Martes 19 de marzo de 2024

Card. Poli: A ejemplo de fray Mamerto, caminar hacia la santidad

  • 5 de septiembre, 2021
  • San Fernando del Valle de Catamarca (AICA)
Con una misa presidida por el cardenal Mario Aurelio Poli, la Iglesia catamarqueña agradeció a Dios por el don de un nuevo beato argentino, fray Mamerto Esquiú.
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El arzobispo de Buenos Aires y primado de la Argentina, cardenal Mario Aurelio Poli, presidió este domingo en la catedral, basílica y santuario de Nuestra Señora del Valle, en la ciudad de San Fernando del Valle de Catamarca, una misa de acción de gracias por la beatificación del catamarqueño fray Mamerto Esquiú.

La Eucaristía estuvo concelebrada por el obispo anfitrión, monseñor Luis Urbanc; el obispo de San Isidro y presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, monseñor Oscar Vicente Ojea; el obispo de Chascomús y secretario general de la CEA, monseñor Carlos Humberto Malfa; el obispo auxiliar de Buenos Aires, monseñor José María Baliña; el obispo auxiliar de La Plata, monseñor Jorge Esteban González.

Al comienzo de la ceremonia, el cardenal Poli bendijo la imagen del beato Esquiú que luego fue entronizada en el altar construido especialmente para él en el sector derecho de la catedral.

El cardenal Poli comenzó su homilía dedicando unas palabras de agradecimiento al obispo de Catamarca, monseñor Urbanc, por todo lo compartido, desde la tristeza del año pasado ante la suspensión del Congreso Mariano Nacional hasta las alegrías vividas en estos días, y especialmente por todo lo que ha hecho en estos días por sus hermanos obispos que llegaron a la provincia para asistir a la beatificación.

El purpurado se centró luego en la Palabra de Dios, que "viene en auxilio para comprender más profundamente lo que hemos celebrado". En el Evangelio, San Marcos presenta a Jesús recorriendo pueblos paganos, relató, por los que pasó discretamente. "No obstante, no pasó desapercibido. Pasó haciendo el bien y curando a todos los que habían caído en poder del demonio", destacó. 

Y relatando la curación de Jesús al hombre sordomudo, consideró que "este discreto pasaje en pueblos paganos nos muestra que no estaban excluídos de la promesa que el Señor había hecho al pueblo de Israel. El Salvador vino a darnos vida en abundancia, que incluye la restauración de la dignidad humana".

La exclamación del 'efatá', afirmó el purpurado, "no es sólo para aquel hombre privado de la audición de la voz: se convierte en un fuerte llamado que convoca a la libertad de los discípulos. Abrir bien el oido y soltar la lengua es una invitación a la evangelización", aseguró. 

Este texto evangélico, sostuvo, "llega a nosotros como un kerygma, y lo sigue haciendo en cada bautismo, en nuestro bautismo". El oído, señaló, dignifica la escucha, y la lengua expresa el anuncio.

"Ayer vivimos un día de Cielo en Catamarca", describió el cardenal. "El sublime momento que hemos vivido en la ceremonia de la beatificación tuvo su origen aquel 11 de mayo de 1826", cuando los padres de Esquiú presentaron al recién nacido para que recibiera el segundo nacimiento en el bautismo, consideró. "Comenzaba a transitar el camino de la gracia hasta alcanzar la beatitud a la que todos somos llamados", afirmó.

"La gracia contenida en aquel admirable sacramento causó abuntandes frutos, esto lo recogió la Iglesia Madre, y lo reocnoce para la gloria de Dios", añadió. 

Y refiriéndose al padre Mamerto Esquiú, remarcó que él "guardó en su memoria la sabiduría de la Iglesia sin descuidar la riqueza de las humanidades", y añadió: "A su vez auscultando el clamor de su gente y asumiendo la causa de los desprotegidos, no evadió la labor cívica para superar la larga historia de desencuentros entre los argentinos".

"Fray Mamerto, hoy beato, fue un hombre de paz y de bien", sostuvo el arzobispo. "De él se puede decir lo que dice el apóstol Santiago: Los que procuran la paz, siembran la paz y su fruto es la justicia", consideró. "En su vida encarnó lo que rezaba en el salmo 37: Busca la paz y sigue tras ella".

El cardenal Poli finalizó su prédica expresando el deseo de seguir el ejemplo de fray Mamerto y "pasar por la experiencia del sordomudo del Evangelio, para que Jesús nos lleve aparte, en la intimidad de la oración, ponga sus dedos en nuestras orejas, toque nuestra lengua con su saliva, y diga bien fuerte: 'Ábrete cristiano'. Necesitamos que Jesús destape nuestros oídos para escuchar la voluntad del Padre, y escuchar lo que el Espíritu dice a la Iglesia que peregrina en la Argentina, en Catamarca. Que Él suelte nuestra lengua -muchas veces al servicio de vanidades- para poder anunciarlo y así compartir la dulce alegría de evangelizar, incluso cuando haya que sembrar entre lágrimas", animó.

"Termino esta homilía con un sentimiento, a mí se me movió el agua estancada del bautismo, se volvió a rebosar el deseo de santidad. Por las palabras del cardenal Villalba, por las miradas de la gente. Realmente lo comparto para que sintamos y pidamos a Nuestra Madre del Valle que nos ayude a recordar nuestor bautismo, con ese regalo de santidad que nos dio y que fray Mamerto vivió intensamente en su vida", concluyó.

Llegando al final de la celebración, el cardenal primado de la Argentina y sus concelebrantes se dirigieron al atrio del templo llevando la imagen del beato Esquiú, desde donde impartieron la bendición al pueblo catamarqueño. De regreso en el interior de la catedral, el purpurado bendijo el altar construido especialmente para el beato, donde la arquitecta a cargo de la obra, visiblemente emocionada, leyó unas palabras alusivas al proceso de construcción y al significado de cada elemento que compone el altar.

La imagen de Esquiú fue entronizada entre aplausos y "vivas" de los fieles presentes, y en la bendición final, monseñor Urbanc agradeció especialmente a sus hermanos obispos, a los sacerdotes, consagrados, a los fieles laicos y a todos quienes de una u otra manera han colaborado para esta gran fiesta.+