Por segundo año consecutivo, la pandemia COVID-19 nos impide celebrar con normalidad, -como hasta ahora veníamos realizando- la preparación y Fiesta Diocesana de nuestra Madre y Patrona, Nuestra Señora del Carmen. No obstante, quisiéramos que, aún a pesar de las dificultades y consecuencias de esta adversidad, no sólo disminuyan nuestro amor y honra a María; sino al contrario, se acrecienten en nosotros, cada día más, el afecto, la devoción y la fidelidad a aquella que, con vehemencia y convicción, señalando a su Hijo, nos exhorta: «Hagan todo lo que Él les diga» (Jn 2, 5).
Y en esto precisamente nos encontramos, tanto a nivel personal como comunitariamente; pues, quienes nos consideramos, anhelando cada vez con mayor empeño, ser “Discípulos Misioneros, en salida”, Amigos y Testigos de Jesús Resucitado, contando siempre con la ayuda de la gracia y fuerza del Espíritu, que nos ilumina y conduce, procuramos escuchar y poner en práctica la Palabra y el ejemplo del Maestro, siguiendo sus huellas (Cf. 1Pe 2, 21).
Así, en medio de las debilidades y fragilidades, de la ignorancia y, también, de la mentira, corrupción, violencia, la maldad y perversidad de nuestro alrededor, estamos invitados, ahora y siempre, a acudir a JESÚS, y a aprender a ser -como Él mismo lo es-, pacientes y humildes de corazón (Cf. Mt 11, 28-30).
Nuestra sociedad actual está caracterizada por la incidencia e influjo de ideologías partidarias y reduccionistas que atentan contra una comprensión integral y trascendente de la persona, que lamentablemente aprueba leyes de conductas, por simple consenso mayoritario, sin tener en cuenta la verdad objetiva ni el fundamento de la ley natural y racional, destruyendo de esta manera la dignidad humana; sociedad, donde el afán desmedido de codicia y poder a toda costa, crea y mantiene desigualdades inicuas, en lugar de favorecer una mayor igualdad e inclusión de todos, obstaculizando y retardando el instaurar la fraternidad universal.
La Iglesia, Pueblo de Dios y Sacramento universal de salvación a la que pertenecemos, está llamada, en este momento de la historia, a ser más consciente de su vocación e identidad, a profundizar y revitalizar la Comunión, la Participación y la Misión, a caminar sinodalmente, en favor del hombre y de todos los hombres. Así, juntos contribuiremos a responder a los nuevos desafíos; entre otros, propiciar la Cultura del Trabajo, con la creación de fuentes genuinas del mismo y la mejora de la Educación. Cada uno, según el don y la capacidad recibida, aportará al bien común de toda la familia humana. La participación en la próxima Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe, -en cuya etapa de Escucha nos encontramos- es una verdadera oportunidad para conocer mejor la realidad, discernir y actuar en esta dinámica y dirección; siempre, claro está, bajo la moción del Espíritu Santo que es quien guía y conduce a la Iglesia, experta en humanidad, con su rica Tradición y Magisterio Social.
La Ordenación Presbiteral de Gustavo Aníbal Jacquemín y de Lucas Gabriel Pujol, en los próximos días, son motivo de gran alegría y esperanza para nuestra Iglesia Diocesana de Formosa. Contaremos, Dios mediante, con dos nuevos servidores del Evangelio para anunciar, santificar y congregar al Pueblo de Dios.
También esperamos que La Primera Jornada, Día Mundial de los Abuelos y de las Personas Mayores,a realizarse el Cuarto Domingo de este mes de julio, nos ayude a crecer en el afecto por nuestros abuelos y a descubrirlos como maestros de ternura, guardianes de nuestras raíces y dispensadores de sabiduría.
Busquemos y sintamos la presencia y compañía de María, la madre de Jesús y de la Iglesia, Vida, Dulzura y Esperanza nuestra -como rezamos en la Salve-, y como los Apóstoles, en Caná de Galilea y en Pentecostés experimentemos su cercanía, su alegría y consuelo maternal.
Nuestra Señora del Carmen, madre y patrona de Formosa,
Ruega por nosotros.
Mons. José Vicente Conejero Gallego, obispo de Formosa