Que linda fiesta: se nota el empeño que han puesto en preparar y organizar todo esto. Gracias porque están aquí. En primer lugar al Sr. Nuncio Apostólico que acaba de ponerme esta mochila que llevaré el resto de mi vida, a los demás obispos, sacerdotes, diáconos, seminaristas, religiosas y todos los hermanos que han venido de sus respectivas parroquias y capillas de esta nueva Diócesis como así también de otras partes de la provincia, especialmente agradezco el acompañamiento de la gente de la Catedral de Posadas.
Gracias por la presencia de las autoridades de los tres poderes de la Provincia de Misiones, a las autoridades municipales, las fuerzas de seguridad, etc. Gracias a los que no pudieron venir pero que se unen a esta celebración a través de la radio y la televisión y nos acompañan con su oración. Pero sobre todo, muy por encima de todo mi más profunda gratitud al Señor, porque en definitiva esta fiesta es obra Suya, ha sido Él quien ha querido que haya una tercera diócesis en esta provincia; y por eso un obispo más: y bueno me tocó a mí: antes que ustedes debo creer yo y me pregunto ¿qué habré hecho? O ¿qué vieron en este cura para pueblos y colonias que nació allá por el 48 en medio del monte detrás de un tacuapisal?
Cuando veía llegar esto, confieso sinceramente, me resistí. Pero ya está: las cosas del Señor cuando llegan sobrepasan cualquier resistencia y no admiten retorno. Las manos están puestas en el arado y el Reino del Señor sólo admite mirar hacia delante y aquí está la nueva diócesis y su gente de la cual siempre me sentí uno más, en definitiva mi fe creció y maduró entre ustedes.
Pero hoy me toca ser su obispo y les digo de corazón que para mí no es un merecimiento, una recompensa u honor sino, simplemente, un nuevo llamado y un envío del Señor y de la Iglesia para que, con corazón de discípulo, pueda anunciarles el mensaje del Señor Resucitado que nos ama y quiere compartir su vida con cada uno: niños, ancianos, jóvenes, enfermos, desocupados, excluidos, minusválidos, presos, aborígenes, obreros rurales, agricultores, chacareros, etc. y ayudarles a descubrir la infinita riqueza del Amor del Padre que nos quiere como hijos y nos llama a vivir como hermanos entre nosotros para formar esa gran familia de los hijos de Dios que es la Iglesia, la que queremos que sea casa y escuela de comunión para que nos contenga a todos.
Para hacer realidad esto potenciaremos todo lo que vienen haciendo en las parroquias. Además aterrizaremos las propuestas del Primer Sínodo de la Diócesis de Posadas en el cual la mayoría de las parroquias estuvieron representadas. Amén de todo lo que el Señor y la Iglesia, oportunamente nos pidan.
Estaré junto a ustedes y podrán contar conmigo. No habrá privilegios. No me dejaré atrapar por Oberá, y les recuerdo que la diócesis si bien empieza en Oberá, va hasta San Vicente, el Soberbio y baja hasta San Javier. Creceremos al ritmo de la Semilla de mostaza o de la levadura en la masa, no buscando protagonismos a los ojos del mundo. ¡No!, sino confiando en la Gracia y la fuerza del Espíritu Santo y sabiendo que aún con la pobreza de recursos, el Reino florece en la sencillez de lo cotidiano.
Confiemos en el poder inquebrantable de la Fe, obedezcamos lo que el Señor y la Iglesia nos mandan y sirvamos desde la Fe para hacer un mundo mejor. Todo al amparo de María de la Asunción del Acaraguá y Mbororé, cuya imagen ya estuvo visitando los montes de la costa del Uruguay desde 1628 y con la intercesión y protección de San Antonio de Padua, el Patrono a prueba de fuego.
Mons. Víctor Selvino Arenhardt, obispo de Oberá