Viernes 22 de noviembre de 2024

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Peregrinación juvenil a Matará

Homilía de monseñor José Luis Corral SVD, obispo de Añatuya, en la misa de la Peregrinación juvenil a Matará (8 de mayo de 2022)

Aquí estamos nuevamente junto a la Cruz de Matará, con cientos de jóvenes que han hecho el camino de casi 60 kilómetros; y en este año donde cobra más significación al recorrerlo y reflexionarlo desde la “sinodalidad”, caminando todos juntos en comunión, participación y misión.

Mirar la Cruz y anclar el corazón
El Señor Resucitado camina con nosotros y su Espíritu actuando en medio nuestro alimenta el entusiasmo, hace germinar sueños, suscita profecías, hacer florecer esperanzas. En el corazón de cada joven, que es verdadera “tierra sagrada”, se han sembrado semillas de vida divina que ya germinan y son portadoras de esperanza que los lleva siempre para adelante. Es ese corazón que hoy ofrecemos y unimos al corazón de Jesús, el Buen Pastor.

Parafraseando una canción que dice “…llegamos a puerto seguro donde queremos anclar el corazón, no nos vencerán los vientos, porque sabemos que el corazón es salvado por el amor.” Aquí lo anclamos porque por el amor de Jesucristo fuimos salvados, liberados y hoy sigue rescatándonos.

El Papa Francisco les decía a los jóvenes: “Mira su Cruz, aférrate a Él, déjate salvar, porque quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Y si pecas y te alejas, Él vuelve a levantarte con el poder de su Cruz. Nunca olvides que «Él perdona setenta veces siete. Nos vuelve a cargar sobre sus hombros una y otra vez. Nadie podrá quitarnos la dignidad que nos otorga este amor infinito e inquebrantable. Él nos permite levantar la cabeza y volver a empezar, con una ternura que nunca nos desilusiona y que siempre puede devolvernos la alegría” [Christus Vivit 64- 66].

Hoy es la ocasión para mirar y aferrarse a la Cruz del Buen Jesús y para anclar en Él nuestro corazón.

1. Cruz tallada, con historia/s y nombre/s
Cuando contemplamos la Cruz de Matará no nos encontramos con una cruz vacía, es una cruz catequística-misionera, allí se nos anuncia el Misterio de la fe y de nuestra salvación. Allí está tallada la vida de Nuestro Señor Jesucristo y el mensaje de su Evangelio. Es la cruz que nos dice que Aquel que es el “Alfa” y la “Omega”, el Jesús de Nazaret-Rey de los judíos, es el que se encarna en cada lugar y tiempo, “Matará -1594”. Está con los brazos abiertos, desde la Cruz nos acoge a todos y nos hace familia de Dios reconciliada en el amor, nos hace pueblo y rebaño suyos. En esa Cruz podemos imaginar también incrustados y tallados todos nuestros nombres, con nuestras historias personales, las de cada uno, con sus heridas y con sus alegrías, con sus aciertos y errores, con su lado luminoso y con sus sombras.

Repasemos por el corazón a tantos chicos y chicas que hoy no se sienten queridos, reconocidos y valorados por alguien; como si fueran “NN” sin nombres ni rostros, como si fueran solo objetos que se pueden manipular y no historias vivas para compartir. A ellos les decimos qué Jesús los tiene tatuados en su corazón, los conoce y llama a cada uno por su nombre como el pastor a sus ovejas. Los quiere con un amor increíble hasta el infinito y hasta la eternidad, amor que corre por nuestras venas, estremece el corazón hasta hacer cantar y bailar.

2. Cruz: camino hacia la vida plena-libre y feliz
No es una cruz vacía, es la cruz por donde pasó Jesucristo y nos dejó la prueba máxima de su amor: dar la vida por sus amigos. una cruz sin Jesucristo no tiene sentido y es insoportable. La Cruz, para nosotros los cristianos, es el camino para llegar a destino, es camino estrecho y no es atajo, pero es senda segura porque podemos seguir las huellas de nuestro Maestro y Señor. Por eso en la Cruz catequística se nos propone este camino desde abajo hacia arriba, él nos quiere sacar de las tinieblas y de la muerte par pasar hacia la vida y la luz.

Seguramente que muchos nos mostraran un camino más fácil, más rápido, más cómodo y hasta más divertido. Pero nunca será un camino que nos regala el gusto de crecer y caminar de la mano de Aquel que no nos abandona, que quiere nuestra verdadera y duradera felicidad y libertad.

Hagamos presente a las chicas y chicos, personas conocidas y amigos, que confundidos y desorientados se han dejado seducir por falsas promesas y son víctimas de adicciones, de la violencia y de tantas otras formas que como “lobos” arrebatan y devoran sus vidas. Los manipulan con el consumismo y los utilizan con sus ideologías para sus propios fines. Jesús, Buen Pastor, nos quiere defender de toda amenaza y de quienes están al acecho para atraparnos en sus redes. Ya nos ha dado la prueba que ha dado su propia vida y se ha jugado todo por nosotros porque nos quiere vivos y libres, no esclavos ni tristes.

3. Cruz. Puerta abierta hacia la esperanza y el futuro
La cruz es puerta que se nos abre para pasar de la muerte a la promesa de vida, a la esperanza y al nuevo amanecer. Por esa puerta o ventana abierta recibimos el aliento y el soplo que nos recrea y vivifica, es el soplo del Espíritu Santo, el que Jesús Crucificado entrega al expirar. Sin este aire nuevo nos enfermamos, asfixiamos y morimos; sin este aliento respiramos descomposición y aire contaminado. La puerta está abierta, no es una puerta cancelada o bloqueada; aunque muchas puertas se nos clausuren y se nos cierren, aunque parece que chocamos con una muralla o pared, siempre queda abierta esta puerta, la de su costado herido y ahí nos espera el Amigo de los jóvenes y de los pobres.

Traigamos la vida de tantos chicos y chicas a quienes se les cierran puertas, que no se les brindan oportunidades y posibilidades para trabajar, estudiar, soñar y construir un proyecto de vida que los realice. Con Jesús abramos puertas de encuentro con los otros, abramos corazones y cabezas para imaginar y gestar ambientes y caminos dónde ningún joven quede sin trabajo, sin educación, sin futuro. Con la Resurrección del Señor afirmamos que en todas las situaciones oscuras o dolorosas siempre hay salida y alternativas de algo nuevo y distinto.

4. Cruz: árbol fecundo
La Cruz de Matará no es un tronco seco y oscuro, es un árbol vivo qué hunde sus raíces en nuestra tierra santiagueña, acompaña a la comunidad desde los inicios de la evangelización por estos lados, desde hace más de 400 años. Tiene profundas raíces y ha extendido su ramaje, ha sido testigo del acontecer histórico, de las luchas por la emancipación y por construir una provincia más justa y fraterna. Como árbol que se eleva hacia el cielo, recoge todos los gritos y oraciones, súplicas y alabanzas, que nuestros antepasados y hoy nosotros les presentamos, todo lo que nos duele y nuestras carencias, como así también, nuestra gratitudes y logros.

Hoy, a la sombra de este árbol de la vida, se nos propone un camino nuevo de libertad, de entusiasmo, de creatividad, de horizontes nuevos para reconstruir y gestar una nueva patria, pero sin olvidar esas raíces que alimentan y sostienen.

En este madero encontramos palpitante el corazón de Jesús, el Buen Pastor que nos convoca y congrega para nutrirnos, consolarnos y fortalecernos con los frutos de su vida y su amor. Él es el bello pastor y el buen “pasto” a la vez, que se nos da completamente en cada Eucaristía y en la comunidad, que nos conduce y sale al encuentro en cada hermano y en los signos de los tiempos.

Que nadie se sienta desabrigado porque cerca de la Cruz del Señor tenemos un refugio seguro donde ampararnos y se nos ofrece un fruto que no debemos ni pagarlo, ni comprarlo, solo recibirlo con manos abiertas porque se nos da incondicional y gratuitamente. Que vivamos siempre unido a este árbol de la vida, porque solo injertados a Él podremos producir buenos y abundantes frutos, dejemos que su savia circule entre nosotros y fructifique en buenas obras para el mundo. Desgarrados de Él no podemos hacer nada, nos volvemos estériles y morimos en la soledad.

5. Cruz: anuncio evangelizador
La Cruz de Matará como Cruz catequística acompaña el anuncio evangelizador, anuncio que se sigue multiplicando como muchos retoños en toda nuestra diócesis y en la Iglesia entera. También a ustedes jóvenes se les entregan la Cruz Misionera para que con ella evangelicen a otros jóvenes y les muestren la alegría del Evangelio. Que cada joven se atreva a sembrar el primer anuncio en esa tierra fértil que es el corazón de otro joven.

Muchas veces decimos que los jóvenes están desenganchados o que están en otra, pero hoy nos dicen: ¡Presente! Aquí están. Los necesitamos, nos hacen falta porque ustedes tienen la fuerza del entusiasmo y el dinamismo para vivir la fe con frescura y nueva vitalidad. La Iglesia necesita su entusiasmo, sus intuiciones, su fe, su imaginación.

Nosotros, a veces, nos tenemos que dejar cuestionar por ustedes que nos reclaman mayor coherencia y compromiso; aceptar que es necesario romper moldes o esquemas para incluirlos y dejarnos enriquecer por su aporte. Que podamos crecer en cercanía, comprensión, escucha y participación, donde cada uno desde su vocación particular contribuyamos al crecimiento de todos. Nos necesitamos para aprender unos de otros, para cuidarnos mutuamente, para calentar los corazones e iluminar nuestras mentes con la luz del Evangelio y dar nueva fuerza a nuestras manos en el servicio cotidiano y caritativo.

En la cruz nos encontramos todos, en esa encrucijada de pasión - muerte y resurrección estamos integrados todos. Así queremos estar y caminar juntos: niños, jóvenes, adultos, ancianos; laicos, consagrados, sacerdotes y Obispo ºpara recibir la fuerza, la belleza y la sabiduría de la santa y gloriosa Cruz de Cristo.

Al pie de la Cruz está la Virgen María, María era la chica de alma grande que dio con fuerza su “Sí” al Señor, con alegría y sin vueltas. Al lado de la Cruz, la Madre del Señor y nuestra, custodie sus sueños, su esperanza. Que ella nos acompañe a darle nuestro sí a la vocación-misión-pastoreo que Dios nos confía y brille siempre en el camino como signo de ternura y consuelo.

Mons. José Luis Corral SVD, obispo de Añatuya