capellanías Policiales del NOA y Córdoba, que tiene como sede la capital provincial, quienes peregrinaron desde el Paseo General Navarro o La Alameda hasta el santuario y catedral basílica.

La imagen cuatro veces centenaria de la Virgen del Valle fue llevada en brazos por el obispo de Catamarca, monseñor Luis Urbanc, precedida por la del Beato Mamerto Esquiú, hasta el Paseo de la Fe, donde fue recibida con fervor.

Ante su imagen se desgranaron los misterios del Santo Rosario, y a las 8.53, hora en que se produjo el sismo, repicaron las campanas, tal como se hizo durante todos los días del triduo.

Monseñor Urbanc presidió la misa, concelebrada por el vicario general, padre Julio Murúa; los rectores de los santuarios catedral y de la gruta, padres Gustavo Flores Santiago Granillo, respectivamente, y numerosos sacerdotes del clero catamarqueño y otros visitantes.

Participaron autoridades legislativas y las fuerzas de seguridad provincial y nacional, abanderados y escoltas de instituciones educativas, peregrinos de comunidades parroquiales y fieles devotos que poblaron el Paseo de la Fe en ese día de acción de gracias por la intercesión de la Madre Morena.

En su homilía, el prelado catamarqueño reflexionó sobre el competir desde la lógica humana, que se contrapone con el compartir. En este sentido, afirmó que "competir por ver quién es el más fuerte siempre ha sido una marca de la especie humana, en lugar de compartir. Y nuestra Madre querida nos enseña a compartir. Quienes creen ser los mejores critican, o persiguen abiertamente a quienes no hacen las cosas como ellos o no piensan lo mismo. Hoy la primera lectura hace casi un catálogo de maneras de persecución y de superioridad. Y en el Evangelio vemos a los discípulos criticados por saltarse una regla sabática".

En ese marco, planteó que "el temor al 'qué dirán' es lo más insidioso y, a veces, lo más dañino. Atenta contra la dignidad de la persona al obligarla a sentirse inferior al ser distinta ante la opinión generalizada o el pensamiento único. Siempre ha habido persecuciones, pero quizá pensábamos que, en nuestra civilización occidental, todavía supuestamente de inspiración cristiana, sería imposible. Pero lo estamos viendo contantemente a nuestro alrededor".

Asimismo, consideró que "hoy se nos invita a una libertad difícil y un poco peligrosa en la cultura reinante. Los desafíos hacen temblar y sucumbir, más que los remezones de la tierra. El afirmar que sólo Jesús es el Señor nos puede poner en situaciones complicadas incluso con los más cercanos".

Frente a esta realidad, sostuvo que "la serena afirmación de la soberanía de Cristo nos da esa fuerza que le daba a Pablo: ridiculizados, bendecimos, perseguidos, aguantamos? Como sólo Cristo es el Señor, toda esa fuerza es la que se nos ha dado, no por nuestros méritos ni por nuestra fortaleza persona, sino por la soberanía divina. Y no nos hace falta competir ni compararnos. Sólo Dios es Dios. No lo es la moda, ni lo políticamente correcto, ni el pensamiento único, ni las corrientes prevalentes. Jesús es Señor, para gloria de Dios Padre. Y por eso, podemos ser libres".

"Si algo necesitamos pedir cada día a la Virgen del Valle es que no claudiquemos en medio de los profundos cambios y desafíos culturales que han minado profundamente nuestros valores humanos y cristianos", animó.

También reflexionó sobre la importancia del domingo "como día esperado por la familia cristiana para encontrarse con Dios Padre, sobre todo, en la celebración eucarística, puesto que la santa misa forma parte del domingo. El día en que comenzó la creación sería el día de su renovación. Creación y redención van juntas. Eso es lo que hace que el domingo sea tan importante".

Asimismo, exhortó a que "no se dejen disuadir de participar en la Eucaristía del domingo, y ayuden también a los demás a descubrirla. Puesto que de ella se desprende el gozo del cual tenemos necesidad. Si somos asiduos vamos a comprender siempre y cada vez más, su profundidad y aprenderemos a amarla".

"¡Comprometámonos en este día de gratitud a hacerla el centro de nuestros domingos!", enfatizó, apuntando: "Con convicción les digo que ¡vale la pena! Los invito a que se ocupen de descubrir la profunda riqueza de la liturgia de la Iglesia y su verdadera grandeza: es el mismo Dios viviente, Uno y Trino, quien prepara una fiesta para nosotros, su pueblo amado, su familia querida. Que la Virgen del Valle nos acompañe en todos nuestros propósitos".

Caminando con María
Finalizada la celebración eucarística, las comunidades parroquiales, instituciones y movimientos eclesiales pasaron delante las imágenes de la Virgen del Valle y del Beato Mamerto Esquiú. Después se dio inicio a la procesión alrededor de la plaza 25 de Mayo, con las sagradas imágenes que fueron portadas por miembros de Infantería y Bomberos de la Policía de Catamarca, Control Urbano de la Municipalidad de la Capital y Guardianes de la Virgen.

El sonido de las campanas anunció el arribo de los santos al Paseo de la Fe, donde se entonaron las estrofas del Himno Nacional Argentino y el Himno a Catamarca, interpretadas por la Banda de Música de la Policía de la Provincia.

Luego de la oración a la Madre Protectora, el obispo impartió la bendición. Nuevamente las campanas echaron a vuelo para despedir a la santísima Madre Protectora, que regresó al camarín, donde recibe el amor de sus hijos todos los días de año.+