Sábado 20 de abril de 2024

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Urgencia de decir "nosotros"

Reflexión de monseñor Víctor Manuel Fernández, arzobispo de La Plata en el tedeum interreligioso del 25 de Mayo (Catedral de La Plata, 25 de mayo de 2022)

En la Catedral de La Plata, con la presencia del Gobernador de la provincia de Buenos Aires y el Intendente platense, junto con varios miembros de su gabinete, el Arzobispo Víctor Manuel Fernández presidió el Te Deum del 25 de mayo, que este año tuvo una característica marcadamente interreligiosa. Las lecturas fueron hechas por el pastor Juan Zucarelli (presidente de FECOPEBA), Agustín Marcoff (del servicio religioso de la AMIA de La Plata) y Adriana Di Camillo (presidenta de la Mesa de diálogo interreligioso). También participaron con oraciones el pastor luterano Paulo Siebra y el pastor bautista Pablo Vinet. Monseñor Víctor Fernández ofreció la siguiente reflexión:

Venimos hoy a pedir por nuestra Patria, y en ella incorporamos la provincia y la ciudad. Me acompañan a orar hermanos de distintas iglesias y de otras confesiones religiosas, a quienes agradezco de corazón su presencia. También venimos a disponer el corazón para ser generosos, constructores de una sociedad más sana y más feliz.

Porque no se trata de dominar espacios de poder, sino de usar las posibilidades que uno tiene para generar procesos de transformación, que darán fruto en su momento, quizás más allá de mí. Jesús hablaba de una pequeña semilla de mostaza que poco a poco se convierte en un gran árbol donde se cobijan muchos pájaros del cielo. 

Pero en la raíz de esa entrega hay un cambio interior, hay un click, hay una actitud que tiene que llegar en algún momento de la vida. Es cuando uno pasa de obsesionarse por las propias necesidades: de bienestar, de fama, de reconocimiento, de afecto, a una santa obsesión porque los otros vivan mejor. 

Así, un padre se vuelve realmente padre cuando ya no le interesa tanto que ese hijo sea suyo, que lo admire, que lo busque, sino que le interesa que madure, que se desarrolle, que sea él mismo, que alcance sus sueños, que no repita mis errores, que deje de depender de mí. Una madre pasa de rivalizar con la nuera a pensar: “¿qué será de él si yo no estoy? ¿No es mejor que tenga otras personas en quienes apoyarse? Ese paso maravilloso que nos lleva a reconocer al otro como otro y a buscar realmente su bien, es el mayor milagro de nuestras vidas y es el origen del más auténtico sentimiento de Patria. 

En muchos poetas argentinos y latinoamericanos, de distintas líneas políticas, encontramos esa consciencia de un destino común, de una pertenencia a la patria que da identidad y arraigo. Por ejemplo, los versos de Jorge Luis Borges donde dice: “Temí que el porvenir (que ya declina) sería un profundo corredor de espejos indistintos, ociosos y menguantes, una repetición de vanidades”. Entonces rogó que se le enviara algo importante, que finalmente llegó: “Es la patria”.

Pablo Neruda, regresando a Chile después de varios años afuera, escribe el poema “Regreso”, que expresa un hondo sentido de pertenencia:

“Hostiles cordilleras,
cielo duro,
extranjeros, ésta es,
ésta es mi patria,
aquí nací y aquí viven mis sueños…
Perdonad, extranjeros,
perdonad la medida desolada
de nuestra soledad,
y lo que damos en la lejanía.
Sin embargo,
aquí están las raíces de mi sueño,
ésta es la dura luz que amamos,
y de algún modo, con distante orgullo,
como en los minerales de la noche,
vive el honor en esta larga arena”.

Otro poema, todavía más existencial y sentido, escrito después de un largo viaje por otros países, es el de Mario Benedetti:

“Miré
admiré
traté de comprender
creo que en buena parte he comprendido
y es estupendo
todo es estupendo...

Pero ahora no me quedan más excusas
porque se vuelve aquí
siempre se vuelve.
La nostalgia se escurre de los libros
se introduce debajo de la piel
y esta ciudad sin párpados
este país que nunca sueña
de pronto se convierte en el único sitio
donde el aire es mi aire
y la culpa es mi culpa
y en mi cama hay un pozo que es mi pozo
y cuando extiendo el brazo estoy seguro
de la pared que toco o del vacío
y cuando miro el cielo
veo acá mis nubes y allí mi Cruz del Sur
mi alrededor son los ojos de todos
y no me siento al margen
ahora ya sé que no me siento al margen.

Quizá mi única noción de patria
sea esta urgencia de decir Nosotros”.

En definitiva, es esta necesidad de dejar de obsesionarse por el yo, de reconocer que no tengo identidad ni raíz sin los demás que crecieron conmigo, sin una historia común, sin un proyecto comunitario, y sentir la urgencia de decir “nosotros”. Pero no hay verdadero “pueblo” no hay un sujeto colectivo real que pueda llamarse “nosotros” si no están incorporados los últimos, esos que menciona el texto del Éxodo que escuchamos: el inmigrante, el huérfano, la viuda abandonada, el pobre que vive a tu lado”.

Más allá de las bellezas de la geografía, más allá de esta tierra que me sostiene, esta ese “nosotros” que es lo más valioso de un sano patriotismo. Hay un proyecto común que construir, hay un deseo que nos junta. Habrá distintas maneras de imaginar las soluciones que la sociedad necesita –y de hecho aquí están presentes autoridades de distinto signo políticos– pero en la base de todo está la necesidad de renunciar al individualismo y soñar un destino común.

Miren lo que nos advierte tan lúcidamente el Papa Francisco en Fratelli tutti:

“La sociedad cada vez más globalizada nos hace más cercanos, pero no más hermanos. Estamos más solos que nunca en este mundo masificado que hace prevalecer los intereses individuales y debilita la dimensión comunitaria de la existencia… El avance de este globalismo favorece normalmente la identidad de los más fuertes que se protegen a sí mismos, pero procura licuar las identidades de las regiones más débiles y pobres… Hay una falsa apertura a lo universal, que procede de la superficialidad vacía de quien no es capaz de penetrar a fondo en su patria, o de quien sobrelleva un resentimiento no resuelto hacia su pueblo” (12. 145).

Esta es una herida de nuestro tiempo. Ya hace varios años que uno ve en muchos jóvenes sólo sueños individuales, proyectos orientados sólo al propio bienestar. De manera que no importa si es aquí o en cualquier parte del mundo. Los que me dieron la vida, los que me acompañaron en el camino de la vida, los que he visto sufrir y luchar, se vuelven prescindibles. Por eso se vuelve urgente volver a despertar desde los primeros años un genuino amor a la Patria, que es al mismo tiempo un sentimiento de querer caminar con los otros, luchar codo a codo, incorporar a los débiles que son también parte de la Patria querida, parte de ese “nosotros” que nos ilusiona y desafía.

Damos gracias a Dios por nuestra Patria, que es un don de amor de Padre, y estamos reunidos precisamente para pedir por ella. Porque somos débiles y limitados, nuestras luces no son tantas, y cada uno desde su propia fe ha venido a invocar la ayuda del Padre de todos que nos hace hermanos.

Mons. Víctor Manuel Fernández, arzobispo de La Plata