Jueves 21 de noviembre de 2024

Card. Cantalamessa: "María pone a Jesús en nuestros brazos en Navidad"

  • 16 de diciembre, 2022
  • Ciudad del Vaticano (AICA)
El predicador de la Casa Pontificia pronunció su tercer sermón de Adviento ante el Papa y la Curia Romana, en el que animó a acoger el amor de Dios en nuestras vidas durante esta temporada navideña.
Doná a AICA.org

El predicador de la Casa Pontificia cerró este viernes su ciclo de Sermones de Adviento, ofreciendo al Papa y a la Curia Romana una reflexión sobre “La Puerta de la Caridad”.

El cardenal Raniero Cantalamessa, OFM Cap., comenzó su sermón señalando que los antiguos paganos -como lo expresó Aristóteles- entendían que los dioses eran activos y eficaces solo en la medida en que recibían el amor de los seres humanos.

El Nuevo Testamento, dijo el cardenal, invierte completamente esto, para hacer que nuestra capacidad de amar dependa del propio amor de Dios, expresado en su Hijo, Jesucristo.

“En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó y envió a su Hijo en expiación por nuestros pecados. Nosotros amamos porque Él nos amó primero” (Cf. 1 Jn 4,12.19).

La virtud teologal de la caridad es, por tanto, una participación en el amor gratuito de Dios, más que el resultado de nuestros propios esfuerzos.

“Abrir la puerta del amor a Cristo, por tanto, significa una cosa muy específica: acoger el amor de Dios, creer en el amor”, expresó el purpurado.

En ese sentido, la Navidad, dijo, nos ofrece la oportunidad de recibir “el don infinito del amor de Dios” con “asombro y gratitud”.

El cardenal Cantalamessa agregó que debemos volvernos como niños para creer en el amor, ya que las desilusiones de la vida tienden a volvernos cautelosos y hasta cínicos.

“Los niños creen en el amor, pero no en base a razonamientos. Por instinto, por naturaleza. Nacen llenos de confianza en el amor de sus padres”, dijo. “Les piden a los padres las cosas que necesitan, tal vez incluso pateando el suelo, pero la suposición tácita no es que se lo hayan ganado; más bien que son los hijos y que un día serán los herederos de todo”.

El Espíritu Santo, señaló el cardenal, nos permite acoger el amor de Dios, ya que Él es el amor compartido entre el Padre y el Hijo.

Luego, continuó señalando que la caridad forma parte esencial de la naturaleza de la Iglesia, que San Agustín llamó la “comunión de los santos”.

Después de que todo desaparece, en palabras de san Pablo, “queda la caridad”, como si se desmontaran los andamios y el edificio “apareciera en todo su esplendor”.

La Caridad, añadió el predicador de la Casa Pontificia, edifica tanto a la Iglesia como a la sociedad civil, y recordó que “el sentimiento social nació en la tierra regada por el Evangelio”.

También sostuvo que, " medida que interactuamos con los demás, el amor a Dios y al prójimo sigue siendo la capacidad única de la persona humana, algo que no puede ser reemplazado por la inteligencia artificial o cualquier avance tecnológico".

“Podemos concebir una inteligencia artificial, pero ¿podemos concebir un amor artificial? Quizás es entonces precisamente aquí donde debemos colocar lo específico de lo humano y lo inalienable de él o ella”, elucubró.

Acogiendo a Jesús en nuestros corazones
El cardenal Cantalamessa finalizó recordando que "el Niño Jesús viene a la puerta de nuestro corazón esta Navidad para llamar, ofreciéndose a sí mismo y al amor de Dios como regalo suyo".

Concluyó con una historia, para ilustrar cómo la Virgen Madre busca ofrecer a Jesús al mundo y cómo necesitamos convertirnos en niños para recibirlo.

"Cuenta una leyenda que entre los pastores que fueron a ver al Niño en Nochebuena, había un pastorcillo tan pobre que no tenía nada que ofrecer a la Madre y se hizo a un lado, avergonzado. Mientras, todos los demás competían para darle a María su regalo. La Madre no podía sostener todos los presentes, dado quedebía que sostener al Niño Jesús en sus brazos. Al ver al pastorcito junto a ella con las manos vacías, entonces tomó al Niño y lo puso en sus brazos. No tener nada fue su suerte. ¡Hagamos que esta suerte también sea la nuestra!”.+