Jueves 28 de marzo de 2024

Aceptar la palabra de Dios aunque el mensajero sea humilde

  • 12 de julio, 2018
  • Puerto Iguazú (Misiones) (AICA)
El obispo de Puerto Iguazú, monseñor Marcelo Raúl Martorell, reconoció que "la Palabra del Señor es muchas veces rechazada por nosotros, y es nuestro deber escuchar al Señor, aunque su palabra provenga de mensajeros humildes y modestos".
Doná a AICA.org
El obispo de Puerto Iguazú, monseñor Marcelo Raúl Martorell, reconoció que "la Palabra del Señor es muchas veces rechazada por nosotros, y es nuestro deber escuchar al Señor, aunque su palabra provenga de mensajeros humildes y modestos".

El prelado lo recordó al reflexionar sobre el Evangelio de san Marcos donde el evangelista narra el episodio en el que Jesús llega a Nazaret, su tierra, su pueblo, donde había vivido desde la infancia, allí donde bien lo conocían. Si bien esto podría haber facilitado su misión, en cambio -tras un momento de estupor ante su sabiduría y sus milagros- los nazaretanos, incrédulos, lo rechazan: "¿No es acaso éste el hijo del carpintero y de María?, decían; y desconfiaban de él".

"Que les pasó a los nazaretanos?", se preguntó monseñor Martorell. "Un orgullo mezquino y secreto, les impide admitir que uno como ellos a quien habían visto crecer, en el trabajo cotidiano, de condición humilde como ellos, pueda ser un Profeta y menos aun el Mesías que esperaban. La modestia y humildad de Jesús son el escándalo en el que ellos tropiezan, cerrándose a la fe". Y Jesús mira con tristeza y dice: "los Profetas son despreciados en su tierra, su casa y sus parientes. Dios no obra donde no hay fe, aunque alguno debió tenerla, porque Marcos afirma que "sólo curó a algunos enfermos imponiéndoles las manos". Aunque haya un solo hombre con fe, Dios se mostrará como Salvador y esto lo conocemos ya desde Abraham", asegura el obispo de Puerto Iguazú.

"Normalmente, y hoy en particular -prosigue reflexionando el obispo-, la debilidad del profeta, su condición humana y su capacidad de pecar son causa de escándalo y son aprovechados por los medios y por las personas que lo rodean para destruirlo, humillarlo y quitarle credibilidad. Por eso, el Apóstol debe recordar que aunque enviado por Dios y dotado de gracias especiales, no deja de ser un hombre débil como los demás".

"San Pablo nos lo recuerda hoy, tal vez por alguna tentación, enfermedad o tribulación apostólica que él mismo padecía: "Hay una espina en mi carne" -dice-. Dios ha permitido esto, quizá para que él no se ensoberbezca y para que humildemente tenga que confiar sólo en el Señor que lo envió. Y es por eso que dice: "Muy a gusto presumo de mis debilidades, porque así residirá en mí la fuerza de Cristo". El Apóstol debe tener bien presente esta realidad, porque su entrega a Dios, su consagración al Señor de la Vida, provocará el rechazo del mundo, pues él no es del mundo. Pero Dios no ha querido sacarlo del mundo, ni de sus dificultades, las que serán un componente indispensable para su misión. El Apóstol Pablo por eso dice: "Vivo contento en medio de mis debilidades, de los insultos, de las privaciones, de las persecuciones y dificultades sufridas por Cristo. Porque cuando soy débil, entonces soy fuerte".

"La fortaleza del Pastor no reside en la confianza y el amor del pueblo, sino fundamentalmente en la certeza de que a pesar de sus debilidades, Dios, el Señor, a quien él se ha consagrado, lo ama, lo cuida, lo protege y estará en su corazón hasta el final de sus días", concluyó monseñor Martorell.+